A finales de 1960, la dictadura de Trujillo se enfrentaba a fuertes presiones nacionales e internacionales que habían debilitado su régimen. Durante décadas, el tirano había intentado repetidamente hostigar a los Mirabal a través de encarcelamientos, intimidaciones y amenazas. Se recuerda que el 17 de mayo de ese año, la portada del periódico El Caribe trajo la siguiente información: “Luego de un desfile en su honor, el Padre de la Patria Nueva denunció en Santiago las actividades clandestinas a que se han estado dedicando algunas personas en ciudades y secciones del Cibao y citó en Tenares, Salcedo, Conuco y San Francisco de Macorís, recalcando que en Conuco los comunistas han echado las raíces más hondas, donde en el pasado se destacaron los Mirabal y sus familiares…”.
Es conocido que la figura de Minerva Mirabal molestaba a los esbirros. En el libro de Tony Raful Movimiento 14 de Junio: Historia y documentos, se afirma que durante uno de los recorridos de Trujillo por el país, el comandante de la Fortaleza de Salcedo le indicó que los esposos de las Mirabal “ni se sienten, pero que las “jodonas” son las mujeres”. Este comentario se agregaba al informe verbal que le transmitiera el diputado trujillista de la misma provincia, quien le informaba que en su demarcación “todo estaba bajo control menos las Mirabal”. En ese mismo tenor, el historiador Roberto Cassá sostiene que “Minerva Mirabal desempeñó un papel decisivo en el aliento de las actividades, por lo que llovieron tantas denuncias que Trujillo decidió su eliminación, como siempre a manera de escarmiento”.
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La orden del asesinato emanó de Trujillo. Según Tony Raful, la misma le “fue dada a Pupo Román, secretario de las Fuerzas Armadas, quien la tramitó al jefe del SIM en ese momento, quien a la vez la hizo llegar al Capitán Alicinio Peña Rivera, Jefe del Servicio de Inteligencia Militar en el Cibao”. Para ejecutar el plan, se dispuso como primera medida el traslado hacia Puerto Plata de sus esposos, Manolo Tavárez Justo y Leandro Guzmán, ya que Pedro González se encontraba en La Victoria, los cuales habían sido apresados en enero de 1960, tras las redadas contra el Movimiento Clandestino 14 de Junio. Dos días antes de su asesinato, Minerva Mirabal apuntando hacia el horizonte expresó “muy pronto me uniré a Donato Bencosme allá en la eternidad” (en alusión a una pasada víctima de Trujillo), a lo que su madre, Doña Chea Reyes, le replicó “no te anuncies así, mi hija”.
El 25 de noviembre de 1960, las hermanas Mirabal viajaron junto con Rufino de la Cruz para visitar a sus esposos recluidos en la Fortaleza San Felipe. Siguiendo el testimonio de Leandro Guzmán, Minerva le manifestó a Manolo un comentario que Trujillo hizo en la casa de un hacendado, donde indicaba que “sus únicos problemas eran la Iglesia y las Mirabal”. Esto preocupó al líder del 14 de Junio, exhortándola para “que no volviera a hacer ese viaje de Salcedo a Puerto Plata, y que alquilara una casa en la ciudad para estar cerca de ellos”. Desafortunadamente, sus temores se hicieron realidad. La trama fue organizada por los agentes del SIM dirigidos por Ciriaco De la Rosa, y al operativo se integraron además los calieses Alfonso Cruz Valerio, Néstor Pérez Terrero, Ramón Rojas Lara, Manuel Valerio y Ramón Estrada Malleta.
Estos prepararon la emboscada en la que interceptaron el vehículo en el que viajaban las hermanas y Rufino de la Cruz, cuando iban por el puentecito de Marapicá en la carretera que unía a Puerto Plata con Santiago. Los detalles del múltiple asesinato fueron revelados durante el juicio a los responsables materiales del crimen, tal como se recoge en la crónica del diario El Caribe de 1962. De acuerdo con el testimonio de Ciriaco De La Rosa, las cuatro víctimas fueron sacadas del vehículo y llevadas a unos cañaverales, y según su versión “después de apresarlas las condujimos al sitio cerca del abismo donde ordené a Rojas Lara que cogiera palos y se llevara a una de las muchachas. Cumplió la orden en el acto y se llevó a una de ellas, la de las trenzas largas (María Teresa), Alfonso Cruz Valerio eligió a la más alta (Minerva), yo elegí a la más bajita (Patria) y gordita, y Malleta el chofer (Rufino). Ordené a cada uno que se internara en un cañaveral a orillas de la carretera, separados todos para que las víctimas no presenciaran la ejecución de cada una de ellas. Ordené a Pérez Terrero que permaneciera en la carretera a ver si se acercaba algún vehículo o alguien que pudiera enterarse del caso”.
Allí, las hermanas y Rufino fueron despiadadamente golpeados hasta la muerte, tal como se aprecia en el relato del homicida Ramón Lara, quien subrayó el salvajismo con que Ciriaco De La Rosa asesinó a Minerva Mirabal: “Con improperios De la Rosa la arrastró entre la carretera y la hierba. La colocó allí. Buscó el garrote y le cayó a golpes. La remató totalmente. De la Rosa le propinó numerosos garrotazos. Quería estar segura de que estaba bien muerta”. Agregó, que Ciriaco les ordenó que “trasladáramos los cadáveres de las muchachas al Jeep. Lo hicimos así y encendimos las luces del jeep, abrimos el suiche y todos lo empujamos hacia el abismo”, a los fines de simular un accidente automovilístico, en el poblado de La Cumbre, jurisdicción de Tamboril, tal como se recoge en la nota de prensa publicada en El Caribe del 27 de noviembre de 1960. Este acto de barbarie no solo puso en evidencia la crueldad de Trujillo, pues la indignación que provocó el martirio de las tres hermanas sirvió también como catalizador para su eventual caída, tal como veremos en la próxima entrega de esta serie.
Dr. Amaurys Pérez Sociólogo e historiador UASD/PUCMM