Dice Jhonny Arrendel, el confeso autor de la falsa noticia que sirvió de base a la campaña difamatoria que mantuvo en ascuas la reputación y el buen nombre profesional de un grupo de periodistas, que su “grave error” fue en gran parte producto de “la efervescencia nacionalista derivada del momento político”, coartada o excusa que, nueve días después, resulta inaceptable.
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Ese “grave error”, hay que decirlo y remarcarlo, no fue solo suyo sino también de quienes la estructuraron, la alentaron y la financiaron, pero no esperemos que salgan a dar lo cara y mucho menos que pidan perdón. Gracias a este episodio, que le dio la oportunidad a mucha gente de mostrar su verdadera cara, la que tratan de ocultar detrás de sus cotidianas imposturas y mascaradas, la sociedad dominicana ahora los conoce mejor; y eso incluye no solo al confeso difamador y sus excusas inaceptables sino también a los que, complacidos y gustosos, se sumaron a ella para tratar de demostrar que todos somos iguales y que todos estamos a la venta del mejor postor.
En cuanto a la “efervescencia nacionalista” que, según Arrendel, lo indujo a equivocarse sin querer queriendo, hay que lamentar que no haya sido mas explícito, pero probablemente sea también otra excusa barata para justificar su infamia, aunque vale señalar que los ultranacionalistas del patio, tan cortos de entendimiento como sobrados de inquina y odio, la hicieron suya de inmediato, tal vez porque les pareció una buena oportunidad para alardear de su patriotería y, de paso, ajustar viejas cuentas con algunos de los periodistas acusados de ser agentes de la Usaid.
En resumen: ese “grave error”, que nunca fue tal, debería tener consecuencias. Porque si eso se queda así, el próximo Jhonny Arrendel que aparezca por ahí puede provocar mucho mas daño todavía y no solo a un grupo de periodistas incómodos, y nunca sentir la necesidad de excusarse, retractarse y mucho menos arrepentirse.