La evolución de la especie y el rasgo biológico distintivo entre la hembra y el varón, fenómeno natural que ha permitido la perpetuación de la especie, comenzaron a ser modificados en la medida que avanzamos en la escala filogenética. El ser humano y el cerebro evolucionan, aparecen el pensamiento, el juicio crítico, la moral, la ética, las ideologías, las religiones, la organización política y económica que condicionan, moldean e inciden en el sistema de creencias, en los comportamientos y las actitudes de los seres humanos.
El hecho biológico, ser hembra o ser varón, y el mandato de la reproducción de la especie, no quedaron exentos de las influencias ideológicas, económicas y políticas. El patriarcado, el capitalismo, el socialismo, el postmodernismo y el fenómeno de la globalización forman parte de la ecología humana. Imposible ser o no ser sin las influencias de un sistema ecológico del que formamos parte como sujetos y como un todo que se relaciona y se influye mutuamente.
El modelo ecológico de Urie Brofrenbremner (1987), modelo de cognición y desarrollo humano, ha sido adaptado como una de las teorías explicativas de la violencia intrafamiliar y de género, dado que explicar la violencia requiere de un abordaje multicausal para comprender el fenómeno de la violencia. Quintero y Carbajosa (2008) consideran que: “El modelo ecológico busca ser una perspectiva integradora de los aspectos culturales, sociales, familiares e individuales de la conducta violenta” (p. 94).
Este modelo plantea que existen tres niveles que median entre el individuo, la cultura, las instituciones y la familia, integrados en el macrosistema, el exosistema y microsistema, subestructuras que se interrelacionan y que se refuerzan mutuamente y forman parte de la ecología de los individuos y el desarrollo humano.
El primer nivel o Macrosistema, que comprende un contexto más amplio, la organización social, los sistemas de creencias e ideas imperantes de una cultura, los cuales permean e impactan en todos los estratos sociales. Los patrones culturales legitiman la desigualdad de género y la asimetría de poder ejercidas sobre la mujer, sustentada por el patriarcado que remite a una relación entre un grupo considerado superior y el otro subordinado. (Corsi, 1999; Amato, 2007; Quintero Turinetto y Carbojosa Vicente, 2008; Quintero y Carbojosa, 2008; Pérez Viejo y Montalvo Hernández, 2014).
El segundo nivel o Exosistema, que incluye las instituciones educativas, los medios de comunicación, los ámbitos laborales, las instituciones recreativas, los organismos judiciales y aquellos que velan por la seguridad ciudadana. Este subsistema o subestructura se caracteriza por su función mediadora entre la persona y la cultura. (Ibíd.). Las instituciones sociales, las escuelas, universidades, iglesias, instituciones públicas y privadas que transmiten las pautas culturales que normalizan, justifican, legitiman la violencia contra la mujer y la relación asimétrica en la pareja.
El tercer nivel o Microsistema se refiere a las relaciones intrafamiliares, las formas devinculación afectiva, los roles, los estilos interaccionales y de comunicación, las características individuales, las historias personales y los factores biológicos. (Ibíd.).
Los medios de comunicación cuya función es informar, educar, crear opinión, trasmitir valores y verdades partiendo de la cultura asumida como sistema de creencias, se basan en el modelo ideológico imperante, que no escapa a los prejuicios, mitos e ideas distorsionadas sobre la mujer. Ese modelo repliega a la mujer a una posición de inferioridad y subordinación mediante el proceso de socialización de los estereotipos según su género y la legitimación de la violencia. Estos sistemas se encuentran organizados y validados de generación en generación, constituyéndose como idiosincrasia cultural que permea las relaciones familiares y de parejas, sustentadas en la desigualdad de poder y en los derechos humanos entre mujeres y hombres.
Dallos, R. (1996) en su libro Sistemas de creencias familiares refiere que las personas construimos significados y damos sentido a algo que está ocurriendo a nuestro alrededor, asignando un significado a lo que experimentamos y a las acciones de los demás, lo que permite interaccionar con el mundo. El referente es un conjunto de significados internos.
