¡Cabellera de los Siglos: destrenzada
en una salvaje cólera de espumas!…
¡Que en un prisma del Iris, matizada,
soberbiamente tu coraje empinas!…
–Tras los cielos de brumas—
Mientras dejas correr tranquilamente,
con el zig-zag de una serpiente
tus sinfónicas aguas cristalinas…
¡Cabellera de los Siglos! ¡Cabellera
iluminada, tal como si fuera
barnizada en sus rastros
vagabundos, que la mañana dora,
con la sangre divina de los astros
y el oro enrojecido de la Aurora!…
¡Cabellera de los Siglos! ¡Hirsuta,
como el sinuoso doblez de una viruta
arrancada del pecho de un diamante!
y colgada después, sobre la cresta
inaccesible, colosal, enhiesta
de un altivo peñón, donde los pinos,
–¡tus cantores hermanos!…
se alargan en un ansia delirante
como brazos humanos,
florecidos de pájaros y trinos…
¡Cabellera de los Siglos! ¡Cabellera
que te descuelgas airadamente fiera
sobre un hombro colosal de rocas vivas!
2
Para caer pesadamente,
en un diluvio de gotas fugitivas
que te nimban la frente…
¡Cabellera de los Siglos! ¡Cabellera
que al aire flotas igual que en una bandera!
cuando de Ti se eleva como un canto
la divina soberbia del paisaje:
eres entonces toda como un Manto,
bordado en la blancura de un encaje…
Y desde tu andamiaje de basalto,
cayendo eternamente de lo alto:
ruges, ruges… y tu rugir retumba
profundamente lejos,
como una catedral que se derrumba,
entre una hecatombe de reflejos…
¡Cabellera de los Siglos! ¡Cabellera:
que si el hombre quisiera
se la enroscara al cuello a una turbina!
Para trocar en realidad potente
la maravilla de las maravillas:
El Jimenoa con su voz rugiente,
¡dándoles luz a todas las Antillas!…
(El Caribe, 17 de junio de 1948, p. 15)
(1 de 2)
§ 1. En el torbellino de la dictadura como la de Trujillo que llevaba en 1948 dieciocho años en el poder y en cada fasto de la era interpelaba a los dominicanos a realizar actos de adoración y lealtad al Jefe, no extraña que este poema solitario de Franklin Mieses Burgos (1907-1976) publicado en El Caribe el 17 de mayo de 1948 pasara desapercibido para los antólogos del autor de “Esta canción estaba tirada por el suelo”.
§ 2. Aparte de lo hiperbólico y una ligera concesión al turismo de postalita de cierta poesía trujillista criticada por Mieses Burgos, quien no vio personalmente “las maravillas de maravillas” de las cataratas y saltos más grandes del mundo, ¿Qué motivación poderosa le condujo a escribir un poema como “El salto de Jimenoa?”, publicado en una página de promoción publicitaria de las bondades de Jarabacoa y Constanza. El poema muestra el ritmo bíblico (letanía) de los poemas mayores de Mieses Burgos, aunque, posiblemente, nunca sepamos cuál fue esa motivación ni en qué fecha viajó el poeta a Jarabacoa y Constanza y con quién o quiénes realizó el viaje y dónde se hospedó, si es que.
Puede leer: Orfeo y Eurídice: El amor más allá de la muerte
§ 3. Las personas capaces de respondernos estas preguntas ya no están en este mundo: su esposa Gladys Pelegrín y su hijo Franklin Mieses Pelegrín. Sin embargo, alguna brizna de respuesta dejó el poeta Mieses Burgos en la carta escrita a Alberto Baeza Flores, compañero en la aventura de La Poesía Sorprendida. De lo que estoy seguro es que la crítica a la poesía de turismo de postalita hecha por Mieses Burgos le exime de incurrir en ese vicio propagandístico y nos arroja luz sobre su viaje primaveral a Jarabacoa y Constanza en 1948: «El paisaje dominicano que se advierte en mi poesía es el real y existe en ella en contraposición del falso paisaje nacionalista de maraca turística que el régimen trujillista quería imponernos. También de esa misma actitud contra lo criminal y falso de la tiranía nacen mis sentimientos de protesta social que tú sientes latir al través de mis versos.» (Carta a Baeza Flores, 2 de agosto de 1975, en La poesía dominicana en el siglo XX. Santiago: UCMM, 1977, p. 556).
§ 4. La respuesta de Mieses Burgos a Baeza Flores acerca del nacionalismo trujillista y su turismo de postalita y la relativa a los viajes del poeta por toda la geografía del país no dejan lugar a duda en cuanto a su conocimiento del salto de Jimenoa, de Jarabacoa y Constanza: «He viajado por casi todo el territorio nacional el cual conozco bastante bien. Pero no creo que sea de este conocimiento geográfico que nazca en mí el sentimiento de lo dominicano. Prefiero creer que es de un concepto más profundo y eterno que de lo meramente contingente y transitorio de sus aspectos externos. Porque siempre he creído que éstos pueden cambiar por acción de la misma naturaleza o por capricho de la mano del hombre. En cambio [,] creo que el concepto de patria en abstracto es algo así como una maravillosa e inmutable región del espíritu a la que afluyen todas nuestras vivencias afectivas y en la cual esas mismas vivencias afectivas forman la realidad de nuestra verdadera naturaleza nativa no importa el sitio accidental en que hayamos nacido.» (Ibid.., pp. 556-557).
