Durante las últimas cuatro décadas, nuestro sistema político era uno de los más estables de la región. Por momentos quizás el más sólido, pero desde el inicio de la debacle del PLD, esta circunstancia ha ido cambiando significativamente. Diversos indicadores permiten afirmar que entre los partidos que competirán en el próximo torneo electoral, el PRM es el mejor situado, pero este proceso lo enfrenta con dificultades que no tuvo en las pasadas elecciones e igualmente, los partidos que se le enfrentan también tienen serios problemas.
Los principales partidos que hasta el momento serían la competencia al PRM, tienen difíciles inconvenientes internos y de imagen pública por resolver. Uno de ellos, el PLD, tiene muchos exfuncionarios de su Gobierno imputados por la Justicia y señalados por la opinión pública por graves imputaciones de actos de corrupción. Otros viven la angustiosa espera de un llamado del Ministerio Público que dan por seguro e inminente. Esa espada de Damocles pende sobre ciertos dirigentes, inmovilizándolos y obligándolos a la invisibilidad, mortal para cualquier partido.
Fuerza del Pueblo (FP) tiene un proceso de vida interna sin mayores sobresaltos y creciendo a costa del sostenido desprendimiento de peledeístas, básicamente, pero tiene dos graves hándicaps: primero, un significativo abanico de fuerzas sociales y políticas entiende que el presidente de ese partido no puede ser desligado de los desafueros de los gobiernos del PLD, que tanto rechazo generan en la población, porque él estuvo al frente de 3 de los 5 de ese partido.
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FP es un buen ejemplo del concepto partido persona. Sin su presidente, esa colectividad tiene un futuro decididamente incierto.
En cuanto al PRM, su Gobierno no da muestra de definir una política de defensa y potenciación de lo público frente a la acción casi siempre corrosiva de lo privado imprescindible en estos tiempos y lo que signa la política de gran parte de los emergentes gobiernos de la región. Siendo un partido en construcción, no ha sabido hacer acopio de lo fue el elemento que daba vitalidad y permanente subjetividad a la militancia: la unidad en la diversidad, tan cara a Peña Gómez.
Las llamadas fuerzas alternativas no logran superar sus ancestrales falencias: propensión a las pendencias que provocan fragmentación y espíritu de capilla, lo cual limita las posibilidades de aprovechar el cuadro arriba descrito.
Caminamos hacia una crisis de partidos y del sistema sin que se avizore no solo su superación, sino también hacia dónde podría conducirnos ese caminar.