Montevideo. Eduardo Galeano, fallecido este lunes a los 74 años de edad en Montevideo, era un periodista, cuentista y escritor uruguayo, un contador de historias que se trasnformó en referencia intelectual para la izquierda con su obra «Las venas abiertas de América Latina». Eduardo Hughes Galeano había nacido el 3 de setiembre de 1940 en Montevideo y para escribir adoptó su apellido materno.
Ensayista comprometido con las causas de la izquierda exploró a lo largo de su obra en las profundidades y los contrastes de América Latina. «Las venas abiertas de América Latina» es su obra más emblemática, en la que denunció en 1971 la opresión y amargura del continente en medio de procesos dictatoriales a lo largo y ancho de la región.
Traducido a una veintena de idiomas, el libro intenta -según palabras del propio Galeano- «explorar la historia para impulsar a hacerla». Ese libro fue el regalo que le llevó el ahora fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez, a Barack Obama, en la Cumbre de las Américas de 2009 en Trinidad Tobago, gesto que catapultó de nuevo las ventas.
Pero con una muestra de autocrítica poco común, Galeano comentó hace un año en una rueda de prensa en Brasilia que «no sería capaz de leerlo de nuevo. Caería desmayado. Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico no aguantaría. Sería ingresado al hospital».
El escritor, cuya educación formal no superó el primer año de secundaria, afirmaba haber aprendido el arte de narrar en los viejos cafés de Montevideo, de los cuales era afecto y consuetudinario visitante. «No tuve la suerte de conocer a Sherezade; no aprendí el arte de narrar en los palacios de Bagdad; mis universidades fueron los viejos cafés de Montevideo; los cuentacuentos anónimos me enseñaron lo que sé», dijo el autor en octubre de 2009 en Madrid.
«En los cafés descubrí que el pasado era presente y que la memoria podía ser contada de tal manera que dejara de ser ayer para convertirse en ahora», añadió entonces ese mago de las palabras, que cautivaba con sus letras y con su voz. Galeano inició su carrera periodística a los 14 años, cuando publicó su primera caricatura en el semanario El Sol, del Partido Socialista uruguayo, bajo la firma de «Gius», onomatopeya irónica de su primer apellido de origen galés.
Entre 1961 y 1964 fue editor de la prestigiosa revista Marcha, que dirigía Carlos Quijano y que era reducto de intelectuales latinoamericanos, en la que también escribió Mario Benedetti. Luego fue director del diario independiente de izquierda Época (1964-1966). La breve novela «Los días siguientes» (1963) y el libro de cuentos «Los fantasmas de los días del león y otros relatos» (1967) revelaron su veta literaria entre escenarios montevideanos, conflictos existenciales y atmósferas sutiles. «Vagamundo» (1973) y «La canción de nosotros» (1975, que le dio el premio Casa de las Américas) confirmaron sus dotes de narrador, mezclando la historia social con el mito y la leyenda, lo ficticio y lo testimonial.
Con la llegada de la dictadura en 1973 a Uruguay, que duraría 12 años, Galeano, vinculado a corrientes marxistas, se exilió en Argentina, donde fundó y dirigió la revista literaria Crisis. Dos años después se trasladó a España, a Calella (al norte de Barcelona), donde escribió para publicaciones de ese país y colaboró con medios de Alemania y México.
En la espectacular trilogía «Memoria del fuego» (I – Los nacimientos, 1982, II – Las caras y las máscaras, 1984, y III – El siglo del viento, 1986), Galeano revive el pasado indigenista latinoamericano, donde la historia y el presente se entrecruzan, en relatos breves de una potencia sin par.
Con la restauración de la democracia en 1985, Galeano regresó a Uruguay, donde residió desde entonces y mantuvo una prolífica producción. En 1989 editó «El libro de los abrazos», que el propio autor definió como «un libro sobre los vínculos con los demás». Le siguieron recopilaciones de crónicas y artículos, e incluso un libro sobre el popular balompie, del que era un gran fanático: «El fútbol a sol y a sombra» (1995).
Fiel a su postura política, tampoco faltan los relatos de los pueblos originarios, de la lucha por los recursos naturales y cuestionamientos a la guerra en Irak, a Estados Unidos, a los grandes bancos internacionales o a las multinacionales. Obtuvo el premio Casa de las Américas en dos ocasiones (en 1975 y en 1978) y su trilogía «Memoria del Fuego» recibió en 1989 el American Book Award, distinción que otorga la Universidad de Washington.
En 2010 recibió el prestigioso premio sueco Stig-Dagerman, otorgado «porque su escritura apoya en forma inquebrantable a todos aquellos que están marginados y condenados».