Ha sido obra de la clase dirigente mantener hasta hoy el cuerpo policial parecido al de la dictadura.
¡Qué larga ha sido la transición dominicana de dictadura a democracia!
Por: Juan Miguel Pérez y Patricia Solano
El jefe que sigue vivo en el uso del poder. Con más reveses que avances, el país no ha logrado en 60 años otorgar al ciudadano la dignidad que un Estado social, democrático y de derechos que supone.
La desigualdad es honda, a pesar de un crecimiento económico sostenido; pero más vergonzoso todavía es, que aún sobreviva la violencia de Estado, quizás no por ideas políticas como en los 12 años de Balaguer, pero que un policía tenga, como hasta ahora tiene, permiso tácito de matar, con muy pocas consecuencias o ninguna, es parte del esquema de violencia con el que las entidades públicas tratan a la gente.
Y como ese policía tampoco tiene ni el salario ni la dignidad que como ciudadano merece, será fácil que se corrompa.
Lo que en la población cuesta vidas, tortura y sufrimiento ha sido de mucha conveniencia para negocios que se lucran de una Policía pobre y atrasada, que mantiene una jerarquía militar como vicio de origen.
La cantidad de policías activos, incluyendo coroneles y generales, que trabajan en negocios privados como responsables de seguridad, es una de las razones por las cuales las comisiones de reforma policial nunca pasan del intento.
Reformar sería cambiar de cultura; pero el “jefe”, que sigue vivo en cada dominicano y dominicana, alimenta el espíritu que gobierna en las instituciones públicas y privadas del país.
Le invitamos a leer: 1961, el año de la libertad: El trabajo mísero, huella de dictadura
Ese autoritarismo, herencia directa de la dictadura y producto de la transición truncada, se puede verificar en todos los sectores dirigenciales del país. La Policía es, apenas, una de las tantas expresiones de ese mal de fondo.
¿Son responsables los partidos políticos que comparten el poder? Sí, pero también una parte del empresariado, que utiliza a la Policía como una agencia privada de seguridad, aprovechando los bajos salarios y las condiciones precarias de trabajo y de vida de sus integrantes.
He ahí otra herencia del “jefe”: utilizar el Estado y sus recursos para provecho propio, en este caso, la fuerza pública.
Mantener hasta hoy el cuerpo policial parecido al de la dictadura ha sido obra de la clase dirigente; tenemos la Policía que la élite ha querido tener.
Cada agente que integra ese cuerpo es víctima también de su jerarquía, que funciona bajo esquemas de una corrupción histórica en sus organismos, como vimos tras la confesión de un oficial implicado en la Operación Coral.
Si los pilares que sostuvieron la dictadura siguen vigentes (autoritarismo, culto a la personalidad, aprovechamiento de recursos públicos y concentración de poder), aquí está haciendo falta una reforma política integral, no una que se reduzca a la Policía. Todo esfuerzo será incompleto, si no se atiende el problema de fondo: la tradición de abuso con la que se ha ejercido el poder en RD.
Predomina una cultura de jefismo y los jefes no la quieren cambiar.