Caín
-¡Aaatención!-, exclamó el general Navaja dirigiendo la mirada ante el modesto pelotón. En la pared, al fondo del cementerio, Pedro Blanco mantenía su garbo pese al hambre y la deshidratación. Rehusó que le vendaran los ojos y sonrió cuando el general Navaja caminó hasta él con el paso calculado, el porte impreciso, embriagado por una […]