El estrés postraumático

El estrés postraumático

El  trastorno por estrés postraumático (TEPT) puede ser diagnosticado cuando un individuo ha vivido un suceso en el cual peligró su integridad física o la de terceros, y  ello origina sentimientos impactantes de miedo, desesperanza y horror. Nos imaginamos que el pasar seis años como rehén de una guerrilla, lo que implica vivir en pie de guerra, y en condiciones no muy confortables, debe tener sus consecuencias adversas en la psiquis de cualquier humano. La razón de este “conversatorio”, es dedicarlo a la dama colombiana Ingrid Betancourt y a todos los rehenes del mundo.

El término estrés está muy presente en el hombre de nuestros días, aunque existen numerosos criterios relacionados con su enunciado, y con la forma de medirlo – sobre todo en los métodos de lucha contra el mismo-, todos coincidimos en concederle una extraordinaria importancia, por las malas consecuencias que ocasiona a la salud humana este  complejo fenómeno.

El concepto de estrés es difícil de definir, en términos simples. La palabra proviene del francés antiguo y significa tensión. En física, estresar es equivalente a ejercer presión o fuerza sobre un cuerpo para deformarlo, lo que requiere intensidad y tiempo, y conduce a una reacción opuesta de resistencia. No obstante, el concepto se extendió hacia la tensión física o mental y los factores que la ocasionan. En Medicina, y en especial en las neurociencias, existe un problema respecto de los conceptos de agente estresante y proceso de estrés.

Uno de los primeros aportes de la modernidad a reconocerlo se deben al fisiólogo Claude Bernard (1813-1878) quien consideraba que el organismo posee un equilibrio que resulta de delicados procesos de compensación. Refutado este concepto por la Medicina moderna, se acuñó luego el término homeostasis, relacionando los fluidos del organismo con los procesos hormonales y los sistemas simpático y para-simpático. Pero no complejisemos las cosas y resumamos que el estrés es el resultado inespecífico de cualquier demanda impuesta al cuerpo.

El TEPT se caracteriza por la presencia de despersonalización (conductas bizarras), aplanamientos afectivos, pánicos, aislamientos, hasta la muerte misma por ruptura cardíaca. Existen ciertas variables que predisponen a su aparición en la vida adulta. Por ejemplo, el trauma infantil y el neuroticismo están frecuentemente implicados. Asimismo, existen factores protectores contra el mal, como la flexibilidad de la auto-estima, la creatividad, la apertura y la capacidad de aprendizaje de las experiencias. Los psiquiatras y psicólogos  aún hoy día no son precisos en reconocer los factores que predisponen  a su aparición.

Hay dos grandes abordajes en la explicación de este trastorno; uno es el enfoque psicodinámico y el  otro el abordaje cognitivo. En ambos casos la personalidad es el elemento más importante para determinar la reacción del individuo ante esta situación de estrés extremo. La tensión resultante es mayor en los introvertidos que en los extrovertidos; se ha comprobado que ese factor nocivo no sólo produce extenuación del neuro-dinamismo cortical, responsable de una inhibición defensiva que repercute en trastornos de la memoria, de la conducta y en otras capacidades cognitivas, sino también en una alteración en la dinámica de la actividad.

El abordaje psicodinámico plantea que en estos casos de trauma emocional, si no hay mecanismos de defensa “adaptativos” desde la infancia, el individuo reitera  y rumia aspectos del trauma indefinidamente. Por el contrario, el abordaje cognitivo como enfoque para explicar el TEPT, esboza que la mayoría de las personas elaboran esquemas positivos y flexibles que permiten asimilar el material nocivo estresante,  siendo percibido en estructuras preexistentes que facilitan la adaptación a las nuevas dramáticas experiencias. Lo más moderno hoy día es su explicación mediante un “modelo  integrado” para la definición de este síndrome. Entidad que puede darse en cualquier circunstancia de estrés severo, guerras, accidentes de cualquier naturaleza, catástrofes, robos, estupros, intentos de suicidios, agresiones, fracasos sociales, etc. Resulta obvia la templanza y valentía de esta dama, doña Ingrid Betancourt, que bien merece el Nobel de la Paz.

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