Todos los que conocen mi trayectoria política, pública y privada de más de 50 años, saben que siempre he sido una persona humilde, correcta, prudente, comedida, decente, tolerante y respetuosa de la ley, que cumplo con todos mis deberes de ciudadano para poder exigir los derechos que me corresponden.
Desgraciadamente, el pasado martes a eso de las 5 de la tarde, cuando mi hijo Pablo Alfredo y yo regresábamos desde Santo Domingo hacia La Vega por la Autopista Duarte, próximo a Manoguayabo, en el vehículo de su propiedad, fuimos víctimas de una gran desconsideración, abuso, ultraje, humillación, agresión, atropello, irrespeto, ofensa y vejamen, por una patrulla motorizada, compuesta por cuatro agentes de la Policía Nacional, la cual nos ordenó detener. Nos detuvimos de inmediato a la derecha de la vía.
Los cuatro agentes, como perros rabiosos nos preguntan si somos militares y si portamos armas de fuego. Les respondemos con mucho respeto y cortesía que no. Nos piden los documentos de identificación y salir del vehículo.
Les preguntamos que cual era la razón, porque no hemos cometido ninguna infracción a la ley ni delito alguno. De manera agresiva nos responde uno de ellos que quieren requisar nuestro vehículo y que el reglamento de la Policía los faculta a ellos hacerlo.
Les decimos que esas no son sus funciones y mucho menos, sin la presencia de un fiscal, que su rol es proteger a la ciudadanía y enfrentar la delincuencia, no las de molestar ni maltratar a ciudadanos correctos y de trabajo, que conducen correctamente; que es muy penoso y lamentable que habiendo por doquier tantas violaciones a las leyes, tantos actos delincuenciales, ellos se ocupen de detener y humillar a ciudadanos indefensos sin causa alguna.
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Me identifiqué y les mostré todos mis documentos, explicándoles que quien me acompaña es mi hijo, que es ingeniero civil, que venimos de realizar un trabajo; que he ocupado diversas funciones en el Estado dominicano, como es la de gobernador de La Vega, diputado, miembro de la Cámara de Cuentas de la República, embajador ante la Cancillería, miembro del Parlamento Centroamericano, entre otras, por lo que una persona con ese arraigo acumulado no puede ser un delincuente ni traficante, que es el tratamiento que ellos nos dieron.
Además, los delincuentes no andan identificados y son conocidos por la Policía. Nosotros no tenemos aspectos de delincuentes, que nunca nos hemos visto involucrados en un escándalo público y que nos daba pena y vergüenza que en un país en el que ocurren tantas violaciones a las leyes y actos delincuenciales, ellos se dediquen a molestar, detener y a maltratar a ciudadanos decentes, correctos y de trabajo.
Ninguno de esos argumentos fueron tomados en cuenta. Aun así, penetraron al vehículo, removieron y violentaron todo en su interior y solo encontraron herramientas e instrumentos de ingeniería.
Les expliqué que siempre he sido un colaborador con la Policía, que he tenido a mi servicio oficiales de la institución y a todos les he brindado un trato digno, decente, humano y los he ayudado, que con esa actitud se le hace un flaco servicio a la tan deteriorada imagen de esa institución, en un momento en que se está aplicando una reforma policial, aumentando la desconfianza, la falta de credibilidad y temor, pues se asemeja a como actúa la delincuencia, y en un país donde los ciudadanos no creen en las autoridades policiales, es una sociedad que va por un camino equivocado.
En medio de la gran indignación que este hecho me ha causado, condeno enérgicamente el irrespeto, maltrato, abuso, vejamen y la desconsideración, que por primera vez en mi vida he sido objeto por parte de una patrulla de la Policía Nacional, conformada por sujetos enemigos de la institución, con fines desconocidos e inescrupulosos, contrarios a la Constitución de la República, en total violación a los derechos civiles, humanos y al libre tránsito de los ciudadanos.