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Joaquín Balaguer. Foto/Fuente externa.

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En su libro Memorias de un cortesano de la Era de Trujillo, el doctor Joaquín Balaguer cuenta que escribió un texto titulado Trujillo y su obra, en el que elogiaba los principios del licenciado Rafael Estrella Ureña. El poeta Osvaldo Bazil, entonces jefe de misión en España, fue quien redactó el prólogo, lleno de alabanzas hacia Estrella Ureña.

Bazil se enteró de la molestia que ese prólogo había causado en Trujillo y le envió un telegrama que decía: “Jefe, escribí prólogo, mas no leí libro”. Ese episodio resume bien lo ocurrido esta semana con un miembro de la Junta Monetaria que publicó un trabajo repitiendo que algunos economistas cuestionamos la metodología del Fondo Monetario Internacional usada por el Banco Central para medir la inversión extranjera. Si hubiese leído mi artículo del sábado pasado y otros que he escrito, habría encontrado esta frase: “Ningún economista serio ha cuestionado la metodología del FMI. Pero ese no es el debate.”

El punto no es técnico, sino económico. En ningún momento se ha planteado que el Banco Central incumpla los estándares del FMI. Lo que se ha señalado, y sigue sin respuesta, es que ni en el informe del 18 de noviembre, ni en el del primero de diciembre, ni en las seis páginas de espacios pagados difundidos en la prensa, la institución financiera explica cuánto de la inversión extranjera reportada corresponde a capital nuevo y cuánto a reinversión de utilidades. Ese detalle es fundamental para entender el impacto real de la IED.

En 2024, más del 37 por ciento de la cifra anunciada como inversión extranjera fue reinversión. Son utilidades generadas en el país que no salieron. Aunque pueden interpretarse como un gesto de confianza, no representan entrada de divisas ni necesariamente expansión productiva. Desde la óptica de la balanza de pagos, no es un flujo positivo, sino la permanencia de recursos. Presentarlo como si fueran dólares frescos, como si fueran remesas recibidas, induce a conclusiones equivocadas.

La transparencia no se garantiza reiterando que se aplica el manual del FMI, sino ofreciendo el desglose completo de los componentes, como hacen otros países de la región. La pregunta es por qué aquí no se hace.

El artículo que pretendió defender al Banco Central evita el punto esencial. Repite un argumento que nadie ha discutido y deja de lado la cuestión central: cuánto de la inversión anunciada transforma la economía y cuánto solo engrosa una cifra sin impacto visible.

Las estadísticas pueden ser técnicamente correctas, pero sin contexto informan poco y confunden mucho. El país necesita claridad para saber cuántos dólares son nuevos, cuántos permanecen y qué efecto real tienen.

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Daniel Toribio

Daniel Toribio

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