Hoy 
Las protestas políticas que sacuden a Venezuela llevaron a algunos a preguntarse si el gobierno caería como el de Ucrania. Eso no ocurrirá –al menos, no todavía.
Lo que distingue tanto al gobierno de Venezuela es su dominación absoluta de los principales resortes del poder político. La administración del presidente Nicolás Maduro mantiene un control indiscutible sobre la Corte Suprema, el Congreso, las fuerzas armadas y el sector petrolero –justamente las instituciones que podrían amenazar su régimen.
Los sindicatos de trabajadores petroleros, generosamente remunerados, apoyan al gobierno de Maduro, lo que hace que una repetición de la huelga que paralizó al sector a fines de 2002 con la esperanza de destituir al expresidente Hugo Chávez, resulte sumamente improbable.
Para ver por qué, analicemos la marcha de los trabajadores del petróleo que encabezó el ministro del Petróleo, Rafael Ramírez, hasta el palacio presidencial la semana pasada con el fin de expresar apoyo al gobierno ante las protestas opositoras, una manifestación que coincidió oportunamente con la firma de un nuevo contrato laboral para los trabajadores. Ramírez puso en evidencia el doble propósito del evento organizado cuando dijo: “Esto no es sólo por el contrato, es contra el fascismo que promueve la violencia en el país”.
