Arthur Schopenhaver dijo: “el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que las jugamos”. Unas elecciones planteadas entre la razón y la emoción, entre el libre albedrío para votar por el que pueda conectar a través del algoritmo que, son los que predicen, condicionan y marcan las tendencias de aquellos votantes indecisos o inseguros.
El voto emocional, que se ejerce en el corto plazo lo impulsa de forma motora (la corteza premotora) y cuando se ejerce en largo plazo de forma discriminativa, consciente influye la corteza (prefrontal).
Latinobarómetro ha expresado la crisis de los partidos políticos, los cuales están en crisis de credibilidad, en plena disonancia cognitiva, o sea, dicen una cosa, practican lo contrario y hacen lo que les da resultados no importa si es inmoral o no ético.
Las opciones de los votantes apuntan hacia la bipolaridad, pero ojo, nada de ideología, ni de espíritu liberal ni de izquierda; la libertad y la capacidad de elegir es segura y confiable, ideológicamente conservadora y de tendencia populista, clientelista y pragmática.
Las emociones, el cortoplacismo, las neuronas espejos, y las conductas predeterminadas estimuladas por la publicidad, las ofertas y la alianza que garanticen la repartición del pastel del Estado, jugaran, también, en la intención del votante.
A diferencia de Centro América y otros países latinoamericanos aquí, democráticamente hablando, tenemos pantalones largos, estamos más maduros, discutimos y pataleamos, pero aceptamos supervisión, conteos, transparencia, y una ciudadanía que vota, aunque la abstención va en aumento.
La neuropolítica, habla del manejo mediático, de las emociones, el remordimiento y el resentimiento que, junto al odio y a la culpa castigan o rechazan la intención de voto por un determinado candidato o partido. Otros votan por la esperanza de una oportunidad, un puesto en el gobierno, o negociar en el Estado o lograr ascender socialmente.
El voto social o el racional, el que discrimina la corteza prefrontal, de forma consciente, discriminativa, juiciosa, crítica, objetiva y basado en programas, es cada día menos frecuente. Sin embargo, cuando aparece un detonante económico, social o moral, entonces, el cerebro social se activa y logra reagruparse para castigar políticamente.
El Dr. Luis Ignacio Brusco en su libro: El cerebro político, habla desde el neuromarketing y la neuroeconomía, hasta la memorización del votante para fijar y memorizar rostros, colores, rostros que fijen el voto en su cerebro.
A los medios de comunicación, los hacedores de opiniones y los reguladores de la neuroeconomía tendrán que exigir, proponer e impulsar discusiones y debates, para impulsar la razón en el voto.
Me estoy comprometiendo, desde esta pequeña trinchera, poner en práctica mi conocimiento en la neurociencia y la psiquiatría, para hacer análisis, estimular o provocar el uso del cerebro en las elecciones y de los votantes dominicanos.
El presidente Luis Abinader corre solo dentro de su partido, al igual que Leonel Fernández en su Fuerza del Pueblo. Los partidos bisagras y los tránsfugas viven el mejor momento, la Junta Central Electoral no penaliza y, mira para el otro lado, al comercio de los pequeños partidos y de la pobre revisión de sus resultados políticos e inversión que pagamos los ciudadanos.
Lamentablemente, el debate estará ausente de ideas, programas, compromiso y de ética política. Pero hay que darle seguimiento desde la neuropolítica.