Arte, pandemia y poder

Arte, pandemia y poder

El artista, dado su naturaleza sensible, se expresareflejando y dando respuestas a los problemas de su tiempo:reaccionando, protestando, estimulando cambios en busca de un mundo mejor, justo y equitativo.Y es que la naturaleza del pensamiento del artista es soñadora, utópica. Pero el arte y el poder tienen la vinculación de contrarios: mientras el poder impera, aplasta y limita; el arte muta, se manifiesta y libera.

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El arte como mecanismo, como propulsor de cambios, muestra las pulsiones culturales y la historia de los pueblos; habla de las naciones y sus sentimientos, de los poderosos y los oprimidos. Los enfrentamientos entre la sociedad y el poder de mano demoledora, élites sin límites, ni miedo de mostrar sus excesos, se exacerban en épocas de crisis. Muestra de ello son las pandemias del pasado en las que elefecto sobre el ser humano fue tan devastador que el arte se plegó frente al dolor que se vivía.

La muerte fue exhibida como figura protagónica que se encargó de castigar la maldad del hombre que para muchas de las religiones occidentales nace pecador. Arte proveniente de un sentido de culpa en el que la fugacidad de la vida humana fue tema recurrente.

Hoy vivimos los estragos del COVID-19, el peligro de morir se promociona como inminente. El miedo y la fragilidad cohesiona las respuestas de la sociedad que reacciona con obediencia a los imperativos del poder local y global. A simple vista, parecería que prueban los niveles de tolerancia: ¿hasta dónde permitirá la sociedad que la controlen y cuándo se dará cuenta de que con frecuencia está siendo manipulada? La pérdida de la libertad nos mira a la cara y se burla de nosotros.

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El ser humano se encuentra en riesgo de perder los más preciados tesoros: la propia vida, la familia y la libertad. Este último, incluye la alta posibilidad de perder el trabajo y su forma de vida.Al respecto, Sergio VillenaFiengo asevera:
“Se nos impone la hiperconexión en una red global, a la que debemos estar conectados permanentemente y en la cual estamos sometidos a nuevas formas de vigilancia y manipulación, como decía Deleuze.

Para cumplir con esta exigencia, que a diferencia de las medidas de aislamiento y confinamiento -es un rasgo inédito en la historia de la humanidad- se nos imponen requerimientos materiales, cognitivos, sociales y emocionales” (Villena-Fiengo, 2020, pp. 68-69).

Gran parte del arte de la pandemia es un arte transitorio que existe por las circunstancias históricas que marcan este momento. Solo quedará el recuerdo individual de las nuevas expresiones surgidas de la necesidad de la gente de darle una forma a su dolor, impotencia e ira soterrada. Bien nos viene recordar las palabras de Charles Baudelaire (1972), “…el tiempo se encarga de destilar lo verdadero, lo invariable, lo poético. El resto será desechado como han sido desechados los cuerpos: en una fosa común.”

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En el arte inminente que ha surgido no vemos la exageración, lo grotesco, el dolor, el absurdo que se vio en las pandemias previas.María Victoria Guzmán (2020), experta en memoria cultural, identidad y representación, filósofa y esteta nos recuerda que…
“El arte es una herramienta lenta, que no actúa de inmediato, sino que requiere experimentación, análisis constante, deconstrucción de estereotipos y esquemas de pensamiento. El arte necesita tiempo y espacio para expresarse, y plenitud para dar en mensaje que debe dar en los tiempos de grandes crisis” (párr. 6).

Si todo lo anterior es cierto, el verdadero arte de la pandemia está por venir…
Los periódicos han hecho grandes esfuerzos en impulsar el arte en tiempo de pandemia. El “Washington Post” y “El Guardián”. tuvieron la creativa idea de invitar a sus lectores a reimaginar “grandes obras de arte” utilizando objetos del hogar. Acto lúdico que suma valor a la cultura en tanto que la gente va en busca del buen arte para teatralizarlo y fotografiarlo.

Los museos cerraron sus puertas por meses y muchos de ellos tomaron la iniciativa de comunicarse a través de exposiciones con el uso del Internet y de la Inteligencia Artificial (I.A.). Las exposiciones de inmersiónrealizadas en los últimos dos años fueron puestas a la disposición del público por las redes sociales.La I.A. desplegó sus potencialidades para la cultura.

