No hay porqué discutir lo obvio, lo que está delante de nuestros ojos, ya que la escuela, estudiantes, padres y maestros no pueden ser ajenos a lo que pasa en la sociedad porque son parte de ella y en ella viven. Por eso hay que aceptar que tiene razón el presidente de la ADP, Rafael Hidalgo, cuando afirma que el clima de irrespeto que se vive en las escuelas públicas es el reflejo de lo que está pasando en la sociedad dominicana de estos violentos tiempos. “Todo va a parar a la escuela, pero la escuela no es la culpable”, sentenció en la rueda de prensa.
Por eso también es cierto, como señala el gremialista, que los docentes no son responsables de que algunos adolescentes pasen a ser padres mientras están en las aulas, ni de las violaciones que sufren las menores en sus casas o en sus barrios. Para rematar, el presidente de la ADP y miembro del Comité Central del PLD calificó como un fracaso de las autoridades los resultados del informe de la Dirección de Orientación y Psicología del Ministerio de Educación, en el que se registraron 24,686 hechos violentos entre estudiantes dentro y fuera de los centros educativos.
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Cuando leí las declaraciones del profesor Hidalgo, quien parecía que hablaba como espectador, como si no tuviera velas en ese entierro ni fuera un legítimo doliente, tuve la impresión de que el gremio magisterial, por politiquería o simple indolencia, escogió el camino más fácil frente a los problemas que describe: lavarse las manos, y echarle la culpa de lo que pasa a las autoridades, es decir al gobierno, y a la sociedad dominicana, que es lo mismo que a nadie.
Y es una verdadera lástima, porque sin el compromiso de los maestros, sin su trabajo en las aulas, no será posible cambiar nada de lo que anda mal en nuestras escuelas. Empezando, por supuesto, por la calidad de la educación y sus vergonzosos resultados, una responsabilidad de la que no podrá librarse la ADP aunque se empeñe en lavarse descaradamente las manos, como hizo aquella vez Poncio Pilatos.