Cámara e ingenuidades

Cámara e ingenuidades

Guido Gómez Mazara

Más allá del carácter constitucional, la cámara de cuentas representa la certificación ética del manejo de los fondos públicos. En esencia, la disputa y pulso relativas a la escasa cohabitación de los titulares obedece al marcado interés de tener control de las auditorías, como fuente que evita perturbaciones penales a los funcionarios.

Por eso, la fatal tradición de anteriores gobiernos que orientaron su estructuración en el orden de obedecer a los inquilinos del palacio nacional, y un dato que lo explica todo: el principal incumbente durante la gestión sustituida hace dos años tenía vínculos de estrecha familiaridad con José Ramón Peralta.

La triste realidad radica en una clase política culturalmente acostumbrada a controlar instancias de estratégico interés.

Incluso, cuando los órganos colegiados exhiben rostros independientes, se orquesta una mayoría obstructora capaz de dislocar toda intención de adecentamiento en la consecución de retrancar iniciativas libres de lazos con la politiquería.

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El actual cuerpo directivo de la Cámara de Cuentas ha sido penetrado por la marrullería. Y de paso, si los mecanismos de control hubiesen hecho la tarea resultaba muy fácil identificar lazos y colindancias asociadas con gente procesable.

Ahí anda el tranque, y de llegar a un juicio político, tendríamos retardos técnicos que favorecen el calendario de los seducidos por dilaciones sedientas de ambientes electorales favorables. Es válido pensar, que la sal salga más cara que el chivo.

Los desafíos del modelo democrático están pautados por segmentos que se resisten a dejar fluir la institucionalidad. Y un sistema de partidos con una supervisión efectiva en el manejo de fondos produce nuevos exponentes, conducidos por parámetros y niveles de transparencia validados por una mayoría ciudadana.

Retardar auditorías, generar modalidades de nueva elección podrían ser una salida ideal, pero de efectos gananciosos en un sector partidario que sabe de las consecuencias en la medida que se ausculta efectivamente los fondos bajo su control.

Así ganan y se salen con la suya los de siempre. Todo el andamiaje chismográfico alrededor de la Cámara de Cuentas pretende posponer una salida inteligente que, sin importar las opciones institucionales, no defina con certeza la voluntad de que las auditorías realizadas envíen al banquillo de acusados al ejército de corruptos, siempre dispuestos a salirse con la suya.