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Los museos digitales de París y Japón han brillado en todo su esplendor. Concentraron sus esfuerzos en el uso de la tecnología para volver a las obras del pasado. De vuelta al sol, con exposiciones impresionistas como la de Vincent Van Gogh; a la fuerza del simbolismo, pintura de ideas, sintética, subjetiva y decorativa como la de Gustav Klimt.
A finales del 2020 la sociedad se niega a mostrar el rostro de la depresión, indefensión, miedo a lo desconocido y los efectos radicales de la cuarta revolución industrial y la pandemia.

El arte de la calle presenta la vida en el hogar, también, a los profesionales de la salud como héroes comparados con los superhéroes de Marvel, arte colorido donde la oscuridad no juega un papel importante. Alegres colores en tiempo de crisis.La mascarilla, los desinfectantes y otros medios de protección se convierten en objetos de moda, porque la enfermedad del consumismo convive con el COVID-19. Los pocos casos extremos muestran pacientes encamados.

El arte de la actualpandemia nos dice que no nos preocupemos, que todo va a salir bien. No es un arte de muerte.

Por otro lado, colectivos de artistas de todas las ramas (música, teatro, artes plásticas…) realizan reuniones y manifiestos en busca de proteger a los artistas y su oficio.Estamos viviendo la época de transición más radical que el mundo haya vivido, pero no han surgido movimientos artísticos de respuesta.

La robótica, la ciencia, la manipulación genética de humanos, animales y plantas se expanden, la singularidad y el transhumanismo están al doblar de la esquina, mientras el arte se encuentra pasivo frente a los grandes y transcendentales cambios que la sociedad está experimentando.

Al mismo tiempo, el arte realizado por la mente humana parece perder terreno frente al arte procedente de la I. A.

La dificultad que tuvieron los estudiosos de antaño como Charles Perrault (1688) para medir las artes con el tiempo del progreso, ya no existe.

La frase de que “cada época con sus gustos y sus costumbres” ya no aplica. Hoy, el gusto se crea a base de publicidad. Hoy, el arte es indisociable de la tecnología que suma valor al artista, pero lo enfrenta el terrible riesgo de ser sustituido por la I.A.

El arte de pandemia del siglo XXI (a ocho meses de la aparición del COVOD-19) emerge como una mimesis simple,directa yde una realidad escapista. Al observar las obras publicadas en los medios digitales parecería que hemos vuelto a una especie de Pop-Art (Arte popular) inspirado en la estética de la vida cotidiana y los bienes de consumo de la época, así como objetos culturales mundanos llenos de coloridos llamativos.

En esta pandemia la tecnología nos define más que nunca, a pesar de nosotros mismos. El capitalismo extremo sigue impregnado en nuestras mentes y el consumismo nos sigue corroyendo.

Se trata de un arte de desahogo (catarsis). Todos se sienten artistas y los medios de las redes sociales les brindan nuevas herramientaspara difundir su arte. La poesía se crea, recrea y multiplica como la pólvora. Múltiples grupos de poetas y aspirantes a poetas día tras día leen poesía en las redes. Se trata de sesiones maratónicas que a unos deleitan y a otros hastían.

Sobre la situación del mundo,Franco Berardi, filósofo italiano experto en medios de comunicación, afirma:
“La recesión económica que se está preparando podrá matarnos, podrá provocar conflictos violentos, podrá desencadenar epidemias de racismo y de guerra…No estamos preparados culturalmente para pensar el estancamiento como condición de largo plazo… Ahora, podríamos muy bien pasar a una condición de aislamiento permanente de los individuos, y la nueva generación podría internalizar el terror del cuerpo de los otros” (2020, p.40).

Concluyo invitándoles a reflexionar sobre las siguientes preguntas: ¿Acaso el siglo XXI ha traído consigo nuevas fuentes de miedo y terror?¿Qué quedará para la historia de los pueblos, para las futuras generaciones de esta pandemia del COVID-19? ¿Qué tipo de recuerdos y sentimientos albergará el arte último y definitivo de esta pandemia?…

(Fragmento de la conferencia presentada por Ofelia Berrido. XV Simposio Internacional de Historia y Crítica de Arte de la UASD Homenaje al Arq. Eugenio Pérez Montás)

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