Hace décadas que se abandonaron las humanidades, los valores y la ética de las universidades y escuelas. El mundo apostó a la tecnología, al comercio y al consumo, como forma de motivar el mercado. El hedonismo, el facilismo, el relativismo ético, la posverdad y el narcisismo protagonizaron la vida de las personas.
El impacto y las consecuencias de abandonar lashumanidades ha sido desgarrador y funesto a la vez. El nuevo aprendizaje social ha reproducido un ser humano más enfermo y más disfuncional; más insensible, más egoísta y personalista; pero también, más proclive a hacer lo incorrecto, practicar la corrupción, las trampas, la estafa y el engaño sin medir las consecuencias.
Los trastornos disociales y la psicopatía empiezan en la niñez y preadolescencia. Pero es en la adultez que
logramos reconocer o identificar los comportamientos que dañan, que producen dolor y sufrimiento, acompañado de la falta de vergüenza, resaca moral, arrepentimiento, culpa o tristeza, ante del daño físico, moral, sexual, emocional o psicológico que causan a sus víctimas; sin importar que se trate de la familia, la pareja o los amigos. ¿Cómo no criar un delincuente? Discipline al niño temprano, enséñele a respetar lo que no es de él, no le permita hurto, ni robo, ni mentiras, ni manipulaciones.
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Tiene que respetar los juegos, merienda de los amigos. Pero también, enséñale a devolver lo que no es de él, y que toda trasgresión y violación a las normas hay consecuencias. Desde pequeño estimule al niño a ser solidario, altruista, a sentir compasión, reciprocidad y acompañar a los demás.
Nunca le permita habilidades y destreza, para hacer trampas, lograr un propósito, robar un examen, violar normas o esconder cosas del supermercado, o aceptarle sobornos o berrinches para lograr propósitos.
Un niño que durante la crianza le permiten transgredir normas, no reconocer límites, darle lo que pida sin ganárselo, evitarle frustración y enojo facilitándole cosas materiales, literalmente va muy mal.
En la adolescencia, para evitar la conducta disocial, se debe integrar al hijo a una actividad deportiva, musical, espiritual, o cultural, con amigos sanos y espacio sano. Hay que fiscalizar la conducta en la escuela, en los diferentes espacios de socialización, pero también, hay que reconocer, premiar y acompañar con los resultados positivos de su buen desempeño.
Los castigos y decir no, hay que mantenerlo, pero explicar el porqué del no. Así como las consecuencias negativas y riesgosas. Siempre que el adolescente tenga comportamiento de malos tratos con profesores, compañeros, pareja, amigos o familiares hay que detenerlo; enseñarle que las diferencias, desacuerdos, decepciones y resultados negativos, se manejan conversando, poniendo límites, manteniendo distancia, pero sin violencia y sin daños personales.
Se cría un delincuente a través de un modelo permisivo, disfuncional y ausente de normas, reglas, diciplina y valores y el proceso de castigo- recompensa y modelo positivo dentro de la familia. El componente genético, los factores ambientales y las circunstancias en el proceso de aprendizaje, son indicadores no modificables.
La educación, la crianza saludable y positiva en una sociedad que fortalece su sistema de valores cívicos, morales y ética social, sirven de factor protector ante las conductas disociales.
Penosamente han aumentado las consultas psicológicas y psiquiátricas por trastorno disocial de la conducta y rasgos psicopáticos en la adultez. La prevención y la psicoeducación siguen siendo los mejores recursos.