El quehacer arqueológico de Bernardo Vega

El quehacer arqueológico de Bernardo Vega

Bernardo Vega, historiador.

Por Manuel García Arévalo

Bernardo Vega Boyrie es un economista e intelectual multifacético y prolífico. A tono con su sorprendente erudición, ha gravitado en el acontecer nacional durante más de medio siglo en una amplia gama temática. Graduado de la Wharton School of Finance en la Universidad de Pennsylvania, a su retorno al país laboró en la Alcoa Corporation, en Pedernales, luego en la Secretaría de Finanzas (hoy Ministerio de Hacienda), de donde pasó a la Corporación de Fomento Industrial (CFI). Fue asesor del gobernador del Banco Central, jugando un papel relevante en la situación macroeconómica de entonces, ya que ingresó a esa entidad dos meses antes de la Guerra de Abril de 1965, cuando hubo de hacerse malabares para mantener a flote la economía y la estabilidad de la moneda nacional. Durante sus años en la entidad que traza la política financiera y monetaria del país, intervino en el diseño de reformas fiscales y arancelarias, participando en la creación de FIDE e INFRATUR, fondos financieros básicos para el desarrollo industrial y el despegue de nuestra infraestructura turística, realizando publicaciones e informes sobre la administración de las finanzas públicas y el manejo de las empresas del Estado agrupadas en CORDE, al tiempo de representar al país en congresos y conferencias internacionales.

La participación de Bernardo Vega ha sido determinante en el desarrollo de la disciplina científica que estudia la materialidad del pasado. En 1978 fue designado director del Museo del Hombre Dominicano, cargo que desempeñó hasta 1982, dándole a esta entidad una nueva dimensión museográfica, científica y educativa, hasta que fue nombrado gobernador del Banco Central. A lo largo de esos años, logró convertir a este museo en el principal centro nacional de estudios antropológicos y sociales, con un gran prestigio en los medios académicos locales e internacionales. Ha publicado nueve libros sobre arqueología.

Durante su gestión al frente del Museo del Hombre Dominicano, Vega se propuso dotar al Departamento de Investigaciones de un equipo de especialistas bajo un enfoque interdisciplinario que, en adición a la arqueología, incluyera las áreas de antropología física y sociocultural, biología, paleontología, palinología, etnohistoria, musicología y lingüística, entre otras.

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Con ese enfoque, el Boletín de la institución se nutrió del aporte de estos investigadores especializados en diferentes campos del saber, convirtiéndose en un órgano difusor de gran prestigio académico. Además, se tradujeron al español numerosos trabajos realizados por reconocidos viajeros y arqueólogos extranjeros.

Otra de sus preocupaciones fue dar a conocer el alcance artístico y el bagaje cultural alcanzados por la sociedad taína. Con tal propósito, se organizaron varias exposiciones en museos del extranjero, como la instalada en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, que causó un gran impacto por la calidad de su contenido.

Entre los logros de Bernardo Vega cabe destacar el hallazgo del único icono o cemí taíno confeccionado en algodón, conservado hasta el presente, del cual apenas se conocían algunas referencias gráficas, publicadas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Tras una ardua pesquisa en los registros de museos y colecciones de antigüedades amerindias, Vega logró su ubicación. Ello ha permitido conocer en profundidad, dentro de su contexto cultural, esta deidad taína de carácter funerario, vinculada al culto a los ancestros. Actualmente, el cemí de algodón pertenece a la colección del Museo de Antropología y Etnografía de la Universidad de Turín, en Italia. Y por su gran simbolismo cultural ha sido solicitado por el Gobierno dominicano, en calidad de préstamo temporal, para ser exhibido oportunamente en el Museo del Hombre Dominicano.

Por otra parte, durante la gestión de Vega, que duró cinco años, se intensificaron los programas de excavaciones arqueológicas, no sólo en los yacimientos aborígenes sino también en los sitios indo-hispanos y coloniales. En muchos de estos trabajos de campo participó activamente el propio Bernardo, como fueron las prospecciones realizadas en la escarpada sierra del Baoruco tras la huella del cacique Enriquillo y los manieles o palenques de esclavos cimarrones, donde Lemba y otros aguerridos líderes rebeldes se establecieron para evadir la persecución.

Un aspecto que caracterizó su administración en el MHD, fue la amplia visión en torno a la diversidad sociocultural del perfil multiétnico del pueblo dominicano, en particular lo referente a los aportes y tradiciones de origen africano.

