Hoy cierro mis comentarios sobre el libro “La belleza del camino”, del poeta Genaro Arvelo.
“Imágenes del camino”
Ese título recoge una parte muy corta del libro, con solo cuatro poemas. Destaco particularmente dos de ellos: “Despedida en el camino” y “Las hojas de otoño”. Este último es un curioso experimento verbal de que empieza alegrándose de la natural caída de las hojas:
“Dichosas las ramas
que las ven caer
cuando llega el aire
del amanecer”.
Luego, la tristeza se cruza en el camino al poeta. Este cambio, esta doble visión de un
mismo fenómeno, en vez de dañar el poema, lo hace mejor, pues logra hacer al lector
percibir las dos o más caras que puede tener un mismo fenómeno:
“Abonando el árbol
que les dio consuelo
suspirando triste
su último te quiero”.
“El camino hacia ella”
En este capítulo final del libro, quiero mencionar los que me parecen mejor logrados, que no son pocos, porque, como hemos dicho antes, nuestro escritor tiene una fuerte vocación para el poema de amor, que son los que abundan en esta parte, como señala el título.
En el texto “Mirar de virgen” usa hermosamente la paradoja:
“Tú sabes que no aguanto
la belleza de tu mirar de virgen,
entonces ¿por qué me miras?
Tu mirada
me embellece por dentro”.
Luego, en “Ángel oculto”, brillan estos versos:
“La de mejillas parecidas al agua mansa” (…)
A ti
te pregunto
¿Por qué el amor llevas oculto en tus jardines interiores?
¿Por qué el aliento de tu boca huele a perfume de flor?
Y, ¿por qué yo no aprendí a ser jardinero?”.
También es admirable el poema “Mi efigie interior”, de donde cito los siguientes versos:
“Tanto se clavó el cincel contra mí
Qué hizo de mi alma un triste busto
(…)
Hay dentro de mi imagen
un mundo tan inmenso
que se ve diminuto el universo
(…)
Esa estatua consciente a veces grita:
No por favor, no hagas eso
cuando hacia el fiero mal yo me encamino.
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En “La que hubiera querido” distingo la primera estrofa, que contiene una paradoja de
encantador interés emocional para el lector sensible. Aquí nuestro bardo remeda el viejo
amor doloroso de los poetas románticos, quienes convertían a la mujer en una especie de
tirana que los azotaba con su indiferencia, que hacía sentir al enamorado un esclavo que
se arrodillaba ante sus encantos, y gozaba su dolor:
“Eres tú
la que yo hubiera querido
la que mi alma ha herido
con solo aparecer
como una nube gris
delante de mis ojos”.
Ahora, presento la copia inextensa del mejor poema de esta parte y uno de los mejores de la obra: “El último disparo”, en el cual el enamorado llega hasta lo máximo de su humillación ante la amada.
Se siente un Cristo crucificado, rendido, herido por los disparos de la arrogancia femenina, actitud que lo hace enamorarse más y más en vez de alejarlo.
Destaco especialmente los dos versos finales, que contiene la invitación del enamorado a que lo castiguen y laceren en nombre de su amor.
Copio el poema completo:
El Último Disparo
En la cruz de la mira de un fusil
o se libera a la indefensa presa
o se crucifica a la misma.
Fue puesta aquella cruz allí
para que en cada hombre
veas a Cristo,
para que antes de cazar la presa
dirijas una mirada al infinito
y así, a través de la mira
del cristal celeste
veas una cruz y un crucificado
que te dirá entonces
dispara a mis manos y a mis pies
y pega el último disparo en mi
costado.
Observaciones finales
a) El libro en general no contiene o contiene muy pocos signos de puntuación. Este detalle no me agrada a mí personalmente, porque considero que los signos de puntuación son como las señales de tránsito de la lengua escrita. Sirven para indicarnos las pausas que la lengua hablada hace con silencios y tonos, lo cual es indispensable para que el lector pueda comprender el contenido de las oraciones.
Son tan importantes que con la ausencia o presencia de una coma, punto y coma, punto, punto y aparte, etc., puede cambiarse totalmente el significado de una frase, oración o párrafo.
Esto de no usar los signos de puntuar fue un recurso de los primeros escritores surrealistas, como parte de una pretendida “modernidad”, pero ello no es óbice para entender que no usarlos produce más mal que bien a las letras.
b) Tiene un uso sutil de la rima, que se combina con el verso libre de forma asombrosamente armoniosa. Es un gran riesgo, pues la mente, cuando percibe la rima en unos versos, de manera intuitiva e instintiva exige lo mismo para los versos anteriores o siguientes.
Sin embargo, el poeta Arvelo mantiene el ritmo y musicalidad y uniformidad en la medida de los versos, aun en los que no tienen rima, y ello hace agradable la combinación de versos rimados y libres.
c) Afiliado a la versificación más acudida por la décima y otras formas sencillas de la poesía popular, el poeta Arvelo prefiere el octosílabo y la cuarteta.
Ambas formas facilitan mucho la musicalidad poética, ya que la mente no tiene que esperar mucho para encontrar el final de verso que armoniza con el anterior.
d) Finalmente, felicito a Genaro Arvelo por la calidad de este libro. Y al mismo tiempo, le aconsejo que lea, lea, lea y lea cada vez más a los grandes poetas de la humanidad.
De ese modo, logrará desarrollarse más como poeta, y alcanzar mayores atrevimientos verbales
hasta convertirse en uno de los mejores poetas de nuestra República Dominicana.