El mundo avanza a un ritmo acelerado debido a una combinación de factores tecnológicos, económicos y sociales que se retroalimentan entre sí como son: las innovaciones tecnológicas constantes, conectividad global, la globalización, la inversión en investigación y desarrollo, la automatización y eficiencia, la educación y el capital humano, la cultura y la innovación, las crisis, la necesidad de adaptación y la interconexión de tecnologías, entre otras. Es decir, el ritmo acelerado del cambio en el mundo actual es el resultado de una confluencia de avances tecnológicos, globalización, inversión en I+D, automatización, capital humano capacitado, cultura de innovación, y la necesidad de adaptación ante crisis y desafíos globales. Estos factores se potencian mutuamente, creando un entorno en el que el cambio es constante y demasiado acelerado.
Dado todo lo anterior las universidades tienen que cambiar. No hay opción. Es un imperativo, o se cambia o se vuelven obsoletas. Hay que preguntarse si de la manera que se están haciendo las cosas podrán entrar exitosamente a esta nueva era de la IA y si su método actual asegura el éxito del egresado que debe salir de su alma máter: responsable frente a la sociedad local, regional y global, ético, técnica y profesionalmente competente, adaptativo, ético, comunicativo, creativo, interdisciplinario y globalmente consciente y orientado a un recto actuar. Estas características les permitirán no solo vivir plenamente su humanidad sino también prosperar en un entorno impulsado por la tecnología y la innovación.
La educación universitaria, históricamente conocida por oponer cierta resistencia para adoptar cambios, sobre todo tecnológicos, se encuentra actualmente en un punto de inflexión debido a la emergencia de las humanidades digitales. Esta nueva disciplina, que fusiona las herramientas tecnológicas con las metodologías tradicionales de las humanidades, está revolucionando la manera en que se enseña, se investiga y se difunde el conocimiento en las instituciones de educación superior. Las universidades, tradicionalmente vistas como bastiones de conocimiento que preservan el status quo, están comenzando a reconocer el potencial transformador de las humanidades digitales. Y a pesar de las reservas que se puedan tener, el mayor aporte de esta disciplina radica en su capacidad para democratizar el acceso a la información y facilitar nuevas formas de análisis y visualización de datos culturales, lo que en última instancia enriquece la experiencia educativa y expande las fronteras del conocimiento humanístico.
En nuestro país, al igual que en muchos otros, este conservadurismo de algunas universidades se debe en parte a la naturaleza jerárquica de las instituciones educativas, donde las decisiones de cambio curricular deben pasar por múltiples niveles de aprobación y luego, ser avaladas por el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Mescyt). Además, la estabilidad y el prestigio académico se han basado durante mucho tiempo en la preservación de métodos y contenidos probados y reconocidos. Pero hoy, en un mundo cada vez más digitalizado, la lentitud para adaptarse puede resultar contraproducente. La brecha entre el ritmo acelerado de los avances tecnológicos del mercado y de las empresas a nivel global y la rigidez de los sistemas educativos tradicionales se ha ampliado, creando en muchos casos una desconexión entre la educación universitaria y las demandas del entorno profesional contemporáneo. Aquí es donde las humanidades digitales entran en juego, ofreciendo un puente entre la tradición y la innovación. Sobre todo, en un momento en que el mundo empresarial se automatiza a un ritmo acelerado.
Uno de los aspectos más significativos del impacto de las humanidades digitales en la educación universitaria es la transformación de las metodologías de enseñanza; las herramientas como la minería de textos, el mapeo geoespacial y la realidad aumentada abren nuevas posibilidades para la investigación y la enseñanza, haciendo que los contenidos sean más accesibles y atractivos. Permitiendo un enfoque más holístico y multidimensional. Los investigadores la pueden usar para analizar grandes volúmenes de datos textuales, identificar patrones y tendencias, y visualizar sus hallazgos de maneras innovadoras. Asimismo, los proyectos de mapeo digital, como los que utilizan sistemas de información geográfica (SIG), permiten a los historiadores y arqueólogos visualizar datos espaciales y temporales de manera integrada. Otro impacto crucial de las humanidades digitales es la democratización del acceso al conocimiento. Las herramientas digitales y las plataformas en línea permiten a los estudiantes y académicos de todo el mundo acceder a recursos que antes estaban restringidos a instituciones específicas o a aquellos con los medios para acceder a colecciones físicas. Esto es especialmente importante para las universidades y los estudiantes en regiones subrepresentadas o con recursos limitados. Por ejemplo, proyectos de digitalización masiva de manuscritos, libros y archivos históricos hacen que estos materiales estén disponibles para cualquier persona con una conexión a Internet. Esto no solo amplía el alcance de la investigación y la enseñanza, sino que también fomenta una mayor inclusión y equidad en el acceso al conocimiento.
A pesar de los numerosos beneficios, la integración de las humanidades digitales en la educación universitaria no está exenta de desafíos. Uno de los principales obstáculos es la necesidad de formación y desarrollo profesional tanto para el profesorado como para los estudiantes. La adopción de nuevas tecnologías y métodos requiere una inversión significativa en capacitación y recursos, algo que muchas instituciones pueden encontrar difícil de implementar debido a limitaciones presupuestarias o a la resistencia al cambio. Además, existe el desafío de la preservación digital. A medida que más recursos se almacenan en formatos digitales, surge la necesidad de garantizar su accesibilidad y preservación a largo plazo. Esto implica desarrollar estrategias y estándares para la gestión de datos digitales, algo que requiere colaboración entre tecnólogos, bibliotecarios y académicos. Sin embargo, estos desafíos también representan oportunidades para innovar y fortalecer la infraestructura educativa. La colaboración interdisciplinaria, la creación de nuevas carreras y programas académicos centrados en las humanidades digitales, y el desarrollo de alianzas con industrias tecnológicas pueden proporcionar el apoyo necesario para superar estos obstáculos.
Finalmente, hemos de reconocer que las humanidades digitales están transformando la educación universitaria al introducir nuevas metodologías de enseñanza e investigación, democratizar el acceso al conocimiento y desafiar las convenciones académicas tradicionales. Aunque la resistencia al cambio es una característica inherente de las instituciones educativas, la adopción de las humanidades digitales ofrece una oportunidad única para revitalizar el campo de las humanidades y preparar a los estudiantes para un mundo cada vez más digitalizado. Las humanidades digitales están siendo adoptadas por muchas universidades de prestigio a nivel mundial, integrándolas en sus currículos y creando centros especializados para promover la investigación y la enseñanza en este campo interdisciplinario, entre ellas: la Universidad de Stanford, la de Oxford y la de Harvard.
Al abrazar estas innovaciones, las universidades pueden no solo mejorar la calidad y la relevancia de la educación que ofrecen, sino también posicionarse como líderes en el mundo de las Humanidades Digitales. El futuro de la educación superior depende de la capacidad de adaptarse y evolucionar, y este cambio representa un paso crucial en este camino hacia un aprendizaje más inclusivo, dinámico y relevante para este siglo XXI que avanza en constante evolución. Y aunque temamos que la era tecnológica sobrepase al ser humano; deje atrás o supere a la humanidad… Recordemos la cita de Friedrich Nietzsche: «Humano, demasiado humano». Esta reflexión profunda sobre la naturaleza humana desafía las idealizaciones y acepta nuestras imperfecciones, instándonos a ser más auténticos y comprensivos con nuestra humanidad. La tecnología ha llegado para quedarse, lo invade todo a pasos agigantados y depende de nosotros utilizarla a nuestro favor y dominarla para avanzar hacia un futuro más humano y equilibrado.