La visión de una identidad nacional sin exclusiones dio lugar a una serie de conferencias dictadas por Carlos Esteban Deive, José del Castillo, Carlos Dobal, Frank Moya Pons, Rubén Silié y el propio Vega. Estas contribuciones fueron publicadas en Ensayos sobre cultura dominicana (1981), obra icónica que ha merecido varias reediciones y su traducción al inglés, en cuya introducción Vega resalta lo siguiente: «Cuando el Museo del Hombre Dominicano invitó a seis conocidos investigadores a dictar las conferencias aquí recogidas, lo hizo con un propósito muy definido: obtener el aporte intelectual necesario para poder luego preparar cambios importantes en su museografía permanente. En efecto, era generalmente admitido que aquella parte de su exhibición relativa a la etnografía, en su cuarto piso, necesitaba de importantes alteraciones para que reflejara fiel y, al mismo tiempo, didácticamente, todos aquellos elementos culturales que han contribuido a conformar al hombre dominicano de hoy. Mal puede llamarse Museo del Hombre Dominicano si no explica, en términos antropológicos y etnográficos, por qué y cómo es ese hombre».

Una buena parte de los trabajos arqueológicos, espeleológicos y etnográficos realizados por este investigador se encuentran en el libro Santos, shamanes y zemíes, que contiene ensayos sobre diversos temas, entre los que sobresalen: el simbolismo celestial atribuido por los taínos a los guaníes de metal, las expresiones del arte rupestre, las demarcaciones de los cacicazgos, la relevancia del lambí en la dieta aborigen, la pervivencia del legado prehistórico en la cultura criolla y la importancia de la arqueología submarina en los rescates de los galeones coloniales, entre otros.

Al hacer la presentación de esa obra, Marcio Veloz Maggiolo pondera del autor lo siguiente: «Bernardo Vega tiene el raro don de manejar quehaceres culturales muy diversos. Antes de hacerse economista se había nutrido de las inquietudes y ambiciones culturales de quien fuera uno de los pioneros de la arqueología científica en el país: su tío el Ing. Emile Boyrie de Moya. Por los caminos de la arqueología, que retomó una vez hubo retornado de su estadía en varias escuelas y universidades de Inglaterra y los Estados Unidos, Bernardo entró nuevamente en contacto con un mundo fascinante: la reconstrucción del pasado más antiguo, la arqueología. Esta vez su acercamiento a esta ciencia social se hacía como parte del entusiasmo que suscitaba la creación del Museo del Hombre Dominicano, y las investigaciones que se realizaron antes y después de su inauguración y en las que muchos de los nuevos investigadores arqueológicos del país participaron junto a Vega».

A lo cual agrega Veloz Maggiolo que: «el economista Bernardo Vega, salía de sus despachos y oficinas para calzar botas y desentrañar con el pico y la pala el mundo subterráneo en donde un pasado latente entre restos de alimentos y viejos enterramientos aborígenes, anunciaba el marco y las referencias de sociedades cuya documentación se había perdido. Sin dudas en este aspecto Vega ha sido también un notable profesional; así lo consideramos quienes compartimos con él el trabajo de campo y el de archivo».

Otro rasgo que caracteriza la personalidad de Bernardo Vega es su afición a los viajes como una forma de ampliar sus conocimientos y entrar en contacto con diferentes pueblos y manifestaciones culturales alrededor del mundo. Tal es el caso de su excursión para conocer las comunidades tribales de Papúa en Nueva Guinea, al igual que las pequeñas islas de Polinesia, que Irving Rouse tomó como ejemplo para comparar las rutas de migración de los grupos arahuacos a las Antillas. Sobre este aspecto, Veloz Maggiolo ha referido que: «Bernardo es un hombre de vasta cultura. Sus viajes al exterior jamás han sido del todo turísticos, y su retorno al país cargado de documentos, fotografías etnográficas, listas de almacenes en donde se pierden piezas arqueológicas importantes del Caribe y de Santo Domingo, muestra que el “vicio” del saber y del “conocer” conformó desde siempre su temperamento organizado y su forma precisa de planificar, manía que en él es una característica definitoria».

Lo mismo podemos decir acerca de la permanente contribución que, de forma desinteresada y entusiasta, ha ofrecido Bernardo Vega Boyrie por espacio de medio siglo, a la consolidación institucional del Museo del Hombre Dominicano y al fortalecimiento de su misión científica y educativa. Por todo lo cual, el Ministerio de Cultura y el Museo del Hombre Dominicano le han dedicado el VIII Congreso de Arqueología, en reconocimiento a sus múltiples aportes para rescatar y valorar los fundamentos étnicos que conforman la identidad nacional.