El Ministerio de Educación (Minerd) ha lanzado la “Cátedra ciudadana” con el fin de crear alianzas entre los docentes y los escritores dominicanos a favor del aprendizaje estudiantil. El evento fue dedicado al escritor Marcio Veloz Maggiolo con la participación de sus distinguidas hijas. Conferencias y paneles fueron presentados sobre los géneros literarios: novela, ensayo, poesía, cuento y teatro. Nos correspondió integrar el panel sobre el género ensayístico junto a Federico Henríquez Gratereaux, Odalís Pérez (ponente) y Ramón Gil.
Motivada por el evento les expongo mis consideraciones en relación a la enseñanza y el aprendizaje del ensayo en las escuelas y universidades. Creo firmemente que para dichos fines el ensayo académico (argumentativo) es el ideal.
Su clara estructura sirve de guía en el proceso, sin limitar las facultades creativas del estudiante. Este tipo de ensayo es el que más se asemeja a la ciencia pura, ya que se basa en la observación, el planteamiento de la premisa y las evidencias que se sostienen unas con otras. La premisa, los argumentos, contrargumentos, las falacias y la conclusión constituyen el lenguaje técnico del género que bien manejados se convierten en ciencia y arte.
El ensayo académico cumple con una macroestructura (la forma) que se repite como modelo. Esto permite al estudiante dominar la técnica en poco tiempo y concentrarse en el pensamiento analítico crítico y discriminativo que formará la microestructura (el contenido en tres ejes del lenguaje) del texto, sin que surjan dudas ni impedimentos que afecten el desarrollo de un pensamiento lógico, coherente y cohesionado.
Este hecho, como ya se mencionó anteriormente, no afecta la capacidad creadora de los aprendices sino que los guía y permite que puedan publicar sus trabajos, con mayor facilidad, en revistas académicas que piden una estructura específica, en la mayoría de los casos, basado en el estilo APA, a excepción de las escuelas de Medicina que utilizan otros estilos. Los estudiantes se sienten altamente motivados cuando se publican sus trabajos.
Habitualmente, el ensayista tiene una idea preconcebida convertida en una proposición en la que cree y está dispuesto a demostrar. Se trata de la premisa del ensayo; en el género de la monografía o de la investigación pura se le denomina: tesis. La premisa (tesis) debe tener fuerza, para ello debe ser importante, precisa, clara y fácil de entender.
Es importante además que pueda encontrar quien la refute. Una premisa con la que todos estamos de acuerdo no aporta nada y no logra concitar el interés de los lectores. La premisa debe ser capaz de captar al lector. Ensayar algo, coger un tema, darle vueltas y mirar sus variados ángulos y aristas, cautiva al escritor tanto como al lector.
Diversas son las razones que llevan a escribir un ensayo, señalaremos solo algunas: para reflexionar sobre un tema que le apasione; argumentar acerca de un problema; cuando no se está de acuerdo con lo que otro expresa; cuando hay una necesidad imperiosa de explicar, convencer o persuadir a los demás sobre el punto de vista del escritor. En ocasiones, el otro tiene tan arraigado su creencia que parece imposible el poder convencerlo o lograr que cambie su manera de pensar, pero con el solo hecho de crearle la duda, se logra moverlo aunque sea un poco del lugar donde se encuentra atrincherado.
Al redactar un ensayo es conveniente plantear y responder las siguientes preguntas: ¿Qué quiero comunicar al lector?; ¿qué ideas y evidencias tengo?; ¿cómo se lo quiero comunicar?; ¿cuáles son los argumentos que quiero presentar y en qué orden los presentaré?; ¿qué lenguaje o terminología voy a utilizar?; ¿qué longitud tendrá el texto?; ¿qué estilo voy a utilizar?… Todo discurso argumentativo bien organizado convence con razones y puede persuadir afectivamente, pero es bueno mantenerse en el ámbito de la persuasión abierta para convencer; todo autor ético tratará de mantenerse lejos de la persuasión cerrada cuya intención real es la manipulación.