Indica que las creencias engloban dos aspectos: “Primero es que la creencia contiene la idea de un conjunto perdurable de interpretaciones y premisas acerca de aquello que se considera como cierto. El segundo, relacionado con el primero, es que existe un componente emotivo o un conjunto de afirmaciones básicamente emocionales acerca de lo que ´debe´ ser cierto”.
¿Qué se transmite desde las ideas asumidas como ciertas sobre la relación de pareja y la construcción de los vínculos emocionales entre hombres y mujeres? ¿Qué implicación tiene el que una mujer decida poner fin a la relación con su agresor? ¿Está tan arraigada la dominancia y poder de un hombre sobre su pareja que se justifiquen la violencia o los feminicidios?
Vivimos en un mundo que interpretamos a partir de nuestras experiencias, las cuales ordenamos y a las que atribuimos significados, las hacemos nuestras y luego las proyectamos sobre las personas o acontecimientos. “Una concepción del mundo representa, pues, la síntesis más universal y compleja de miríadas de vivencias, influidas por otras interpretaciones, convicciones y adscripciones de valor y sentido de los objetos de nuestra percepción -derivadas de aquellas vivencias-, de las que la persona interesada es capaz: es, en el sentido más directo e inmediato, el resultado de la comunicación” (Watzlawick, P., 1980).
Los medios de comunicación forman parte de la estructura influenciadora en las percepciones de las personas que leen, escuchan y hacen juicios de valores desde el sistema cultural ideológico, económico y político imperante. Los comunicadores informan influenciados por el mismo sistema de creencias personal, aprendido, vivido y socializado que refuerza la percepción, el juicio crítico y la conciencia, sobre los temas asociados a la violencia contra la mujer. Desde esta óptica, informar a través de un medio puede representar en los receptores la verdad absoluta.
La percepción del hombre y de la mujer como individuos con los mismos derechos humanos ha creado toda una revolución en los paradigmas tradicionales, pero no todos vamos en el mismo camino. Lo que antes era asumido como una verdad, hoy es cuestionado desde la perspectiva de género. Por lo que se entiende que abordar la violencia contra la mujer desde las creencias erróneas es revictimizante, se asume como distorsión o sesgo cognitivo: De acuerdo con Fernández Montalvo y Echeburúa (1997), las creencias distorsionadas sobre los roles de género e inferioridad de la mujer legitiman la violencia como forma de resolver conflictos.
¿Inciden las distorsiones cognitivas en los profesionales responsables de investigar, cubrir e informar a través de los medios de comunicación en los casos de violencia contra la mujer en la relación de pareja?
¿Qué hemos observado a través del seguimiento a los medios de comunicación escritos y redes sociales en los casos de feminicidios y en violencia de género en los primeros nueve meses de 2016?
Veamos. Información incongruente entre algunos titulares y texto ampliado como:
“Hombre atropella expareja por colegiatura”. Cuerpo de la información: “Un hombre está acusado por la Fiscalía del Distrito Nacional de violencia de género contra su expareja, a la que habría atropellado voluntariamente con su motocicleta luego de que le reclamara el pago de la colegiatura de sus hijos” (Hoy, martes 9 de agosto de 2016).
Primero, observamos que el título es confuso, no remite a la violencia contra la pareja. Es un mensaje que intenta ocultar o invisibilizar la violencia. Segundo, posiciona a la mujer como la culpable de este intento de homicidio en su contra porque le reclama al exmarido la manutención del hijo de ambos. Se obvia que este padre no cumple con su deber y la responsabilidad del bien supremo del niño y su sano desarrollo.
Como abordaje confuso del hecho noticioso, podríamos ver este caso. Titular: “Mujer fue asesinada delante de su hija”. Cuerpo del texto: “Marisol Zapata Lora, de 31 años, fue asesinada este martes por su pareja frente a su hija de un año y una anciana, a la cual cuidaba por el agresor Keldin Plasencia, de 22.” (El Caribe, miércoles 15 de junio de 2016)”. Ampliación del texto de la noticia: “… un hombre que se presentó al lugar del hecho y se identificó como su esposo, quien aseguró que su esposa le había contado que era asediada por el joven y que lo había rechazado en reiteradas ocasiones”. Nótese que no queda claro quién es el feminicida ni la relación de la víctima con este.
