En la profundidad mental de un importante número de hombres mora entre veces la tendencia a actuar como seres superiores a sus contrapartes femeninas, orgánica y psicológicamente, hasta el punto de tratarlas como mera posesión sin derecho a liberarse. De esta raíz que parece sembrada desde los comienzos de la civilización, parten en tropel las acciones violentas que por momentos derivan en feminicidios y que generan estadísticas alarmantes en República Dominicana.
El reinado local de las actitudes machistas parece certificado en que el 53% de las mujeres casadas del país dice haber sufrido violencia de pareja (tasa solo superada por Marruecos a nivel mundial) y otras denuncian en proporciones importantes haber sido objeto de abusos sexuales y de privaciones materiales desastrosas para la vida familiar dispuestas por mentalidades atrasadas. (Resultados de investigaciones gubernamentales y privadas recientemente publicados en HOY)
Una proliferación de daños, a veces mortales, en las relaciones entre individuos de diferentes sexos fue atestiguada por el «Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe» que a noviembre del año pasado situaba a la geografía nacional como afectada por la tasa más alta de feminicidios con 2.4 mujeres asesinadas por cada 100 mil en el marco caribeño pero por debajo de la tasa mundial, ciertamente. Estudios aplicados por profesionales de la conducta colocan a los celos, el estrés y la falta de educación como las principales causas de la violencia en todos los estratos sociales dominicanos.
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El diagnóstico proviene de una entidad regional patrocinada por la Cepal que al respecto advierte a República Dominicana que: «mientras mantengamos el imaginario que perpetúa la desigualdad en las relaciones entre hombres y mujeres, con la aplicación de pautas culturales y sociales que generan prácticas dolorosamente trágicas e injustas, de nada vale calcular, lamentarnos y, como hemos visto en estos días, cavilar sobre causas y culpabilidades».
Exigua prevención
Lo primero que denuncian los críticos del supuesto sistema protector de la vida de las dominicanas, que es responsabilidad del Estado, es la insuficiencia presupuestal que va contra la eficiencia. Estas limitantes han llevado a la investigadora especializada Susi Pola a afirmar que en los hechos en República Dominicana no existe un sistema de prevención para controlar la violencia contra las mujeres y las niñas. Y lo que existe lo describe como un mecanismo burocrático y deficiente que «revictimiza y vulnera a las víctimas.»
Para medir la gravedad de las deficiencias de prevención basta con reparar en el criterio que científicamente describe a los machistas (incluyendo, desde luego, a los criollos) como sustentadores de una «hipermasculinidad usada para manifestar una actitud de superioridad del hombre sobre la mujer con características tales como agresividad, dominancia, valentía, promiscuidad, virilidad, sexismo, autonomía, fortaleza, papel proveedor y restricción en la expresión emocional». Tomamos estas características atribuidas a presuntos súper hombres de la revista científica «Scielo» nacida en Brasil y a disposición de todo lector en la Internet.
La infuncionalidad de la prevención local aparece como el principal factor propiciador del horrendo final que un hombre despechado causó a la locutora y modelo Chantal Jiménez, hecho que consternó a la sociedad. Para la antropóloga Tahira Vergas lo ocurrido «muestra los altos niveles de violencia existente en una gran parte de nuestra población masculina que responde a separaciones, celos y conflictos de pareja desde el uso de la violencia psicológica, verbal y física y algunos casos llegando a eliminar físicamente a parejas o exparejas femeninas»
Culpa de muchos
El «Observatorio Justicia y Género» considera que la sociedad está implicada en las causas de la violencia contra la mujer pues no se percibe en los entornos familiares y sociales actitudes generalizadas contra la desigualdad entre individuos de distintos géneros. Se basaba probablemente en las encuestas a nivel de la educación secundaria del país desde la que una mayoría de los jóvenes sale a las calles justificando el abuso a las féminas en «determinas circunstancias». Provienen de hogares inmersos en el esquema de que el hombre está hecho para mandar e imponer.
La publicación académica lamenta que desde las raíces hogareñas la desigualdad conserva una vigencia que no ha sido combatida por la educación pública a pesar del 4% que ha debido dar oportunidad a suprimir «currículos centenarios» suscritos desde el pasado por cerebros retrógrados cuyas ideas dicen presente en pleno siglo 21. Deplora que no se hayan generado acciones para cambiar estructuras sociales, raciales y sexuales de sello anacrónico.
Vió en algún momento a este país atrapado en la ideología de la superioridad masculina con ayuda del Congreso Nacional que paraliza los avances manteniendo en gavetas «el Proyecto de Ley que crea el Sistema integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, porque no entienden que la mitad de este país les obliga (a aprobarlo) porque es importante y democrático». Argumenta además que «los seres masculinos dominicanos son educados como si fueran los que tienen más poder, más ventajas; y a las mujeres para que sean una figura débil de contraparte, un objeto de propiedad masculina».
Vacíos a llenar
El sitial del deshonor que ocupa la República Dominicana en la escala de países azotados por la violencia de género deviene en parte del limitado acceso logrado hasta ahora a servicios esenciales para la protección de la mujer que en función de lo que recomienda la Organización de las Naciones Unidas incluye la plena vigencia de líneas de emergencia gratuitas que trabajen las 24 horas y mecanismos de acción rápida para seguridad y protección para adultas y menores edad objeto de abusos sexuales con un «seguimiento y apoyo psicosocial, cuidados post violación y con una ayuda jurídica gratuita para que comprendan sus derechos y opciones».
Ha escaseado en República Dominicana lo que el órgano multilateral «ONU Mujeres» dirigido por la expresidenta chilena Michelle Bachelet recomienda: velar por el adiestramiento de las personas que trabajan en los auxilios a la población femenina, especialmente a policías, abogados, jueces, trabajadores sociales y personal de salud «de modo que se garantice el cumplimiento de normas y protocolos de calidad. Los servicios tienen que ser confidenciales, sensibles y adecuados a las mujeres supervivientes.»
¡BAJEN DE LA NUBE!