Lo que a los dominicanos nos sorprendió en 1996 fue la eficiencia con que llegó al poder un partido nuevo de poca militancia pero altamente disciplinado. Hasta la militancia tenía un halo de honestidad en sus acciones y como tal se presentaron al país. Y hasta creímos en ellos hasta que se desnudaron con su voraz comesolismo.
Veinte años más tarde la estructura monolítica que habían conformado los estrategas peledeístas para mentirle a la opinión pública, y tener un colchón de medios de comunicación sumisos a sus mandatos, se agrieta. La imagen de eficiencia de antaño se ha resquebrajado después que en una época había un orgullo nacional de ver gentes administrando bien los recursos públicos.
Incluso el enorme índice de popularidad que alcanzó el presidente reeleccionista lucía increíble para los dominicanos y mucho más en comparación con otros similares del continente. Era una poderosa maquinaria de propaganda nunca vista en el país. Quizás similar a lo que hicieron en Alemania las huestes nazis de Hitler antes de la II Guerra Mundial. Y aquí en pleno siglo XXI nos han arropado de tal manera con la saturante propaganda que hora a hora inunda los canales de televisión y ondas radiales. Hasta en las redes sociales se golpea a la mente de los dominicanos de manera tal que uno se siente tentado a creer a fe ciega tantas hazañas del gobierno benefactor.
Es una avalancha de dinero que ha corrido en un sector pobre por naturaleza de los opinantes y escritores de los medios de comunicación. Ahora hay algunos que han estado saboreando esas mieles del poder desde hace diez años, y otros tantos de solo hace cuatro años. Todos con el común denominador de un exhibicionismo absurdo acudiendo a los restaurantes y resorts de lujo. Y ahora actúan como hacían los viejos almirantes de la Armada cuando llegaban a sus elevados rangos, cambiando las mujeres que eran desde su época de marinos rasos.
La eficiencia de la gente del PLD estaba cimentada en esa intensa labor mediática de tantos cerebros comprados que evacuan cotidianamente informaciones sobre las bondades del régimen. Sin dudas Trujillo hubiese querido tener a su disposición esa nube de informadores para ofrecer una imagen muy atractiva de su dictadura. Esa presencia mediática actual convencía a la gente aparentemente de lo bien que estaban trabajando los peledeístas. Eran tantas las bondades que hasta uno se olvidaba que no tenía trabajo o que cada día en los negocios de comestibles se amanecía con un aumento nuevo.
Sin embargo con la encuesta de la Gallup-HOY del pasado día 6 se ha caído la aceptación general del gobierno. Este por varias encuestas se mantenía a niveles porcentuales muy elevados para lo común de los gobiernos en otros países del continente. Esos resultados dan cuenta de que la creencia de que el pueblo dominicano se deja engañar fácilmente no es verdad.
Y los dominicanos acumulan sinsabores y rabias hasta un punto que por estímulos exteriores de hechos increíbles explota y salen a relucir sus valores y sentires de cómo han sido objeto de engaño por parte de los políticos no solo los del PLD sino de los demás partidos. O sea que el dominicano sabe desgranar el arroz para sacarle la paja. Y ahora lo está haciendo tal como lo hizo en 1965 con consecuencias impactantes para la vida dominicana desde aquel entonces.
Y los resultados de la encuesta Gallup-HOY llegaron en un momento de oportunidad. Fue a la sombra de lo que había sido la gran marcha contra la impunidad del pasado día 22. Esta motorizó al país ya que más de un 91% de la población lo aprobó. Es para hacerle ver a los políticos del gobierno que deben modificar sus actuaciones y hacerlas transparentes. De ahí la emisión de algunos decretos para transparentarlas y hacer las operaciones de compras y subastas de la administración pública menos permeable a las combinaciones con los actores de tales procesos.
Además el escándalo del soborno de la Odebrecht ha salpicado a más de doce gobiernos del continente y ha conmovido al país al creer y estar convencidos que muchos de sus políticos, tanto los que están en el gobierno y los que ya pasaron por él, han sido afectados por el disfrute de un dinero que llegaba a raudales y la sobrevaloración de las obras era algo escandaloso. De esa forma se cumplía con las exigencias de los sobornados. Y los sobornadores tenían una oportunidad de acumular más ganancias para su empresa y sus bolsillos.