En la práctica de las autopsias médicolegales suelen darse casos de pifias aún se trate de patólogos con amplia experiencia en el oficio.
El doctor Alan Moritz redactó una serie de advertencias allá por la década de los sesenta de pasado siglo XX. Dichas precauciones fueron el producto de sus propias erratas y también por parte de algunos de sus colegas. Entre los descuidos a recordar figuran algunos que se describen en los párrafos siguientes.
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A) Equivocaciones que tienen su origen en no tener siempre presente los objetivos principales a recordar durante el acto de la necropsia. Dichos propósitos esenciales consisten en determinar la identidad de la persona fallecida. Igualmente lo es el averiguar la hora y fecha en que se produjo el deceso. Es muy importante establecer la causa básica de la muerte, la cual se define como el evento o enfermedad que inició una cadena de alteraciones secuenciadas que llevaron al fallecimiento del individuo. Otro motivo lo es de averiguar si el o la occisa perdieron la vida de modo natural o si fue el producto de un homicidio, suicidio o accidente.
B) Errores causados por no llevar a cabo una autopsia completa. En medicina legal no hay espacio para realizar una experticia parcial; olvidar dicho requisito se convierte en una potencial razón para tener que realizar una exhumación y una segunda autopsia, hecho poco agradable y casi siempre lleno de obstáculos y de debilidades.
C) Errores que son el producto de no tener gran destreza en interpretar correctamente los fenómenos posteriores al fallecimiento de aquellos que han acontecido cuando la persona aún contaba con vida.
D) Olvidarse fotografiar y describir cada uno de los fenómenos morfológicos encontrados en el cadáver. Resulta cuesta arriba para un perito médico forense el convencer a un jurado sin los testimonios objetivos recogidos en el cadáver. Un descuido al respecto pudiera arruinar todo el trabajo del experto médico legal.
E) Falta de peritaje del lugar en donde se recogió el cadáver previo a la realización de la autopsia propiamente hablando. Documentar la escena de un crimen es parte indispensable en todas las muertes violentas que requieran una correcta experticia postmortem.
F) Precipitación al emitir opiniones previo a completar el estudio; escribir o hablar demasiado en lugares que no sean los tribunales, así como emitir juicios de valor a las personas equivocadas.
G) Olvidarse de la gran responsabilidad de resguardar la custodia de la cadena de evidencias. Mezclar casos, confundir o extraviar muestras de humores orgánicos y documentales pueden arruinar toda la investigación del experto médico legal.
H) Incapacidad para distinguir una evidencia morfológica de una interpretación subjetiva. No son una ni diez las veces en que algunos “bien intencionados” suelen confundir las opiniones con los datos palpables y medibles.
I) Subestimar el valor de los rasguños o abrasiones premortales en determinados contextos homicidas o accidentales.
Alguien ha dicho que nadie aprende en cabeza ajena, pero no asimilar los errores del pasado nos condenan a repetirlos en el presente y hasta en el porvenir. Hagamos de las amargas experiencias de antaño verdaderos signos de precaución que nos acompañen en la práctica diaria. Siempre será mejor precaver que tener que remediar.