Mi estimado amigo el bibliógrafo y escritor Miguel Collado me pidió presentar la novela “Cadena de mentiras”, del escritor Bolívar Ureña. Es su ópera prima narrativa. Se trata de una persona que no se ha dedicado a ser escritor sino abogado.
Con él ocurre algo poco común, pues no ha sido previamente escritor de poemas y cuentos, como habitualmente sucede, sino que ha saltado directamente de 0 a la narración larga.
Por ello, me pregunté: ¿Será verdaderamente una novela? ¿Cómo manejará personajes y situaciones? ¿Tendrá la lengua poética requerida en todo texto verdaderamente literario? ¿Usará bien las estrategias y tácticas propias de los novelistas para mantener la atención del lector?
En sus páginas busqué las respuestas. Ahora les cuento lo encontrado.
Como novela verdadera, está salpicada de elementos que nos motivan e incitan a incursionar en ella: una apasionante historia de amor que no se sale mucho de los vericuetos del común de este tipo de historias, que ha sido tan cultivadas por excelentes, regulares y malos escritores.
Es una amplia diadema tipos novelescos. Desde los esperpentos lacrimógenos de Corín Tellado y los bares vaqueriles donde los matan no más por verlos caer hasta las genialidades erótico-sociales de Gabriel García Márquez y las medianías romanticonas de Isabel Allende.
El resultado es que aun con sus altas y bajas la novela de Ureña posee los elementos que típicamente atraen a los lectores: Interacciones y cambios de personalidades, intrigas y candideces, moralidades e inmoralidades, tristezas y alegrías, sinceridades y traiciones, amores y desamores, consuelos y celos, pasiones y decepciones, y sobre todo muuuuuuuuuchas mentiras.
Son el tipo de chismes de que somos fanáticos los lectores. Son las atracciones que mantienen en tensión y atención a los y las (las para no buscarme problemas con la feministas y bisexuálicos-as-, pandeadas-os- o vilipendiados-as-) amamos la lectura. Ya sea la comercialona y barata o la profunda, encopetada y fina de la que se deleitan en diletar los diletantes, escritores y lectores. Ora comparones, ora presumidos en tardes de té, de café… o de vinos cuando ya avanza la noche hacia el delirio de tilicos o etílicos.
PERSONAJES PRINCIPALES CON NOMBRES EXTRAÑOS
Como toda novela que se precie de tal, “Cadena de mentiras” es un entretejido de historias que giran alrededor de una central. De la mujer llamada Glemar Moder y sus relaciones amorosas con un hombre: Pedro Sagrav, y su hija Anee Sagraf Moderp, su novio Ravil y su compañero de trabajo Onil.
Como he dicho, lo primero que me llamó la atención fueron los nombres de los protagonistas. También el del felino: Ocelote. En el caso de la señora, nombre y apellido son poco comunes en nuestro medio, y yo diría que en la lengua castellana en general. En el caso del señor, el nombre Pedro es, naturalmente, muy común, pero su apellido es extraño. Observándolo bien, me di cuenta de que es la escritura reversa del apellido Vargas.
Me resultó extraño el recurso, porque toda ficción aspira a parecer real, y de hecho, uno de los medios más importantes para lograr que el lector se deleite es que el escritor logre “allantarlo”, como diríamos los dominicanos, con que todo lo narrado de alguna manera ocurrió en la realidad. Y el uso de nombres que el lector conoce, ayuda a la verosimilitud de lo contado.
Pero parte del rol de un creador es romper esquemas establecidos. De modo que usar nombres raros puede ser un desafío a la forma habitual de escribir que, si el escritor tiene suficiente miaja, talento y dominio de su trabajo, puede, en vez de dificultarle su comercio con el lector, ganarse por ello un mérito especial. De modo que el uso de nombres extraños no es ni bueno ni malo, sino que depende de cómo se haga.
Como novato en el trabajo de escribir, creo que el autor lo ha hecho sin pensar en todas estas reflexiones que me han provocado esos nombres, sino espontáneamente. Esto muestra en el autor un rasgo positivo: tiene intuición creativa; otro negativo: debe leer más novelas maestras.
Confieso que esos nombres raros no me impidieron disfrutar la obra. Y ahora solo tengo la curiosidad de saber de dónde sacó esos nombres y apellidos. Agrego que, en ese contexto, me resulta extraño que otros nombres de la novela no son exóticos. Son comunes: Orlando Pérez, Felipe, Julián, Manuel Durán, Isabel Sagrav, María, Bartolo, Joselyn Sagrav, Sandra, Pocahontas, la Dulcinea del Quijote, Jorge. El próximo domingo, continúo el análisis.