Los nuevos desafíos en la crianza y la educación son enseñar a los jóvenes a identificar dónde están sus riesgos, a qué son más vulnerables, quienes inciden de forma directa e indirecta en el empeoramiento de su desarrollo socio económico, psicosocial y socio-familiar. Si partimos de los conceptos de la inclusión social, la cohesión y del acceso al desarrollo sostenible en los jóvenes; diríamos que a mayor exclusión más riesgos, a menos educación menos empleo, a más temprana edad: sexo, tabaquismo, alcohol o sustancias psicoactivas e incidencia de trastornos mentales.
Los nuevos indicadores de riesgos psicosociales predicen que, aquellos jóvenes que eligen o socializan con amigos/as con problemas de conducta, o eligen parejas con indicadores de alto riesgo, entrarán a procesos de infelicidad o insatisfacción crónica. Así también aumentan los conflictos, desajustes, desarmonía emocional, e infelicidad. Cuando un joven entra en conflicto con el nivel primario: padres, abuelos, hermanos, tíos y primos, etc. se triplican sus factores de riesgos. Como pueden reflexionar, los seres humanos somos una expresión bio-psico-sociocultural; o sea, podemos tener impactos en cualquier esfera, desde el cerebro a la autoestima, desde la relación interpersonal a la laboral; desde la familia al entorno social.
Hoy pueden los jóvenes predecir los riesgos, identificarlos, prevenirlos, disminuirlo y llegar a ser menos vulnerables; y para todo esto, tienen que utilizar el cerebro, las habilidades y destrezas, la fortaleza emocional, la capacidad de gerenciar conflictos y aprender a vivir dentro de ellos, sin llegar a ser parte de ellos. En la diversidad social, ante la automatización, la tecnología, la des globalización y al relativismo ético, los jóvenes tendrían que aprender a ser proactivos, empoderados, con liderazgo para cambiar o gerenciar los indicadores que les afectan. Pero sobre todo, tendrán que construir factores protectores, aumentarlos, identificarlos y saberlos utilizar para disminuir los riesgos. ¿Qué es un riesgo? Es la probabilidad que tenemos de padecer un daño, una crisis, un desajuste, o una circunstancia difícil que nos afecta en cualquier área. ¿Qué es un factor protector? Es lo que nos protege; nos previene, nos fortalece frente a un riesgo.
Diríamos que pertenecer a una familia sana en valores, unida, apegada, con vínculos y sentido de pertenecía, se convierte en un factor protector. Estudiar, prepararse, tener un nivel técnico, y habilidades para contactar con los espacios laborales futuros son factores protectores. Una pareja sana, con proyecto de vida, con hábitos saludables, comprometida, con sentido de pertenencia y valores, es un factor protector. Elegir amigos saludables, afectivos, con vínculos, comprometidos, sinceros, altruistas y solidarios es un factor protector.
Asumir la vida de forma integral, proactiva, gregaria, con visión de helicóptero, para gerenciarla en varias direcciones, que sean vinculantes y participativas, hacia las demandas sociales y proyectos saludables para los jóvenes, son factores protectores. Otros factores protectores lo representa la espiritualidad, vivir asumiendo el ser, no el parecer, practicar la reciprocidad, la bondad, la compasión y servicio por los demás, se convierte en un factor protector que le da sentido a la vida, y se adquiere un sentido de trascendencia social.
La clave es aprender de las inteligencias, de la creatividad, la innovación, el emprendurismo, y las habilidades sociales para construir los factores protectores. Sin embargo, hay que tener presente que el ahorro, la disciplina financiera, las inversiones y economía organizada, pueden practicarla los jóvenes, en el presente y para su futuro, funciona como un factor protector. Es decir, las medidas planificadas que se tomen en el presente repercuten hacia el futuro, ya sean como riesgo, si son malas medida, o factor protector si fueron medidas acertadas, valoradas o bien gerenciadas.
Sencillamente, las medidas que decidimos en cualquier circunstancia dependen de nuestro estado de ánimo, de la flexibilidad del cerebro, del razonamiento, y de la revisión de actitudes para valorar las consecuencias, los riesgos y las vulnerabilidades.
Los jóvenes que aprenden a construir sus factores protectores, crecen con fortaleza emocional, resiliencia social y capacidad adaptativa. Los socorristas saben mucho de esto, si ante la tormenta, ciclones, temblores, terrorismo, eventualidades de todo tipo, responden aumentando y organizando sus factores protectores, evidentemente salen airosos y fortalecidos de las adversidades. El asumir la vida sin factores protectores se es tres veces más vulnerable y más riesgoso. Los Jóvenes líderes tienen que asumir los desafíos construyendo y fortaleciendo sus factores protectores en todas las direcciones.