El voto de la mujer decide las elecciones de mayo. Los mercadólogos, publicistas, politólogos y encuestadores se preparan para una publicidad que impacte e influya en el hemisferio derecho de las mujeres. Desde las neurociencias se ha estudiado el comportamiento de las neuronas, espejo donde se fijan los estímulos condicionados agradables, para luego pasar a la emoción y, finalmente, convertirlo en una motivación que te impulsa a tomar una decisión. En la economía del comportamiento o del consumo, la publicidad crea la necesidad de condicionar para el bienestar, el placer, la felicidad, el confort, el goce, y todo lo que genere autogratificación inmediata.
Así pasa en los días de san Valentín, el Día de las Madres, Semana Santa, la navidad, el viernes negro, en primavera o verano, etc.
Se crean necesidades donde el cerebro se condicione y las emociones se activen para asimilar el comportamiento por el consumo, aumentar el gasto, usar las tarjetas, aumentar el endeudamiento, y nadie es mejor blanco que los jóvenes y las mujeres, según el mercado del consumo.
Ahora se explican todos estos procesos cerebrales y emocionales, donde se involucran hipotálamo, amígdalas cerebrales, sistema límbico y corteza prefrontal a los estímulos de una campaña electoral, diseñada y estructurada para captar e influenciar a las mujeres hacia una intención de voto determinado.
Literalmente, las mujeres son la mayoría en las escuelas, universidades, posgrados, maestrías; son mayoría en el sector educación y salud, en la banca, las empresas, los medios de comunicación; pero también, son mayoría en las iglesias y sector semi informal. Las mujeres son las que tienen la mayor carga en las familias, dirigiendo y administrando sus hogares. A quien más impactan las desigualdades sociales es a las mujeres, son las más discriminadas y a las que menos derechos se le reconocen. La pobreza, la exclusión social, también tienen rostro de mujer. Desigualdades de género como son: el embarazo adolescente, el matrimonio infantil, la desigualdad salarial de género, el acoso sexual, la pobreza, y la falta de oportunidades para el desarrollo sostenible excluye a las mujeres.
Lamentablemente muchas mujeres desconocen estas realidades, diría que la padecen y la sienten en la piel, pero no son conscientes o no están empoderadas para demandar las políticas de derecho, de inclusión y garantía de justicia social.
Los políticos, los publicistas y mercadólogo saldrán con campañas de bienestar sobre la mujer, les reforzarán imágenes, rostros de inclusión, de bienestar y felicidad, con colores frescos, vivos y realidades de confort que refuercen y estimulen las emociones, para luego convertirlo en un estímulo positivo, en un voto o en una intención tangible hacia un candidato o candidata.
Si las mujeres en las universidades, en los partidos políticos, en la sociedad civil, en las empresas y en las calles, no demandan acuerdos, políticas inclusivas, derechos y equidades sociales, servicios básicos de calidad y calidez, igualdad de derecho, políticas de género que garanticen la vida, entonces, los políticos sólo las usarán para el voto, la foto, el abrazo, besos, apretones y señales de que las llevan en sus corazones.
Las mujeres tienen que recordar el 4% en educación, fue una lucha social de todos y todas, arrancadas a los políticos para mejoría en la educación. Así también debe ser en la salud, con los feminicidios, la igualdad salarial, la anulación del matrimonio infantil, los temas pendientes en el congreso sobre políticas de género.
Las mujeres tienen que usar la inteligencia emocional y social; votar con el cerebro, con el compromiso social y por el bienestar con inclusión. El resto se queda en la mera intención del “marketing” y la publicidad engañosa.
El voto femenino tiene que ser un voto de dignidad, de conquista, de equidad, de dolor y de historia de exclusión social. Las mujeres no pueden permitir que le victimicen el voto, que las utilicen y las reduzcan como lo hacen con la belleza, el confort, la ropa, los perfumes y los carros. La dignidad ante todo. Un voto con el cerebro y de compromiso social y de género.