ALERTA. Vuelta atrás del tiempo y polivalencia del azul

ALERTA. Vuelta atrás del tiempo y polivalencia del azul

Juan Freddy Armando

Sigo mi exposición de las palabras de presentación que pronuncié en la puesta en circulación del libro “La belleza del camino” del poeta Genaro Arvelo. En el artículo anterior, empecé a comentar la sección del libro titulada “Camino azul y cielo blanco (Veinte poemas azules y un cielo blanco)”. Ahora, continúo tratándola.

El carácter unilineal del tiempo

A partir de esta zona del libro, los poemas se vuelven más cortos y fuertes, muy maduros y emocionalmente hondos, de modo que se presentan con mayores posibilidades de lograr el sueño de todo poeta: que el lector pierda su personalidad, abandone su ser y se convierta en el escritor, se identifique con sus decir de tal modo que sienta como propios los versos y así pueda disfrutarlos con la idea subliminal, secreta, invisible, sutil, de que son de él, y pueda gozarlos con el orgullo y la pasión de que está leyéndose a sí mismo.

Los que me parecen mejores en esta sección de la obra son “Azul desvelo”, “Pichoncito azul”, “Reloj azul”. Este último contiene la valiosa idea de que el poeta logra hacer con el tiempo lo que en la realidad este no permite: volver atrás.

Porque el tiempo como dimensión se diferencia del espacio en que en este podemos avanzar y retroceder, ir hacia atrás o hacia adelante. Pero el eterno conteo de los segundos, minutos, días, años, siglos, es un tirano unilineal, obstinado en una sola dirección, ya que el “plátano maduro no vuelve a verde”, como inteligentísimamente dice el pueblo en su sencillo pero hondo pensar (quién sabe si más sabio que el tanto reflexionar y leer de los filósofos en su comparonería de pensarse más cultos que los demás) que con tanta frecuencia acierta más que los pretensiosos académicos.

Este brevísimo y valioso poema se atreve a llegar más lejos que la canción que tal vez le sirvió de telón de fondo, “Reloj, no marques las horas”, de la exquisita inspiración del mexicano Roberto Cantoral. Porque aquí, más que no marcar las horas, Genaro Arvelo les pide a las manecillas que las vuelvan hacia atrás, en aras de volver al amor perdido. Es decir, que su locura es peor, y por eso mejor.

En la libertad del poeta hay licencias que llegan tal vez más lejos que las otorgadas por los críticos. Es lo que ocurre con el texto “Luna azul”. Es decir, a lo largo de esta parte del libro, el azul es lo tierno, sublime, celestial en armoniosa sinfonía amorosa. Sin embargo, en este el azul simboliza algo doloroso. Es excelente. Helo aquí completo:

LUNA AZUL

Yo regresaba de un largo viaje

y, sin saber, su luz azul me perseguía;

los dos corrimos a la caverna

oscura de la noche.

Cuántas veces intenté evadirla,

pero sin querer la luna y yo

nos encontraremos en la misma puerta

de la esperanza muerta.

Otros valiosos poemas son: “Pensamiento azul”, “Haz de luz azul”, “Canto azul”. Los mismos están hondamente marcados por la tristeza. En cambio, en los dos posteriores, el poeta recupera el sentido tierno, sublime y positivo de lo azul. Se trata de “Preludio de príncipe azul” y “Cielo blanco”.

“Camino a Joba”

Así como es muy probable que un genial ingeniero de vocación fracase si pretende ser un exitoso escritor de ficciones, poemas o ensayos filosóficos (con sus excepciones, como Sábato y Santayana). Igual sería golpeado un médico por el mismo estrépito de la derrota si pretende ser matemático, semejante al matemático que se presuma agrónomo.

Es decir, en literatura como en la vida, sucede que muchos autores son brillantes en un tema y desastrosos en otros. Buenos bardos sociales muchas veces son malos en lo amoroso (aunque haya también sus excepciones, como Neruda o del Cabral), por lo cual cada escritor debe aprender a auto-observarse, estudiarse, analizarse, de modo que pueda descubrir en qué temas o enfoques luce fuerte y en cuáles débil.

Digo todo eso como prolegómeno para señalar que, siendo sincero como acostumbro a ser, creo que estos poemas del capítulo titulado “Camino a Joba” son de los más débiles del libro. Pues me parece que, obviamente, Genaro Arvelo tiene más vocación para lo amatorio (a pesar de la edad “provecta” en que publica este libro) que para el verso social.

Por ello, pasaré esta parte del libro sin destacar ningún poema en particular.

El domingo que viene, publico la parte final de mi presentación del libro “La belleza del camino”.

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