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§ 10. ¿Por qué usaron seudónimos femeninos Stéphane Mallarmé, cabecilla del simbolismo francés y Ulises Francisco Espaillat, uno de los líderes intelectuales de la restauración de la República Dominicana cuando Pedro Santana, por voluntad propia, la convirtió en marzo de 1861 en una provincia de España mediante el llamado Tratado de Anexión? Sin duda, en América Latina existieron centenares de seudónimos femeninos usados por escritores masculinos. Si me coloco en el contexto de mediados del siglo XIX, de la misma manera que a las mujeres, peor si escritoras, a los hombres les estaba vedado también externar sus sentimientos y emociones en público, verbalmente o por escrito. Sobre todo, si eran eminencias políticas, militares o eclesiásticas. Era debilidad viril expresar sentimientos y emociones acerca de lo que la sociedad consideraba afeminamiento o frivolidad, como eran la literatura y las prácticas sociales populares. Verbigracia, el merengue, tratado por Espaillat.
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§ 11. ¿Cómo era posible que un hombre de primera, que llegó a ser vicepresidente y presidente la República restaurada en 1865 se dedicara a escribir en periódicos sobre el merengue, música del bajo pueblo, aunque fuera para vituperarlo? Iguales preguntas y respuesta se plantean en el caso de Mallarmé: ¿Cómo un hombre tan serio que ha escrito los poemas más endiablados de Francia se dedicó a escribir de algo tan frívolo como la moda femenina, aunque sea para exaltarla? Por la misma razón de Catherine Sauvat: Para proteger su buen nombre de gran político y escritor en el caso de Espaillat y de excelso poeta en el caso de Mallarmé. Ellos se atrevieron a usar seudónimos femeninos para tratar temas que consideraron importantes y dignos de orientación pública (libro ya citado, p. 97). ¿Acaso no están hoy presentes en todas las pasarelas mundiales las exhibiciones de los grandes modistos? ¿Y no se convirtió el merengue en la música identitaria de los dominicanos? Otro que usó seudónimo femenino fue el presbítero Óscar Robles Toledano, quien publicó con el nombre de Ana Campa, un artículo en la revista santiaguera Rachas, de 1939.
§ 12. Encuentro plausible la respuesta de Sauvat a la pegunta de por qué los hombres, sobre todo los de pluma, se escudaron en seudónimos femeninos, paralelamente a las escritoras que decidieron mayoritariamente usar seudónimos masculinos. Esto que justifica el título del libro: Ils sont elles. Pero también lo inverso: Ils sont elles: En primer lugar, «para preservar su identidad»; y, en segundo lugar, muy importante, porque el seudónimo era «la única garantía de que les leyeran sin un juicio de valor y sin escándalo.» Si no yerro, el único caso de un seudónimo masculino usado por una escritora fue el de Flor M. Báez, que calzaba sus escritos en Rachas, de Santiago, en 1939, con el alias de Mario Flores (Rodríguez Demorizi, Seudónimos dominicanos, p. 186). Es preciso aclarar la definición de seudónimo, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua (ed. de 2024 pdf). Hela aquí:
- adj. Dicho de un autor: que oculta con un nombre falso el suyo verdadero.
- Dicho de una obra: Firmada con seudónimo.
Adj. Nombre utilizado por un artista en sus actividades, en vez del suyo propio. - Sinónimo: apodo, sobrenombre, alias, mote, remoquete.
Nota: seudónimo no es igual a hipocorístico: adj. Gram. Dicho de un nombre: Que, en forma diminutiva, abreviada o infantil, se usa como designación cariñosa familiar o eufemística; p. ej. Pepe, Charo. U. t. c. s. m.
§ 13. La Deana (p. 197). Ahijada del deán de la Catedral José Gabriel Aybar, en cuya residencia vivió, este no es propiamente el seudónimo de Manuela Rodríguez, o Aybar (c. 1790-1850), como se cree a menudo, sino un apodo Hay que indagar si realmente fue ahijada o no, porque el deán ejerció su curato en San Juan de la Maguana, donde nació Manuela. Pero dado que publicó en 1849 con su nombre de pila, según dice ella en Historia de una mujer, su autobiografía y décimas de loas a Pedro Santana y otros personajes de su época, furibunda santanista como era, merece figurar como la primera autora en publicar un libro en el país (Santo Domingo: Imprenta Nacional, 1849), mucho antes de que apareciera el libro Poesías, de Salomé Ureña, en 1880, a cuenta de la Sociedad Amigos del País. (Rodríguez Demorizi reedita la obrilla de la Deana en Papeles del general Santana. Roma: Menaglia, 1952).
