La primera vez quise pensar que fue un lapsus. Aceptar que Sergio Vargas estaba convencido de lo que decía era inaudito. Pero es cierto. Al repetirlo, dedicándole a la prensa unos epítetos dignos de un experto en coprofagia, confirmamos que estábamos escuchando a un simple energúmeno.
¿A quién, si no, se le puede ocurrir que la investigación que se le sigue al intachable senador por San Juan tiene matices de racismo y de exclusión?
No sé si es que el peledeísmo se le ha subido a la cabeza y le ha hecho padecer de amnesia pero los pocos dominicanos que han terminado en la cárcel acusados de fraude o corrupción son bastante blancos. El caso más famosos ha de ser el de Anisia Rissi, ex directora de Aduanas, quien fue a la cárcel pero tuvo la suerte de que las pruebas que demostrarían su culpabilidad se perdieron y luego fue descargada.
Peor suerte corrieron banqueros como Ramón Báez Figueroa, Manuel Arturo Pellerano, Luis Álvarez Renta, Andrés Aybar y Marcos Báez Cocco, quienes han debido pasarse un tiempito en prisión a pesar de sus blanquísimas pieles y sus millonarios haberes.
Así las cosas, Sergio debería comprender que Félix Bautista hubiese sido procesado aunque fuera blanco porque el problema no está en que haya logrado ser millonario sino en que lo logró mientras era funcionario del Estado, por lo que debe probar cómo lo ha hecho.
Por otro lado, si quiere ayudar a Bautista, Sergio debería callar. Y es que, cuando dice “yo no quiero una guerra contra los corruptos, es contra la corrupción en sí”, está diciendo que su amigo lo es. Así, que no me defiendan.