Venga de donde venga, si un país que se protege de un mal externo que le afecta mucho como es la trata de personas (es el caso de Estados Unidos), acusa directamente a un socio suyo como es República. Dominicana de incurrir en lenidad contra un delito nocivo a la propia sociedad nuestra, lo único que procede es autocriticarse, explicar el súbito descenso del trabajo de las agencias nacionales contra ese mal y aplicar sanciones. Un mal que incluye tratamientos esclavizantes a seres humanos traficados por fronteras y que prostituye jovencitas y niñas interiormente en el marco del turismo mayormente conectado a Norteamérica y Europa.
Washington notó, en el pasado reciente, signos de complicidad de autoridades dominicanas con el tratamiento lesivo a sus propios ciudadanos llevados a maltratos laborales e inmorales y la reacción desde organismos fue oprobiosamente de omisión. De no establecer responsabilidades. Algo grave que el Poder Ejecutivo debe tratar de borrar como mancha para la historia de su gestión es que el Departamento de Estado acusa directamente a las superioridades del Ministerio Público de haber desmantelado el magnífico equipo de fiscales locales que se había distinguido por su eficiencia al perseguir a traficantes. Queda implícito que fueron sustituidos por aquellos que generaron incompetencia e impunidad, daños a la imagen del país, además de desprotección social.
Una rosa para Rosa Duarte
Hace 200 años nació una mujer de bagaje y de entrega patriótica. Rosa Duarte Díez tuvo una destacada participación en sociedades como La Trinitaria, embarcadas en la lucha independentista y siguió los pasos a un amargo exilio a su hermano Juan Pablo, fundador de la República. Sufrió expulsión a perpetuidad de su amada patria. Es símbolo de lealtad a los valores de la dominicanidad y la libertad.
Rosa digna de una rosa: eso es ella y a ello se debe la iniciativa del Instituto Duartiano de invitar a los ciudadanos a depositar mañana una flor en la histórica casa de la familia Duarte, estirpe de grandeza, en la calle Isabel la Católica 304, Ciudad Colonial; un tributo a rendirse bajo protocolo de protección a la salud. Desde las 8.00 a.m. hasta las 5.00 p.m. Un homenaje modesto a quien fabricaba balas para la lucha febrerista.