El discurso de Luis

El discurso de Luis

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Largo, bien pronunciado, bien leído, bien escrito. Lleno de frases y nombres de lugares no sabroseados todos los días especialmente por noticias suaves, de nuevas inversiones, construcción de viviendas, levantamiento de empresas industriales o comerciales. Realmente impresionante, habló más tiempo que el discurso más largo del Presidente Joaquín Balaguer, aquel nunca leyó, empleo su prodigiosa memoria y su oratoria de corte superado.

El discurso del presidente Abinader fue un recuento de sus diarios viajes en helicópteros a inaugurar obras, dar continuidad a otras, empujar otras, compartir el placer de iniciar una escuela o la mejoría de un edificio destinado a hospital, supervisar el avance de un campo deportivo o el de un campo experimental de asuntos avícolas o pecuarios,

Este Abinader sí rinde. Su recuento es más que un recuento de la más que numerosa obra que se lleva a cabo.

Hay apuestas y apuestas: que si habrá flujo de caja para la construcción de las mismas como la de iniciar las mismas, que si no habrá muchas que se enchivaran en la inauguración y luego, si te vi no me acuerdo. Esa es la responsabilidad de Abinader y la de quienes cogobiernan con él.

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Si este hombre se atrevió en un año preelectoral a retar el país político, al país empresarial, a la oposición, estrujándoles en la cara cientos de iniciativas beneficiosas e importantes para el país, o está muy seguro o está más perdido que el hijo del Coronel Charles Lindbergh.

Por supuesto, como siempre recuerda mi amiguísimo Orlando Sánchez Díaz, nadie es monedita de oro para gustarle a todos.

La avalancha de opositores, oportunistas, politiqueros del “quítate para ponerme yo” y los improvisados pescadores de ríos revueltos y pescadores de remansos quienes “ iluminados” por cualquier encantador de serpientes crean candidatos que hacen el daño del fuego fatuo en una fiesta donde bailan quienes merecen ser candidateados y quienes hacen daño al sistema.

Así se llega al nuevo escenario en el cual los hombres van en busca de la consagración en el escenario más desigual, donde no impera el derecho, la verdad, donde el uso de la fuerza y la marrulla pueden más que el entrenamiento sano. Ahí, donde hace falta la palabra que acompaña la apuesta del gallero, ahí vamos a ver si vale la pena invertir en todas las áreas reproductivas del país.

El tiempo dirá si es cierto que cuando se invierte con honradez, los fondos del gobierno se multiplican y alcanzan para hacer un mejor trabajo,

¡Adelante y valor!