Para tratar el tema que nos ocupa resulta vital el que definamos qué y quién es el “Yo” y qué y quién es el “no Yo”. ¿Dónde termina mi ser y dónde comienza el del otro? ¿Qué define quien verdaderamente somos?
Por un lado, el material genético y por otro la esencia. Hablemos un poco acerca de la esencia… La “esencia del ser» es un concepto filosófico y metafísico que ha sido abordado de diversas maneras a lo largo de la historia por diferentes pensadores y corrientes de pensamiento. La idea central es identificar la naturaleza fundamental o la característica inherente que define la existencia o la realidad de un ser. Es la naturaleza íntima de una cosa, lo que hace a un ser lo que es; base de la estructura física y psíquica humana; todo lo que es innato en el hombre. En la filosofía occidental, la esencia del ser puede ser su naturaleza intrínseca, su propósito fundamental o sus cualidades esenciales. En otras corrientes filosóficas y religiosas, el concepto de la esencia del ser también puede estar vinculado a aspectos más trascendentales, como el alma, la conexión con una realidad superior, o la búsqueda de significado y propósito en la existencia.
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Pero volvamos al “Yo” y veámoslo ahora como la afirmación de la conciencia del ser humano como ser racional. Y hablemos del “Yo superior” (silencioso) o impersonal y divino y, además, del “Yo” inferior o personal” (“Yo perecedero”) con tendencia a lo semi animal. <> (Zaniah, 1987, p. 491). Además, tenemos un “pequeño Yo” que según Taisen Deshimaru (1981) “Se trata del pequeño “Yo”, posesivo y limitado que es preciso destruir pues está hecho de vanas ilusiones; aunque el ser humano tiende a atribuirle una realidad verdadera”.
La cuestión de los límites entre el «Yo» y el «no Yo» se relaciona con la naturaleza de la identidad y la percepción individual en relación con el mundo que nos rodea. En Occidente, algunas corrientes filosóficas idealistas argumentan que el mundo externo es una construcción de la mente y que no existe una separación real entre el «Yo» y el «no Yo». Respecto al dualismo en esta misma región del mundo, especialmente en la tradición cartesiana, refiere que existe una distinción fundamental entre el «Yo» (la mente) y el «no Yo» (el mundo externo). Esta perspectiva sostiene que el «Yo» es una entidad separada y distinta de la realidad externa. Y es que el realismo considera que hay una realidad objetiva fuera del yo individual, y la percepción y la comprensión de esta realidad son limitadas por las capacidades sensoriales y cognitivas del individuo; sugiere que el «Yo» es una entidad dentro de un mundo externo real, y la percepción del «no Yo» es una representación de ese mundo en la mente del individuo.
Pero Oriente tiene una filosofía diferente. Veamos algunas variantes. En el budismo, se enseña que la idea del «Yo» (ego) es una ilusión y que la verdadera naturaleza de la realidad es la interdependencia y la ausencia de un yo separado. La práctica budista busca superar la ilusión del ego para que el ser despierte a su verdadera naturaleza. Desde esta perspectiva, no hay una frontera entre el «Yo» y el «no Yo,» ya que ambos son aspectos de la misma interconexión universal. Desde la perspectiva del Zen, la pregunta sobre el “Yo” y el “no Yo” se aborda de una manera que va más allá de la conceptualización intelectual. El Zen es una tradición dentro del budismo que enfatiza la experiencia directa y la intuición sobre la teoría y la doctrina. Aquí hay algunas ideas clave desde el punto de vista Zen: la noción de “No-Self” (Anatta en Pali, Anatman en Sánscrito). Esto implica que no hay una entidad permanente e independiente que pueda ser identificada como el «Yo». La identidad que normalmente asociamos con el “Yo” es vista como una construcción mental transitoria. El Zen busca superar la dualidad conceptual entre el “Yo” y el “no Yo”. La práctica meditativa intensiva (zazen) se utiliza para llevar la atención más allá de las distinciones habituales entre sujeto y objeto, permitiendo una experiencia más directa de la realidad sin las limitaciones de las categorías mentales. En lugar de discutir teóricamente sobre la naturaleza del “Yo” y el “no Yo”, el Zen enfatiza la importancia de la experiencia directa. A través de la práctica de la meditación, se puede lograr una comprensión inmediata y no conceptual de la naturaleza de la existencia. En la tradición Zen, la iluminación o el «despertar» (satori, comprensión súbita; kensho, percepción directa e intuitiva de la realidad). En este estado, la distinción entre el “Yo” y el “no Yo” se disuelve. Se trata de la superación de la ilusión de la separación entre el “Yo” y el universo.
En la tradición del hinduismo Adamita Vedanta, se sostiene que hay una realidad suprema (Brahmán) que es la única verdadera existencia y que todo, incluido el yo individual (Utman), está interconectado en esa realidad suprema. Es decir, en Occidente hay límites y en Oriente no hay límites porque todo está interconectado. En el mismo plano, pero en otro orden de ideas, en el mundo de la psicología (sobre todo en la psicología moderna) la identidad personal se considera una construcción compleja que incluye aspectos cognitivos, emocionales y sociales. Mientras que la psicología transpersonal explora estados de conciencia y experiencias místicas que a menudo involucran una sensación de conexión con algo más grande que el “Yo” individual, cuestionando los límites tradicionales entre el “Yo” y del “no Yo”.
Entonces, la percepción de los límites entre el “Yo” y el “no Yo” puede variar significativamente según nuestras creencias. Algunas tradiciones y enfoques como hemos visto sugieren que esta distinción es ilusoria y que la realidad es más interconectada y unificada de lo que nuestra percepción limitada podría sugerir. Sin embargo, desde el punto de vista esotérico, la noción del “Yo” a menudo se expande más allá de la identidad individual física y psicológica para incluir aspectos más sutiles y espirituales de la existencia. En muchas tradiciones se exploran dimensiones más profundas de la conciencia y la conexión con fuerzas cósmicas o divinas. Se sostiene que hay un aspecto del “Yo” que trasciende el cuerpo y la mente. Este ser espiritual se considera inmortal y conectado a una realidad más amplia que va más allá de la vida terrenal. Sostienen que el “Yo” individual es una manifestación de una realidad cósmica única. Por otro lado, algunas tradiciones esotéricas creen en la reencarnación, donde el alma pasa por múltiples encarnaciones para aprender lecciones y evolucionar espiritualmente. En este contexto, el “Yo” es visto como una entidad que existe a lo largo de diversas vidas. Pero el asunto se hace más complejo cuando pensamos que el propósito de la vida puede estar relacionado con el desarrollo de la conciencia y la expansión de la percepción más allá de los límites convencionales del “Yo”. Esto podría proponer prácticas espirituales, meditación y otras disciplinas destinadas a elevar la conciencia.
Si han quedado convencidos de que no hay límites entre el “Yo” y el “no Yo”, vamos, entreguémonos de lleno al desarrollo de nuestra conciencia y a la expansión de nuestra percepción más allá de los límites convencionales del “Yo”…