P: ¿Por qué de la abundancia de la boca se queja el corazón?
R: Ayer se celebró el “Día Mundial del Corazón”, y es oportuno referirnos hoy a la relación que existe entre la enfermedad cardiovascular y la alimentación, dado que esta última es una arma de doble filo: por un lado, cuando es hipercalórica y rica en granos refinados, grasas saturadas, frituras, productos enlatados, alimentos ultraprocesados, azúcares y bebidas azucaradas, provoca obesidad, resistencia a la insulina y diabetes mellitus, eleva el colesterol y los triglicéridos, principales factores de riesgo cardiovascular; y por otro lado, el consumo de una alimentación cardiosaludable, como parte de un estilo de vida saludable, es útil para prevenir las enfermedades cardiovasculares, responsables de la muerte de 18.6 millones de personas al año; y el 31% de todos los fallecimientos se relaciona con estas patologías. Y es evidente, que las dietas hipercalóricas son insanas, y junto al tabaquismo, el estrés, la falta de sueño y el sedentarismo, enferman el corazón y acortan la vida.
El exceso de sal, azúcar y grasa tapa los vasos sanguíneos y endurece las arterias limitando la llegada de oxígeno y nutrimentos a los tejidos; causa hipertensión arterial, enfermedad renal crónica, infartos y hemorragias cerebrales, angina de pecho e infartos cardíacos que debilitan el corazón y disminuyen la calidad de vida.
Disciplina tu boca, y consume una dieta cardiosaludable; pues lo que contamina o limpia tu corazón es lo que entra por tu boca.
Según la Fundación Española del Corazón (FEC), “seguir la dieta mediterránea, rica en verduras, frutas, leguminosas y cereales integrales, y en la que se limitan las grasas saturadas en favor de las no saturadas, presentes en pescados, aguacates, frutos secos y aceite de oliva, es la mejor manera de cuidar tu salud cardiovascular.
Además, en lo posible, lo ideal es reducir al máximo el consumo de azúcares libres como de grasas trans, y mantener el consumo de alcohol en los límites recomendados por tu médico” Escucha los latidos de tu corazón. Recuerda que, ¡hasta el amor en exceso es infecundo!