A diario se registran hechos violentos que pudieran ser resueltos mediante la solución al conflicto. En cientos de familias y parejas se presentan conflictos, por diferentes temas que se pueden resolver a través del diálogo, la comunicación asertiva o la inteligencia emocional.
En términos grupales y sociales, se originan conflictos por un parqueo un roce de vehículos, en un juego de dominó, o una diferencia en el deporte o política que puede derivar en violencia, muerte y cárcel. La convivencia conflictiva aparece en cualquier espacio donde socializan personas y se presentan diferencias y desacuerdos.
En la escuela también aparecen las amenazas, pleitos, agresiones, violencias entre alumnas y alumnos contra maestros. Pero lo mismo sucede en los hospitales, supermercados, aeropuertos, empresas, gremios, partidos políticos y relaciones, donde se registran conflictos y crisis, a través de la violencia física, psicológica, emocional, acoso sexual o moral.
Los asesinatos, secuestros, atracos, robos, tumbes, sicariatos etc. son vistos con cierta normalidad dada la recurrencia con que se registran dejando a la sociedad traumatizada, en pánico, angustiada y ansiosa por la frecuencia de la violencia social.
La cultura de la violencia se articula o se aprende y se deja expresar en la cotidianidad mediante el sistema de creencias, los comportamientos, y las actitudes confrontativas y desafiantes. Andar con un palo, cuchillo, machete o un arma de fuego, dentro de un carro para “resolver” protegerse o solucionar un conflicto condiciona el cerebro hacia la violencia.
Las personas deberían condicionar su cerebro y sus emociones para responder a través de la cultura de los buenos tratos.
Lo mismo pasa con el niño que observa la violencia en su casa, o en la escuela, va aprendiendo que la violencia es una condición normal, a la que se acude para resolver un conflicto con un amigo, una novia o un grupo que tenga una diferencia.
Esa cultura de violencia la recibimos en los feminicidios, los homicidios, los divorcios traumáticos y los conflictos psicosociales que se registran en los barrios y calles que terminan en violencia y asesinatos.
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¿Qué hacer? Para desmontar hay que atacar las causas, no las consecuencias, la presencia de policías y militares es bueno para prevención, fiscalización y control, pero es una respuesta tipo S.O.S
El desmonte debe ser integral: determinar el porte y tendencia de armas de fuego, prevención del delito, persecución al crimen organizado, Justicia eficiente y eficaz con el sistema de consecuencias, control de la corrupción, trafico de drogas y del mercado ilícito etc.
Para la prevención hay que trabajar en la escuela desde el nivel básico hasta el intermedio y la universidad, los programas de mesa de paz, resolución del conflicto, cultura de tolerancia con las diferencias, contra el bullyng y otros tipos de diferencias y disenso en los grupos estudiantiles.
En las empresas públicas y privadas ofrecer charlas, talleres, seminarios contra la conflictología, las habilidades y destrezas, la inteligencia emocional y social para resolver los conflictos interpersonales y grupales.
A través de los medios de comunicación, la publicidad, las iglesias y en todo lugar que socialicen personas hablar de asertividad, cultura de buenos tratos y de soluciones practicas a los conflictos interpersonal y grupal.
La convivencia pacífica, la cultura de reciprocidad, altruismo, solidaridad, de tolerancia y acercamiento emocional, ayuda a manejar y desmontar los episodios de violencia.