El cerebro y la motivación

El cerebro y la motivación

Hoy más que nunca el mundo necesita motivación, es un requisito inesquivable el pensar que esto es temporal y que todos nos hemos planteado un propósito: el de sobrevivir, salir airosos y de la mejor manera frente a esta condición mundial de un invasor microscópico, pero letal. Se nos hace un llamado a ser un alpinista en estas rocosas y oscuras montañas que nos rodean en aprehensiones, temores, incertidumbre y pánico. Por eso esa importante motivación interior: nos convertimos en escaladores que con fe y entusiasmo nos hemos trazado el propósito de salvar la cumbre con arrojo y sin temor a los abismos insondables que nos rodean en esta pandemia. Es motivación, para resistir, motivación para no doblegarnos, que nuestra mente y espíritu no se deterioren. Motivación para que la experiencia vivida sea resiliente y salgamos fortalecidos en todos los órdenes. Como ser humano, no como científico, confío en que la modestia, la compasión, la mansedumbre, la revaloración espiritual y familiar, la disposición, el apego, el pensamiento menos acelerado y la solidaridad resultarán todas robustecidas en toda la humanidad luego de este trance viral tan amargo. Esta «obligada pausa» nos ha hecho reflexionar a todos, trascender de lo terrenal y así poder controlar las reacciones habituales que no nos dejaban cambiar para hacernos más humildes, más solidarios y mejores personas.
El sistema de motivación cerebral, eso que nos motoriza y nos conduce hacia el éxito, es al momento uno de los temas más fascinante del campo de investigación de las neurociencias. El cerebro humano lleva millones de años evolucionando en un proceso parecido a ponerle a una barquilla varias bolas de helado. Las partes inferiores de nuestro cerebro no han evolucionado tanto como por ejemplo la corteza, que sí lo ha hecho de manera rápida en términos de pocos años de evolución.
Por el contrario, otras áreas profundas del cerebro antiguo se han quedado y se pudiera decir que no difieren mucho al de un animal inferior. El milagro del pensamiento humano, lo que nos hace superiores, es que los primitivos circuitos del placer y del goce que yacen en esa parte antigua del cerebro como el hambre, el placer sexual, drogas, etc., pueden ser activados y controlados por segmentos superiores, como la corteza racional (sustancia gris), que es una de las áreas más evolucionadas del cerebro.
En la búsqueda de ese interruptor o «switch» de la motivación en la estructura del cerebro, los neurocientistas alemanes Volker Coennen y Bernd Weber en agosto del 2010, plantearon haber encontrado ese detonador de la motivación en el órgano rector. Siempre se ha creído que son cuatro las principales áreas en nuestro cerebro que participan en la motivación. Diferentes son los espacios que participan de la motivación en los humanos, pero hay un territorio especial que es parte confirmada del sistema de gratificación que poseemos: es el núcleo Striautm ventral (cuerpo estriado), que es un paquete celular profundo en el cerebro forma parte de un grupo de «avellanas» llamados ganglios basales que tenemos profundos en el órgano rector, y que guardan relación con los movimientos intencionales, así como el aprendizaje procedimental, en el refuerzo y en la planificación. Estos núcleos tienen comunicación con la corteza cerebral y con todo el resto del cerebro a través de unas autopistas donde la principal vía para la motivación es el llamado paquete neuronal frontal medio anterior, que va desde el tallo cerebral hasta la corteza cerebral, es decir, que este tracto neuronal es el que conecta todo el andamiaje de sentimientos, reconocimiento y manejo de la conducta motivante, donde el principal mensajero es la dopamina, que a su vez es un importante neurotransmisor.
La persona tiene motivación principalmente por los aspectos bioquímicos y fisiológicos de su perfil genético. Lo aprendido cuenta, pero depende de la capacidad de funcionamiento del estriatum, por tanto, es lo que debemos fortalecer. Que nuestro lóbulo frontal que es el 25% de la masa cerebral se mantenga lúcido y con propósitos claros para motivarnos y permitirnos luchar por el éxito. Esa área anterior guarda con celos las experiencias agradables, principalmente se guardan en la corteza prefrontal. El miedo es uno de los principales desmotivadores. Necesitamos que la epinefrina y la norepinefrina, como nuevos trasmisores motivantes en combinación con la dopamina arropen nuestros cerebros, para lograr el motivado éxito frente a la pandemia. ¡Un fuerte abrazo sabatino, motivémonos a ser felices|

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