“Canciones de la tarde”, de Fabio Fiallo

“Canciones de la tarde”, de Fabio Fiallo

Fabio Fiallo

Segunda Parte

Tal como nos indica el índice del texto, el mismo contiene tres dedicatorias a Fabio Fiallo: la primera, escrita por Ricardo Pérez Alfonseca (1892-1950), poeta y ensayista dominicano quien se recibió de abogado en la Universidad de la Sorbona, en París, y se graduó de doctor en Derecho en la Universidad de Santo Domingo. Fue presidente de la Junta Provincial Electoral de Santo Domingo y ministro plenipotenciario en Cuba (1930-1936). En 1937, después de regresar de un exilio político, fue designado embajador en Inglaterra, Suecia, Dinamarca, Perú, Brasil y Chile. En este último país residía al momento de su muerte. Se adhirió al movimiento modernista. Rubén Darío lo llamo «Benjamín de los poetas de América», especialmente a partir de la publicación del poemario Mármoles y lirios en 1809. Alfonseca, en las cinco estrofas que dedica a Fiallo, alaba su don de caballero galante y amante a la vez que su poesía:

“[…] Cual tu amistad nos das tu verso: puro como el lis su perfume a todo viento, tu espíritu, sin un deseo oscuro, tu alma sin oscuros sentimientos…” (Fiallo, 1920, p. 5).

La segunda y emotiva dedicatoria está a cargo de Francisco Villaespesa (Almería, 1877 – Madrid, 1936), poeta y dramaturgo español, quien figura entre los principales representantes del modernismo en España. Se trata de un hermoso poema dividido en cinco partes cuyo contenido denota un conocimiento profundo de la vida, obra y sentimientos de Fabio Fiallo. Lo aconseja y alaba con versos verdaderamente bellos. Y así, a lo largo del poema lo llama jardinero (ver página 9). En la tercera, Rubén Darío (p.13) da inicio al libro con un poema de cuatro estrofas escrito en París (2010), que en sus últimas dos dice:
Todo lo que hay en mi de complicado, de pecador sutil o de perverso vino de amor o extracto de pecado.

Abarcando en mi afán el universo,
todo eso lo he exprimido y lo he brindado
en sacrificio, inspiración y verso (Darío, p. 13).

Un escrito de Rubén Darío cierra el libro como una especie de epílogo firmado en París 2011 (p. 101).

Recordemos que Rubén Darío, poeta, periodista y diplomático nicaragüense, está considerado como el máximo representante del modernismo literario en lengua española. Darío dice sobre Fabio Fiallo: “Nació con el don divino y jamás lo ha profanado” (p. 102). “En sus versos como en sus cuentos es siempre un puro, un fino, un noble poeta” (p. 103). Sin embargo, Joaquín Balaguer no reconoce las dotes del gran poeta que otros ven en él, al punto de expresar lo siguiente:

[…] Fabio Fiallo, no obstante, su originalidad relativa, ocupa en el parnaso de lengua española el sitio más inmediato a Gustavo Adolfo Bécquer, por ser, sin duda, el poeta que más se ha acercado a la tendencia de “Rimas” de convertir la retórica en sentimiento y las palabras en suspiros y emociones. (Balaguer, 1970, pp. 245, 246).

Mientras, Camila Henríquez en sus “Obras y Apuntes” refiere que sobre Fiallo:

“La poesía en él es algo espontáneo, inmanente, como el canto en el jilguero o el perfume en la rosa. No es su verso mera hazaña de calculadora destreza. Alcanza la elegancia de la aristocracia del pensamiento; la música de sus poemas es eco de una melodía espiritual: música de la idea. Siente, y halla enseguida la expresión, cabal, insustituible, para exteriorizar su sentimiento: virtud de artista genuino (Henríquez, 2006, p.127).

El poemario de Fabio Fiallo consta de un total de 34 poemas, divididos en cinco partes: la primera sección Las flechas de Eros contiene diez poemas de amor donde el poeta deja ver su dominio de la mitología griega al utilizarla abiertamente como sostén de sus metáforas. En El cinto de Venus con seis poemas nos deja ver su talante erótico, su fina versión de la pasión y el deseo mundano. El título alude a El cinturón de Venus o faja de Venus, fenómeno atmosférico visible durante el amanecer y el crepúsculo, arco con tonalidades de rosa y lila pálidos en el cielo que aparece poco después de la puesta del sol o poco antes.

Puedes leer: “Canciones de la tarde” de Fabio Fiallo

La poesía atrevida y erótica contenida en esta sección nos recuerda a la pintura Cupido desatando el cinto de Venus cuadro del pintor inglés Joshua Reynolds en 1788 en el que se expone a Cupido intentando desatar el cinturón del vestido de la diosa.

En la sección La rueca de Onfalia, Fiallo una vez más hace galas de su conocimiento de la mitología e instala al servicio de su creatividad el mito Hércules y Onfalia (el héroe, vendido como esclavo y sometido a la voluntad de la reina). Aquí vemos como se da una situación especial: Rubén Darío admiraba a Víctor Hugo, Dante y Shakespeare. Víctor Hugo escribió un poema llamado la Rueca de Onfalia y he aquí que Fiallo nombra una de las secciones de su poemario con el mismo nombre. Más adelante veremos su relación con Dante en su poema Seré de tu séquito”. Nos preguntamos quién influenció el gusto por estos tres grandes: ¿Rubén Darío a Fiallo o Fiallo a Rubén Darío? Lo pregunto por todo lo que Darío cuenta en su epílogo sobre sus largos y frecuentes encuentros y conversaciones con el poeta dominicano.

Refiere que hablaban sobre arte, belleza, poesía… y que bellas palabras utiliza para hablar sobre su amigo “Piensa con el corazón. Personalmente es una figura interesante. Contemporánea…” (Fiallo, p. 104). Al respecto, Rodríguez Demorizzi expone:

Prueba de la amistad es la numerosa correspondencia de al menos quince piezas que le remitió Darío a partir de febrero de 1908 en la que pueden rastrearse referencias a autores, informes de situación, temas cotidianos y ¿por qué no? las confidencias como aquella vertida a Fiallo sobre el venezolano Rufino Blanco Fombona: “Si llego a elogiarlo más, ¿qué me podría suceder, mon Dieu? (Rodríguez Demorizzi, 1948, p.15).

La flauta de Pan es el último segmento del libro titulado por una figura mitológica muy conocida. Pan era el dios de los pastores y rebaños en los mitos griegos. En la mitología romana se identifica a este dios como un Fauno. Dios de la fertilidad y de la sexualidad masculina. Dotado de una gran potencia y apetito sexual, se dedicaba a perseguir por los bosques, en busca de sus favores, a ninfas y muchachas. Era el dios de las brisas del amanecer y del atardecer. Los poemas de esta sección son poemas de amor a la mujer, pero esta vez llenos de erotismo. El amante de estos poemas corre tras la amada, en carrera fugaz y rápida ascensión al infinito.

Nota:

Este texto forma parte del prólogo del libro Canciones de la tarde, de Fabio Fiallo, perteneciente a la colección Clásicos Dominicanos, del Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña, Serie III, Poesía.

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