§ 14. Una Dominicana (p. 243). Acerca de María Encarnación Echavarría Vilaseca de Del Monte (1821-1890) Afirma Rodríguez Demorizi que, con este seudónimo y tres asteriscos «se publicaron en Santiago, en los días de la Restauración, sus vigorosos versos contra la Anexión a España». Su esposo, también escritor fue Félix María del Monte, amigo de Duarte. Según Néstor Contín Aybar en su Historia de la literatura dominicana (t. II, p. 56), la poetisa no quiso «nunca que sus composiciones traspasaran los umbrales de su hogar, como no fuera para ser leídas y gustadas por familiares suyos o amigos de mucha intimidad» (San Pedro de Macorís: Universidad Central del Este, p. 56). Muy bien interiorizado tenía la poetisa su papel de no expresar en público sus sentimientos y emociones.
§ 15. Los tres seudónimos de escritoras de viso en el siglo XIX fueron el de Salomé Ureña (1850-1897): 1). Herminia (p. 147), 2), Laura, de Josefa Antonia Perdomo Heredia (1834-1896), y 3) Amelia Francasci, de Amelia Francisca de Marchena Sánchez de Leyva (1850-1951). Las citas de seudónimos femeninos remiten al índice onomástico y luego a la página donde aparecen dichos alias en el libro de Rodríguez Demorizi.
1). Herminia (p. 147). Para evitar confusión, Salomé Ureña usó este seudónimo entre 1870 y 1874. Luego decidió firmar con su nombre propio debido a que otra Herminia calzaba sus escritos con ese alias. Salomé Ureña fue positivista armónica antes de la llegada de Hostos al país. Sus poemas lo prueban. Su práctica poética, su concepción sobre la educación de la mujer y la fundación del Instituto de Señoritas en 1881 también acreditan que fue sujeto para que sus discípulas directas e indirectas también fueran sujetos, lo que también quedará probado con la posición de sus alumnas directas e indirectas durante la ocupación militar estadounidense de 1916-24. Lo de Salomé sujeto queda probado con su primer libro titulado Poesías (Santo Domingo: García Hermanos, 1880); con el segundo publicado por su hijo Pedro (Madrid: Tipografía Europa, 1920); con la tercera edición con sus poemas y discursos en el centenario de su nacimiento (Ciudad Trujillo: Secretaría de Educación, 1950); y, cuarto, con el libro de Rodríguez Demorizi: Salomé Ureña y el Instituto de Señoritas. Para la historia de la espiritualidad dominicana (Ciudad Trujillo: Impresora Dominicana, 1950). Luego vendrán hasta hoy innumerables ediciones.
2. Laura (pp. 164-165). En dos periódicos de la época aparecen poemas de Josefa Perdomo: El Oasis y Flores del Ozama. Tal como lo consigna Sauvat, el medio casi siempre explicaba que la obra le había llegado “por casualidad” o “enviada por un amigo del autor o autora”. La obra poética de Perdomo Heredia fue publicada por la Sociedad Amigos del País en 1885 con su nombre de pila y un prólogo de José Joaquín Pérez. (Santo Domingo: García Hermanos). Ella apoyó la Anexión a España, como lo prueba su poema de despedida en 1863 al gobernador Carlos de Vargas Machuca y Cerveto (alias Carlos Conuco). Josefa Perdomo recibió por esa conducta la reprensión de los duartianos y de Josefa Antonia del Monte, que le respondió: «Si Vargas te inspiró tiernos cantares/ y pulsaste la lira en su memoria/ del triste Eugenio derramada a mares/ ¿Olvidaste la sangre meritoria?» Eugenio, hermano de la poetisa Perdomo, fue fusilado por los españoles en Santiago el 17 de abril de 1863 junto a otros compañeros restauradores.
3. Amelia Francasci (p. 58). Seudónimo muy pegado, este. La mayor parte de sus obras son novelas generalmente que giran en torno a la moda literaria francesa del exotismo cosmopolita basado en ambientes y personajes extranjeros del tipo Pierre Loti. Publicó en 1893 su primera novela, Madre culpable y una biografía titulada Monseñor de Meriño íntimo.
16. Rosa Cruz (p. 224). Socorro del Rosario Sánchez (1830-1899), hermana del mártir inmolado en El Cercado, usó este seudónimo en un artículo sobre el patricio, aparecido en 1874 en el periódico El Dominicano, de Santiago, donde vivió y dirigió un colegio mixto. Publicó también en El Teléfono, periódico capitaleño. En el Álbum de un héroe. (A la augusta memoria de José Martí) escribió en agosto de 1896 “Gloria a un gran hombre”, con motivo de la muerte del Apóstol en 1895.
