Qué más se necesita para convencer de que en la República Dominicana los delincuentes actúan como si esto fuera suyo, llevando zozobra a todos porque nadie está a salvo de sus amenazas; quitando vidas, escalando domicilios y negocios, cometiendo asaltos a mano armada. A Moca la desangraron con doce asesinatos callejeros en ocho días. A barrios de Bonao los acorralan atracadores como en jungla de asfalto. Los suburbios de San Cristóbal son de alta peligrosidad. En Santiago, pistoleros matan jóvenes útiles a la sociedad para quitarles celulares, una oleada de delitos que vuelve por sus fueros a causa de la facilidad con que en este país pueden activarse los aparatos sustraídos.
Las patrullas no evitan las frecuentes incursiones de los delincuentes sobre el Gran Santo Domingo. El impacto inicial del 9-1-1 se diluye, por lo menos en lo que inicialmente parecía cohibir un poco a los facinerosos; y las redes sociales revelan dramáticos y sangrientos sucesos en el área urbana captadas por vídeos de particulares. Santo Domingo es observada por una extensa red de cámaras para control instantáneo y de recolección de pruebas que por lo visto no ha traído más seguridad. El jefe de la Policía, impotente, se queja del tratamiento que da la justicia a cientos de delincuentes, a veces imberbes, que deja en libertad. Extrañamente, las estadísticas oficiales tienden a negar la realidad y a llevar a creer que el peligro es menor.
Irrespetos que hacen olas
Tiene el perfil alarmante de comportamiento colectivo el hecho de que cada día el valioso servicio del 9- 1- 1 esté recibiendo hasta 17 mil llamadas telefónicas solo para molestar después que en el primer año de operaciones ocurrieran por millones, muchísimas más que las que llegaron para solicitar atenciones. Indicio de que la falta de civismo se generaliza. De que la gente dispuesta a dañar a entidades aunque sean útiles a la sociedad está por doquier. Se trata de un centro creado para proteger a la comunidad respondiendo con efectividad a sus denuncias y al que tiene rápido acceso hasta un 99% de las personas en las áreas que cubre el 9-1-1 habiendo tantos aparatos disponibles. Lo mínimo que se haga por telecomunicación deja huellas; todos los que sabotean al 9-1-1 son localizables y castigables. Alguna sanción para imponer respeto debe llegarles.