Los “conversatorios” científicos sostenidos en nuestra columna de este diario con el psiquiatra Dr. José Miguel Gómez, acerca del estrés y sus secuelas han suscitado numerosos comentarios muy positivos de personas conocedoras del funcionamiento cerebral. Entre estos comentarios están los del muy estimado profesor Dr. José Joaquín Puello.
El cerebro es un órgano costoso, teniendo solo el 2% de la masa corporal; usa para él una quinta parte del oxígeno que consumimos y una cuarta parte de la glucosa que quemamos.
El Dr. Puello mencionó en su comentario que Charles Darwin se había referido por primera vez a las emociones humanas. Como recordará el “amable lector”, las emociones (todas las reacciones que experimentamos) ya fueron mencionadas, son comandadas por las amígdalas cerebrales, las que se conectan con el hipotálamo y la corteza prefrontal. Es entonces el hipotálamo el que regula los latidos cardíacos, la presión arterial, los ciclos del sueño y cualquier otra acción humana relacionada con las emociones.
Estuve hace un par de semanas en Washington en un congreso científico y cumpliendo mi obligada rutina de cuando viajo a cualquier país, voy a su principal librería, a su museo o sala de arte más importante. Estando en la librería Kramerbooks de la Avenida Connecticut, en la capital del mayor país de Norteamérica, comprando unos libros, vi una vitrina donde había algunos libros muy resguardados y pregunté sobre qué trataban: eran libros de colección a muy elevados precios y por casualidad el primero que me mostraron y hojee fue la obra de Darwin, “La expresión de las emociones en el hombre y en animales” de la editorial inglesa John Murray, publicado en el 1872.
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Las emociones que expresan eventos poco gratos, riesgosos y de gran alerta, generalmente nos producen tristeza, son estresantes. Lo opuesto cuando sentimos emociones positivas con placenteros momentos como el amor, el buen comer; estos momentos nos llenan de optimismo y energía. Señaló el Dr. Puello en nuestro conversatorio, con toda razón, que los cambios del severo estrés afectan nuestro sistema inmunitario debilitando nuestras defensas, altera las enzimas hepáticas, hay aumento de los glóbulos blancos y los lípidos. Es decir que el estrés lo altera todo en el organismo. Se refirió el distinguido neurocirujano, a que muy bien sabemos de la influencia del entorno en nuestra salud física y mental citando la obra “El cerebro y su entorno” de Moro en sus cuadernos, sobre el medio ambiente. Con ello una vez más se confirma que las situaciones de estrés y una exigente demanda emocional como las que hoy vivimos cobran un alto precio en nuestra salud.
La emoción es un fenómeno omnipresente. No hay un momento del día y de la noche en que no experimentemos algún tipo de emoción por débil que sea. Es decir, que existe una estrecha interacción entre emoción y cognición. Es por eso que los estímulos emocionales negativos, como una amenaza o un daño, que hoy son comunes, requieren de una movilización intensa de recursos cerebrales de procesamiento y respuestas, ya que disponemos en nuestros cerebros de los llamados “circuitos urgentes” de respuesta; esto será tema de un futuro “conversatorio”. Lo que importa es cuidarnos, preservarnos en lo posible de esas estresantes negatividades (personajes tóxicos, malas noticias, temores, inflación, inseguridad, pandemia, guerras, conflictos en el hogar y el trabajo, etc.). ¡Luchemos por ser felices!