Hay crisis del pensamiento, pero también de las ideas y de los ideales. Vivimos en un mundo huérfano de ideología, de utopía y de paradigma; sencillamente, sin héroes o sin rostros que generen cambiar o transformar la política y los liderazgos.
La política se ha dejado seducir por el mercado, el mundo financiero, por intereses de grupos y de las élites corporativas; ha perdido la ética, las normativas de lo correcto y lo digno; de lo justo y lo equitativo.
Los partidos han perdido la visión de la estrategia y la táctica, del estudio de la sociedad y la empatía en conectar con grupos sociales a través de los debates y del compromiso en los temas más sensibles y urgentes.
La política y los partidos prefieren el algoritmo, los recursos económicos y el empuje de la publicidad, el manejo del lenguaje, los mensajes superficiales y livianos que, no comprometan, ni produzcan prurito a los intereses de los que ponen e invierten el dinero en la política y en los partidos.
Lo que se vislumbra en la actualidad es una campaña sin debate, sin propuesta y sin confrontaciones ideológicas, ni de programas y, mucho menos, de diferencias en los enfoques esenciales de la economía, la cohesión social y el bienestar colectivo.
Ahora somos más pobres; no hay espacios de debates con el proyecto nación, ni en universidades, ni en los medios de comunicación; la sociedad civil luce menos comprometida, más bien, da señales de apatía y de indiferencias ante los asechos de los políticos de colarse sin debatir y sin asumir compromiso con la sociedad y los votantes.
Al mercado electoral lo dirigen las redes sociales, el entretenimiento, la distracción, la posverdad y el gregarismo de la improvisación.
Los temas de campaña se van a personalizar, se volverá al pasado, los viejos temas actualizados con el transfuguismo, la compra de votos, el populismo y clientelismo que, demandan los sectores populares y que afectan los partidos políticos.
El circo se amplía y las distracciones se reparten para evitar los temas transcendentales: déficit y política fiscal, medio ambiente, seguridad ciudadana, corrupción e impunidad; temas como el agua, minería, inversión, bienestar social, salud y educación, entre otros.
Para poder realizar una campaña electoral asertiva, inteligente, educativa y de propuestas; se deben propiciar los debates en: universidades, sector empresarial, sociedad civil, medios de comunicación, academias, etc. La tendencia debe ser activar el pensamiento crítico, el juicio o la capacidad de análisis en la población votante.
A los partidos políticos le toca la tarea de hacer la diferenciación de unos y otros, de cambiar los perfiles de senadores, diputados, síndicos y regidores. La democracia dominicana tiene los pantalones largos, somos de los países de Latinoamérica y el Caribe más estables y en condiciones de continuar creciendo.
Pero hay que aportar a la mejor distribución y mayor cohesión social. Necesitamos seguridad en el desarrollo social, buen manejo del gasto público para invertirlo en las áreas y sectores más vulnerables y deprimidos económicamente. Todo esto se consigue con los debates, propuestas y compromiso con los partidos, los candidatos y la población.
Los jóvenes y adultos deben seguir ideas, propuestas, compromisos y responsabilidad con su presente y futuro.
Los políticos y los ciudadanos debemos cambiarle hábitos ala política.
Hábitos a la política, para lograr nuevas normativas que garanticen continuar creciendo de forma sostenida.