No es una buena noticia porque la realidad es que solo conseguirá exacerbar aun más el tenso clima de temor y violencia que por culpa de la incursión de bandas haitianas vive hoy Dajabón, pero no debe sorprender la decisión de su alcalde, Santiago Riverón, de crear un comando de voluntarios civiles armados para patrullar sus calles y proteger a sus residentes, conmocionados por el brutal asesinato de cuatro personas, tres de ellas pertenecientes a una misma familia.
“En la localidad de Loma de Cabrera y otros municipios de Dajabón ya han matado personas y todo queda en el olvido. Entonces nosotros como fronterizos vamos a organizarnos para hacer un comando de voluntarios para salir de noche a patrullar y resolver si tenemos que resolver”. No hace falta buscar un traductor para saber lo que significan esas palabras, que aunque suenan impropias en labios de una autoridad que está obligada a saber cómo funcionan las leyes y el sistema de justicia reflejan el sentimiento de impotencia e indefensión que los embarga.
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¿Para qué está entonces el Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza (Cesfront), al que se ha equipado con tecnología de punta para que pueda hacer bien su trabajo? Esa es una buena pregunta, pero en lo que llega la respuesta, si es que lo hace, está bien claro que no es para protegerlos de la violencia de las bandas haitianas que cruzan para este lado a cometer tropelías.
Desde ayer se dispuso el cierre de la frontera, “por órdenes superiores”, por Dajabón, y como no se ofrecieron mayores explicaciones cualquiera puede asociar esa decisión con los crímenes recientes. Si es así se trata de una medida extrema que a muchos parecerá desproporcionada y una muestra de debilidad que pone a pagar a justos por pecadores, y que no se podrá sostener por mucho tiempo sin afectar a sus residentes. Que viven, por si alguien lo olvidó, del comercio que se realiza a través del mercado binacional que abastece a nuestros problemáticos vecinos.