17. Elena Kennedy (p. 120). Con este seudónimo se escudó Virginia Elena Ortea (1866-1903) en Letras y Ciencias, en 1895, así como en otras revistas capitaleñas. Autora del libro Risas y lágrimas (Santo Domingo: García Hermanos, 1901), con prólogo de Américo Lugo. Escribió para el periódico Páginas, fundado en 1900. Su obra casi completa fue publicada en 1997 por la Universidad Concordia, de Montreal, Canadá.
18. Marfisa (p. 185). Ramona Ureña (1848-1936), hermana de Salomé, publicó “versos y décimas de barrio”, afirma Rodríguez Demorizi. Pero lo más interesante que salió de su pluma fue la carta que, entre otras más, le dirigió el 21 de septiembre de 1897 a su sobrino Pedro Henríquez Ureña cuando residía en Cabo Haitiano y que aparece en el Epistolario de la familia Henríquez Ureña (t. I, p. 278), donde le corrige un verso: «Lares son los dioses tutelares de la familia y tú lo tomas por el lugar que habitas pues dices[:] /Aunque estoy de mi ciudad bendita/solo en ella pensando/en estos lares (…) ¿]Ves? tú puedes pensar en tus lares y te quedará bien el verso, diciendo “y en mis lares (…) Aunque no soy poeta me voy a permitir hacértele algunas enmiendas y verás que bonita queda.» Y se burla de Amelia Francasci: «Debió ser empresa ardua para ti leer a Madre culpable. Tú que no lees novelas [,] aunque sea[n] de Verne que tanto instruyen, [¡] meterte entra tantos desmayos y suspiros [¡]. Aunque parece que la leíste con mucho gusto cuando no te pareció tan mala. Te envío, según tu deseo, el otro parto de su neurosis.» En Arístides Incháustegui y Blanca Delgado Malagón, por cuenta de la Secretaría de Educación y Bellas Artes [1994] 1996. No he logrado precisar a cuál “otro parto de su neurosis” se refiere Ramona Ureña, porque Madre culpable se publicó en 1893 y la carta de la tía es de 1897, a menos que no aluda a “Pepe, Pepa y José”, publicado en 1896. Las restantes: novelas, drama, cuentos y biografía de Francasci se publicaron a partir de 1901.
19. Beliza (p. 65). Así firmaba sus poemas y escritos Isabel Amechazurra de Pellerano (1868-1953), esposa del también poeta Arturo B. Pellerano de Castro. Los textos de Beliza se encuentran en Obras reunidas (Santo Domingo: Amigo del Hogar, 2013). Fue una de las fundadoras de la Acción Feminista Dominicana en 1931.
20. Bisfolia (p. 67). Rodríguez Demorizi no indica en cuál periódico o revista publicó Petronila Angélica Gómez (1883-1971) con el seudónimo de Bisfolia. Es probable que haya sido en la revista Fémina, que ella comenzó a publicar en San Pedro de Macorís en 1922.
21. Ángela y T. Colombina (p. 59 y 237. Con esos dos seudónimos firmaba Trina de Moya de Vásquez (1863-1941), la esposa de Horacio Vásquez, sus poemas en la Revista Ilustrada, 3 de septiembre de 1898; en la 5 de 1898 de octubre de 1898; y un soneto en la de enero de 1899. Es la autora del “Himno a las madres”, que comienza así: «Venid los moradores/ del campo y la ciudad…» Que los escolares de primaria cantamos en su día. Pero el “Himno a las madres”, del poema Ramón Emilio Jiménez, que figura en La patria en la canción publicado a inicio del siglo XX (y reeditado por los Sociedad de Bibliófilos, 1980 (p. 27) no es el mismo que el de Trina de Moya que aparece en Wikipedia interpretado por Nathalie Comas (captura: 20 de marzo de 2025). La ideología que permea a estos tipos de canciones escolares es la misma del siglo XIX y XX que rezaba: Patria, religión y hogar.
22. Pasionaria (p. 210). Así firmó María Defilló Cruz (¿-? ¿19–?) sus trabajos publicados en 1897 en las revistas Ciencias, Artes y Letras y en Panfilia en 1924. De todas las escritoras que usaron seudónimos femeninos, por las razones que fuesen, expuestas anteriormente, pocas siguieron una carrera literaria, lo que se comprueba a través del seguimiento a la obra Seudónimos dominicanos. Muchas fueron simplemente aficionadas o escribieron por cualquier tipo de amistad, razón política o complacencia.
23. Dharma (p. 102). Con este alias firmó la pianista y feminista Florípez, Floripe o Floripes Mieses viuda de Carbonell (1879-1955) sus escritos en diversos medios. Florípez Mieses fue cantante operática e integrante activa contra la intervención estadounidense de 1916-24. Fue de las alumnas indirectas de Salomé Ureña y una de las fundadoras de la Acción Feminista Dominicana en 1931. En la era de Trujillo fue directora del Museo Nacional. (CONTINUARÁ)