Al escribir este tipo de texto sea para publicarlo como para presentarlo frente a una audiencia de modo oral debemos tener muy pendiente el aspecto retórico, es decir las siguientes partes de este tipo de discurso: el logos, ethos, el pathos. Tendremos pues que utilizar el lenguaje preciso, tomar en cuenta el público a que va dirigido y entender que la parte ética y el valor intelectual del expositor tendrán mucha importancia para la aceptación de parte de los lectores o el público en general.
Resulta importante dominar los tres ejes del lenguaje: El eje sintáctico, el eje semántico y el eje que se relaciona con la concepción dialéctica. En cuanto al sintáctico se concentra en la relación de los signos entre sí, en este tipo se puede prescindir del significado, pero se hace hincapié en la estructura del razonamiento al pasar de los argumentos a las conclusiones.
El semántico busca mantener la relación entre lo que se dice y lo acontece. Se relaciona con el significado de acuerdo a las reglas propias de la moral filosófica, define si el eje del lenguaje es falso o verdadero. El eje de la concepción dialéctica es la parte pragmática que relaciona el enunciado con el contexto y el receptor. Ese diálogo entre el autor y el receptor (lector) se realiza con el fin de llegar a un acuerdo y aunque no siempre se logra dicha meta, el ensayista aspira a ella.
Los ensayos filosóficos y literarios tienen una complejidad mucho mayor, requieren de dominio del género y de la temática, lo cual se adquiere con el tiempo. Lo que hace que un ensayo sea verdaderamente cautivador es la capacidad del autor de realizar un buen análisis crítico con un pensamiento propio al servicio de la lógica. Además, la capacidad de argumentar (fuera de un ensayo argumentativo, propiamente dicho) utilizando variados métodos de razonamiento. La presentación de las refutaciones y las respuestas del autor frente a las mismas hacen de este tipo de ensayo un verdadero reto para el escritor joven.
El ensayo como género literario permite elegir un tema y reflexionar sobre el mismo a profundidad. Un buen ensayo debe estar compuesto, aproximadamente, por un 80% de lo que piensa el propio autor y un 20% de citas intratexto.
Estas últimas, se refieren a aquellas que hayan captado la atención del ensayista por la manera que respaldan su propio punto de vista, deben provenir de autores fiables y expertos en el área del saber. Cuando se trata de grandes pensadores el 20% se reduce casi al mínimo porque son figuras que tienen una capacidad de observación, una cosmovisión tan plena y única que aportan nuevas teorías desde su propio pensamiento.
Ellos con sus ensayos permiten a sus lectores comprender mejor el mundo que los rodea. Como ejemplo, podemos mencionar a Martín Heidegger (1929) y su ensayo ¿Qué es la metafísica? En esta breve, pero gran obra el autor a penas menciona a dos o tres autores como son Hegel y Schilling. Paso su vida pensando sobre el “ente” y el “Ser”. Y como resultado todavía hoy en el siglo XXI estamos estudiando y analizando sus ideas. Son pensadores geniales que crean nuevos conocimientos para beneficio de la humanidad.
Según Carles Besa Camprubí de la Universidad Pompeu Fabra:
“Se impone pues la constatación de que la teoría es incapaz de aprehender el ensayo, tal vez porque el ensayo resiste a la teoría cuando no la rechaza abiertamente. Gran parte de las contribuciones al tema se ocupan menos del ensayo como género (a pesar de las expectativas arrojadas por el título y las declaraciones metaliterarias internas en el mismo sentido) que de su epistemología y los factores mentales que presiden su creación (son un claro paradigma de esta tendencia los textos críticos del ámbito germánico, que tienden a vincular el ensayo con cierta metafísica del conocimiento)” (Besa, 2014).
Es por todo lo antes dicho que consideramos que el tipo de ensayo filosófico y literario requiere de un acervo intelectual amplio, dominio de la lengua; capacidad para discriminar e investigar; y de un considerable pensamiento lógico y analítico crítico. Todo ello se adquiere y desarrolla a través del tiempo. Es por ello que propongo al ensayo académico (argumentativo), como la vía ideal para aprender a realizar un buen ensayo en las escuelas y universidades ya que permite guiarse por una macro estructura pre establecida que propicia el dominio del género y ayuda a desarrollar el pensamiento crítico sin las frustraciones que implica para un aprendiz la libertad total en un campo complicado que aún no domina.