En un verdadero quebradero de cabeza se han convertido los cambios que en el ámbito nacional e internacional da el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en sus casi dos meses de gobierno. Sus órdenes son rayos lanzados por algún dios desde el Monte Olimpo.
El hombre comenzó con su amenaza con expandir EE. UU. hacia Canadá y Groenlandia. Impuso aranceles a México, Canadá, China, Europa y al acero de Brasil. Cambió el nombre al Golfo de México por Golfo de América, busca controlar el Canal de Panamá, y sacó a EE. UU. de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Acuerdo de París sobre el cambio climático. Y presiona a la Suprema para que le permita poner fin a la ciudadanía por derecho de nacimiento.
Puede leer: La paz en Ucrania y la nueva ola imperial
También paralizó la ayuda al exterior y desmanteló la Usaid. Impuso sanciones a la Corte Penal Internacional (CPI), declaró en emergencia la frontera sur y planea retomar el muro. Declaró como terroristas a los carteles mexicanos, y ha comenzado a despachar aviones fletados de migrantes indocumentados cazados en EE. UU. Y ordenó el cierre de La Voz de América.
Sobre el conflicto Israel/Palestina dijo que sacaría los palestinos de la franja de Gaza y convertiría la región en una “Riviera de Medio Oriente”. De Ucrania –tema bien caliente- ha propuesto una tregua al presidente ruso Vladímir Putin para acercar las negociaciones.
En su segundo mandato, Trump ha llegado cargado de iniciativas que desvelan cada día a muchos aliados y enemigos, y sacan de concentración a los mercados.