Observemos otro prejuicio informativo, que consiste en poner en duda la reputación de la mujer: “Mata exconcubina de un disparo. La mujer asesinada departía con un grupo de amigos en terraza”. Texto: “Tenían separados unos 7 meses” (El Nacional, lunes 6 de junio de 2016). Deja en la interpretación de los lectores que ella es la culpable, cuando ella tenía derecho a disfrutar de su autonomía después de tener meses separada. Deja entrever que ella se lo buscó por su comportamiento.
Otro fenómeno interesante es el que apunta a justificar y desculpabilizar al feminicida: “Hombre mató a su esposa, a una de sus hijas, a la suegra y a una vecina: habría cometido el hecho para evitar que su esposa viajara al exterior. Un viernes de horror en el sector El Almirante, SDE” (Diario Libre, 3 de septiembre de 2016). “Canela alegó que fue el ´diablo´ que se le metió en la cabeza, a pesar de que a su expareja ´la amaba con todas sus fuerzas´” (El Nacional, 29 de septiembre de 2016). Coloca al autor del crimen fuera de sí; el hecho recae en el demonio; no es responsabilidad del feminicida, sino que quien provoca es la mujer que se iría, lo que validaría el acto de quitarle la vida a la mujer. Sugiere que él es víctima del demonio y de la mujer.
Otra forma de eludir la violencia de género en los medios es la de desculpabilizar al agresor: “Omega dice nunca ha habido hechos que lo acusen. Dice que esta vez lo obligaron a firmar un acuerdo” (Hoy, 18 de septiembre de 2016).
Los medios de comunicación inciden en las percepciones de los lectores como fuente creíble de los hechos de violencia contra la mujer, pero, si el abordaje de los feminicidios y de los casos de denuncias por violencia son asumidos e interpretados desde un sistema de creencia cultural que distorsiona, desculpabiliza al agresor y cosifica a la mujer en los estereotipos tradicionales de subordinación e inferioridad ante el hombre, se estaría contribuyendo a normalizar los feminicidios y la violencia basada en el género.
Estas informaciones pasan al inconsciente colectivo, se interioriza la información, los lectores se la apropian, la asientan de manera profunda e íntima en el pensamiento y los sentimientos de la colectividad.
Nuestra propuesta hacia los medios de comunicación se sustenta en un abordaje justo y ético ante los feminicidios y la violencia contra la mujer, sobre todo la que ocurre en las relaciones de pareja o exparejas.
Eliminar el sensacionalismo, visibilizar la violencia sin atribución de la culpa a la mujer y desculpabilizar al hombre que comete los hechos criminales. Evitar normalizar, naturalizar, ocultar y encubrir la violencia que sufre la mujer.
Que el abordaje del hecho noticioso se fundamente en los derechos humanos de las mujeres y que la moral de la mujer no sea cuestionada. Eliminar fotos o dibujos sangrientos y atemorizantes.
Es importante destacar que a pesar de que aún nos encontremos con abordajes noticiosos revictimizantes y que desresponsabilizan al agresor, hemos notado una modificación en el enfoque, lo que ha favorecido a crear en la opinión pública un rechazo hacia los feminicidios y a la violencia contra la mujer, así como a incidir en la toma de decisión de la mujer a interponer la denuncia y a buscar ayuda.
La concienciación sobre la violencia contra la mujer, sobre todo en la relación de pareja, ha sido conocida y ha creado actitudes críticas en la población y en los profesionales de la comunicación.
En la actualidad, los medios de comunicación se han convertido, a nuestro juicio, en aliados contra la violencia de género y los feminicidios, asignándoles una cuota importante como son: primeras planas, páginas enteras, noticias destacadas y un apoyo notable a las instituciones, tanto del Estado como el de la sociedad civil con la finalidad de contribuir a la visibilización y eliminación de la violencia.
Con la contribución de los medios de comunicación como influenciadores en las percepciones sobre la violencia en la pareja esperamos concienciar y sensibilizar acerca de este lamentable flagelo social. Modificar la simetría de poder basada en la desigualdad de derechos humanos y modificar los estereotipos rígidos machistas y femeninos que confinan al hombre al dominio y el control y a la mujer a la subordinación y a un sometimiento lacerante.