La actual pandemia del Covid-19 tendrá un impacto en la humidad de dimensiones imprevisibles. Ha puesto en evidencia la levedad de los supuestos claves del orden capitalista, entre otros, la idea del progreso como ley central del desarrollo de la humanidad. Según esa ley, las transformaciones técnico-científicas, lineal e indetenibles, tienen una capacidad ilimitada de producir bienes y servicios a los cuales, tendría acceso toda la humanidad. La presente pandemia evidencia que ese progreso, además de ser limitado, ha sido incapaz de eliminar las ignominiosas desigualdades sociales que laceran el mundo de hoy.
Si bien las profundas transformaciones técnico-científicas que ha logrado la humidad, han hecho posible que, en esencia, las condiciones de vida de los seres humanos hoy sean mejores que antes, pero no han permitido que miles millones de seres humanos tengan acceso a productos claves de la ciencia que son indispensables para bienestar de la gente en general, y particularmente a los que tienen que ver con la salud. Muchos dicen que los sistemas de salud de todo el mundo han colapsados, dando por supuesto que antes estaban en capacidad de dar abasto a la demanda de la población, pero no. Virtualmente estaban colapsados.
Si por colapsado se entiende que no están en capacidad de dar servicios a todo el que lo demanda, entonces, de hecho, antes de la pandemia los sistemas sanitarios, de hecho, ya estaban “colapsados” en todo el mundo. Ello así, porque el sistema capitalista sólo produce bienes y servicios para un mercado: para el que pueda pagarlos. Incluso, en muchas esferas no produce lo que demanda el mercado. Eso se manifiesta en el generalmente extremado y hasta criminal largo tiempo de espera para las citas consultas médicas, diagnósticos, operaciones etc., sin importar la urgencia de la enfermedad del paciente, lo cual no se corresponde con los extraordinarios avances que en términos técnico/científico que en área sanitaria ha logrado el capitalismo liberal.
En otro orden, es innegable que el desarrollo tecnológico acumulativo, indetenible y transformador, con retrocesos a veces y siempre con desigualdades, produce progreso, y que en vertientes significativas beneficia la humanidad. En esa capacidad indetenible de producir medios para producir riqueza radica la fortaleza del capitalismo liberal, pero ahí donde radica su debilidad. No puede producir riquezas sin producir pobreza. La presente pandemia ha exacerbado esa contradicción, pero no hay elementos consistentes para sostener que ella sepultará al sistema. El capitalismo superó la crisis de los 70 a costa del desmonte de las conquistas más significativas de los trabajadores occidentales: la inversión en los servicios de carácter social, sobre todo las pensiones.
El capitalismo ha superado otras crisis, pero esta vez, a pesar de la inexistencia de un sepulturero que cabe su sepultura, existe una oportunidad evitar su recuperación de la forma salvaje en que ha operado, mediante la acción de diversos movimientos sociales y sectores políticos que no han renunciado a los valores de la democracia. A nivel internacional los líderes del viejo sueño socialdemócrata deberán entender que el capitalismo podrá recomponerse en sus peores formas si gestionan sus crisis como lo hicieron en los años 70: administrando el desmonte del Estado Bienestar a favor del gran capital.
En nuestro país, el nuevo liderazgo que asuma el gobierno en agosto próximo tendrá la oportunidad de gestionar la post pandemia a favor de gente, no a favor del ventajismo económico de los poderosos.