En la medida en que se van conociendo los detalles aumentan las dudas sobre la versión ofrecida por la Policía Nacional sobre la muerte, acribillado por agentes de la institución en un baño de su propia casa, del empresario Daniel Gregorio Rodríguez Céspedes en Santiago. Ayer sus vecinos del sector Los Rieles, en Gurabo, encendieron velas para repudiar el hecho y exigir una investigación imparcial sobre su muerte, que la Policía atribuye a que se resistió a que se realizara un allanamiento en su casa en horas de la madrugada.
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La esposa de la víctima, quien se encontraba en la residencia cuando llegó el contingente policial, narró a periodistas que estaba durmiendo cuando fue despertada por gritos informando que se trataba de un allanamiento y que abrieran la puerta. La profesora Laura Rubio contó que en ese momento le preguntó a su esposo qué sucedía, a lo que este contestó que se quedara en su habitación; luego empezaron a sonar disparos como si se tratara de una guerra. Relató que fue arrojada con violencia al suelo en medio de acusaciones de que era una delincuente, por lo que pensó que se trataba de atracadores, no de policías reales, pues la hora y su comportamiento no encajaban con la forma en que debe actuar una autoridad. Y señaló que probablemente lo mismo pensó su esposo, a quien la Policía acusa de dispararle a sus agentes.
¿Por qué lo allanaron de madrugada? ¿Por qué los los policías arrancaron y se llevaron las cámaras de vigilancia? ¿Por qué recogieron los casquillos sin esperar a la Policía Científica? ¿Qué hacía mientras tanto el miembro del Ministerio Público que los acompañó? Son muchas las preguntas que la Policía tiene que responder sobre este caso, que vuelve a poner en evidencia que es parte del problema de inseguridad que nos ha convertido en rehenes del miedo a ser víctimas de los delincuentes. Que como se volvió a confirmar ayer en Los Alcarrizos, también usan uniforme y les pagamos con nuestros impuestos.