Hay razones para entender la medida del Ministerio de Economía y Finanzas de Haití, con fecha del 25 de marzo, de prohibir que a partir del 7 de abril de 2025, las oficinas de aduanas haitianas en la frontera terrestre ya no están autorizadas a recibir mercancías provenientes de fuera de la isla y que entren a través de la República Dominicana, pero también las hay para advertir sobre sus impactos negativos.
La idea, de procedencia oficial, de que con la medida se estaría buscando evitar la entrada a Haití de armas a través de las fronteras tiene sentido si tomamos en cuenta que la medida se produce tras la Dirección General de Aduanas haber informado el 4 de marzo sobre el decomiso en el puerto de Haina de 36,000 cápsulas de distintos calibres y varias armas de fuego, procedentes de los Estados Unidos, que en principio se dijo que tenían como destino a Haití, lo cual fue posteriormente negado por el director de la Policía Nacional, Ramón Antonio Guzmán Peralta.
Pero también detrás de la medida pudiera haber un interés fiscal. Para las aduanas haitianas, es más seguro el cobro de impuestos en los puertos y aeropuertos haitianos que en la frontera, donde son mayores las posibilidades de que se cuele el contrabando.
Otra posibilidad es que la medida sea aprovechada con el propósito de sacar de competencia en el mercado haitiano a empresas que utilizan como trasbordo a los puertos dominicanos. No debemos olvidar que en septiembre de 2015 el Gobierno haitiano prohibió la entrada por la vía terrestre de 23 productos dominicanos y permitía su acceso solo por vía marítima o aérea, en perjuicio de suplidores dominicanos.
S in embargo, la nueva prohibición podría dificultar el abasto de mercancías para el promedio mercado haitiano. Es sabido que hay navieras que no autorizan el arribo de sus buques a los puertos haitianos y líneas aéreas que han procedido de igual manera, por lo que ha crecido el uso de los puertos y aeropuertos dominicanos para el trasbordo de mercancías que tienen como destino el mercado haitiano.
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Ante esos riesgos, toma fuerza la iniciativa del Gobierno dominicano de compartir con Haití la operación de un puerto seco (podrían ser más de uno, ubicados estratégicamente), que contribuiría a aumentar el comercio y haría posible un mayor control sobre las mercancías que fluyen por la bilateralidad.
Los puertos secos son terminales internodales de carga en el interior de un país, lejos de las costas, funcionan como extensiones de los puertos marítimos y conectarían a los dos países a través de transporte terrestre pesado. Ambos países podrían compartir la inversión, con apoyo internacional, y los servicios aduanales.
En el mundo hay bastantes ejemplos de éxito, lo mismo que en América Latina, de puertos cuya gestión es compartida entre países. Sería una manera segura y fructífera de impulsar la colaboración bilateral en pro del desarrollo de los países.