El interés que en el llamado «gran público» despiertan las banalidades confiere superioridad numérica en el mundo digital a quienes se abrazan a las conexiones con desenfado y la mayor disposición de correrle atrás a las diversiones electrónicas, al accionar de sus relaciones estrictamente personales y al chisme farandulero, dejando atrás en importancia la información calificada, aunque esta sea la que tendría mayor significación y valor para sus vidas aunque parezcan no saberlo.
En el uso de los dispositivos móviles en República Dominicana arrasan, en un 60 por ciento de los tráficos “online”, los objetivos de portadores que rinden culto al coloquio de lo instantáneo que solo les concierne a ellos y al despacho y recepción de correos electrónicos que no salen mucho de lo particular e intrascendente, aunque también sirvan extensamente para provechosos fines comerciales y hasta corporativos, asiduidades que en ningún caso implican conducirse con el rigor profesional de las técnicas periodísticas que protegen y dan valor a la comunicación.
El impresionante éxito monetario que la internet en sí misma, y su aliada la radio, reportan a la propagación de música desastrosa y a comunicadores que ponen énfasis en el manejo trivial de los asuntos aunque revistan gravedad, suma ventajas económicas y de relación con el público que ya quisieran para sí quienes en este tiempo aspiran, y hasta logran, ejercer liderazgos de peso en la sociedad gracias a la acogida que les brindan los seres pensantes de la colectividad.
La fascinación por las imágenes transmitidas en vídeo, que son posibles en internet, se manifiesta, según estudios de absoluto crédito, en el seguimiento puntual y adictivo en que cae el 50% de los internautas; pero una rápida evaluación de los contenidos de alto rating delata que en muchos casos se trata de material destinado al morbo y los regodeos.
Lo escandaloso sin sustancia, lo que sexualmente agrede al pudor y algunas de las otras anormalidades de que son capaces ciertos humanos, tienen en redes, programas de ondas hertzianas y notables portales, magníficas cajas de resonancia.
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Lo que dijo Cebían
En reciente visita al país para conversar con la intelectualidad, Juan Luis Cebrián, exdirector del periódico El País de principalía en idioma español a nivel mundial, dramatizó sobre los daños económicos que recibe la prensa impresa a causa de internet: «La publicidad ahora se va a las plataformas y las plataformas publican lo que quieren los influencers porque cuanto más clics, más dinero. ¿Más dinero para quién? No para quien genera tráfico, sino para el que lo soporta que son Facebook o Google«.
Considerado uno de los diez españoles más influyentes en España y América Latina en 43 años, Cebrián estimó, hablando a dominicanos sobre riesgos inmediatos, que las invenciones tecnológicas han traído una serie de problemas que antes eran inimaginables como la postverdad, las fake news, la concentración del poder informativo, la percepción de que ya no se sabe lo que es verdad o mentira, la falta de rigor, de regulación, el desorden»…
Con el optimismo de quien de todos modos mantiene los pies sobre la tierra, después de describir el abismo por el que bordea el periodismo moderno, el intelectual dijo esperar que al final la profesionalidad de los comunicadores se impondrá. ¡Dios lo oiga!
Mientras tanto, agregó: «en la actualidad las redes están manipuladas por los gobiernos, las iglesias y las empresas. La manipulación que hay en las redes es fabulosa». No lo dijo, pero es probable que una parte del periodismo que conocemos, y que debería contraponerse vigorosamente a los usos dañinos, prefiera inadvertidamente aupar la mezcla del bien y el mal que llega desde el ciberespacio.
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Más evidencia
Un estudio que acaba de llevar a cabo la fundación Mapfre, entidad que promueve el «uso saludable y responsable de las tecnologías de la información y la comunicación», se concentró en centenares de jóvenes de escuelas públicas y privadas de varias provincias importantes del país, incluyendo la de Santo Domingo, y halló que los usos más frecuentes de la internet no incluyen leer noticias.
Por orden de importancia los consumos favoritos son los siguientes: «realizar asignaciones escolares, CHATEAR, ocuparse de las redes sociales, escuchar música y ver películas y vídeos, lo que indicaría que en la misma medida en que se venían absteniendo de tomar un periódico en papel para leer, desperdician masivamente la oportunidad de hacerlo gratuitamente en sus pantallas a través de las versiones digitales de innúmeras publicaciones que antes solo eran impresas.
La investigación patrocinada por Mapfre estuvo dirigida a reafirmar que la internet es un ecosistema lleno de oportunidades pero también de amenazas a las que están expuestos niños y adolescentes.
Muchos de los entrevistados admitieron tener contactos, de alto riesgo y muy al alcance de sus manos con personas desconocidas pero disfrazadas de ovejas.
Una plataforma de marketing «HubSpot Research» que se vale de software para medir el uso de internet a nivel mundial, estableció que solo una quinta parte de los usuarios utiliza el recurso electrónico para leer noticias.
La preferencia para el común de los navegantes se divide entre: ver vídeos, transcurrir por redes sociales matando el tiempo, buscar, ya con fines más constructivos, resultados de investigaciones útiles para temas escolares y académicos, seguir clases cibernéticamente y practicar unos juegos que al tiempo de entretener (que es lo que más se quiere) educan. Vaya sorpresa.
La poca adhesión a tomar un libro se extiende hacia las facilidades digitales, pues otra encuesta con el mismo software estableció que los textos largos son leídos, si acaso, muy superficialmente por los portadores de móviles.
Solo un 27% de los consultados en el sondeo dijo leer «detalladamente» con verdadera fruición.
A fin de cuentas, no se sabe si lo que están muriendo en este mundo son los medios tradicionales para leer o la lectura en sí mismo.