§ 5. Contexto. El contexto donde se publica el poema de Mieses Burgos, “El salto de Jimenoa”, es insólito, salvo en la parte que atañe al turismo interno y la naturaleza de ríos, pinares y picos de 1.375 metros de altitud como el Duarte (luego bautizado con el nombre del dictador), algo que el poeta Mieses Burgos no aprobaría. Pero al director de El Caribe le pareció más compatible con la página comercial el contenido de “El salto de Jimenoa” que con la del sencillo suplemento cultural del periódico, porque se encomian los aserraderos, el clima frío, las carreteras que serpentean la región, los bosques y sus maderas preciosas, el emporio de riquezas que posee Constanza, su teatro Diana, su tienda miscelánea “El Moteo” y los aserraderos “La Altagracia” y “San Antonio”, propiedad de connotados trujillistas como José G. Sobá, eterno secretario de Estado de Salud, propietario del aserradero 3 de Jarabacoa. Si usted entra hoy a Internet encontrará unos 30 hoteles entre Jarabacoa y Constanza.
§ 6. En 1948 no había hoteles de primera en Jarabacoa, a lo sumo una posada. El 13 de agosto de 1949 se inauguró el Montaña en Jarabacoa. Un año después del viaje del poeta Mieses Burgos, Trujillo construyó el Nueva Suiza en este municipio en 1954 para ir de farra y de visita política por las provincias del Cibao (Jarabacoa y Constanza son municipios que forman parte de La Vega). Mieses Burgos se hospedó quizá en casa particular o en una posada. O tal vez fue de excusión y volvió a La Vega o a la Capital el día de la visita al salto de Jimenoa.
§ 7. Historial poético de Mieses Burgos. Desde 1929 hasta 1965, la producción poética de Mieses Burgos no tiene pausa. La memoria más cercana a ese año de 1948 son los cuadernos Seis cantos para una sola muerte (1947-1948) y Presencia de los días (1948-1949) o, si se quiere, Dionisio Vulnerado y El ángel destruido (1950-1952). Para aquel año de “El salto de Jimenoa”, el grupo de La Poesía Sorprendida es un recuerdo. Con el número XX (1947) cesó el grupo y los Cuadernos Dominicanos de Cultura, su opositor trujillista, no tiene competencia en el ámbito literario y cultural del país hasta 1952. En ese mismo 1948 comienzan a publicar de la mano de María Ugarte en la página escolar del periódico El Caribe los jóvenes cuyo movimiento fue bautizado por Máximo Avilés Blonda como la Generación del 48.
§ 8. El postumismo de Moreno Jimenes fue otro recuerdo, aunque este bardo publicó activamente hasta poco antes de su muerte en 1986 los opúsculos que vendía de puerta en puerta a la burocracia trujillista. La sucesora de La Poesía Sorprendida, Entre las Soledades, de Antonio Fernández Spencer (1922-1995) solo llegó a publicar cuatro números (agosto a noviembre de 1947) ya había pasado a mejor vida cuando el vate se ausentó del país en 1948 rumbo a Madrid en plan de estudios y no volvió a su patria hasta 1954, con su doctorado en filología hispánica de la Universidad de Salamanca convertido en émulo de Ortega y Gasset, Dámaso Alonso, Carlos Bousoño y Luis Rosales, revestido de un aura de gran crítico y filósofo, gustosamente cooptado por la dictadura que al poco tiempo le nombró subsecretario de Estado de Educación encargado de los asuntos de la Unesco. ¿Quiénes fueron sus valedores?
§ 9. Precedido de una fama que solo ensombrecía Pedro Henríquez Ureña, Fernández Spencer había publicado la más importante antología de su época, titulada Nueva poesía dominicana (Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1953), muy polémica y mostró garra al incluir a Pedro Mir, un exiliado enemigo de Trujillo, y excluir a Pedro René Contín Aybar, falsamente considerado en mayor crítico literario dominicano, lo que le valió ser excluido a su vez por Néstor Contín Aybar de su Historia de la literatura dominicana, t. IV (San Pedro de Macorís: Universidad Central del Este, 1984) a causa del ataque demoledor que Fernández Spencer le dirigió al hermano del jurista en un artículo publicado en la revista de La Poesía Sorprendida (XIII. 1944: 222-223). También había recibido el premio Adonáis por su libro Bajo la luz del día (Instituto Cultura Hispánica, 1952) y en 1969 se le concedió desde España el premio “Leopoldo Panero” por su libro Diario del mundo (1952-1967). Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1970), un acierto poético mezclado con ideología anticomunista a la usanza de Franco y Trujillo.
§ 10. Después de la desaparición de La Poesía Sorprendida cada uno trilló su propio camino, aunque queda, en determinadas fechas, el ritual y la nostalgia de lo que fue el grupo y se reunían semanalmente en la logia Cuna de América a recordar glorias pasadas o cuando Alberto Baeza Flores venía al país, quien fue, por extranjero, el árbitro neutral de los conflictos y enemistades entre los miembros del influyente grupo poético. Por ejemplo, Fernández Spencer no soportaba a Rueda, a quien acusaba de repetir a Huidobro, y Freddy Gatón Arce no toleraba a Fernández Spencer, crítico acérrimo del Grupo de los Independientes, y en aquel número XIII (oct-dic. 1944, p. 224-225) de LPS, este último la emprendió contra Héctor Incháustegui Cabral. Nunca hicieron migas.
§ 11. Con anterioridad, (LPS VI. 1944: 95) Fernández Spencer, teórico oficial de los sorprendidos, la había emprendido contra Incháustegui Cabral debido al ataque de este a La Poesía Sorprendida en el ensayo “paralelo” a su libro de poemas De vida temporal, publicados en aquel mismo año 1944, ensayo que no aparece en De literatura dominicana siglo veinte (Santiago: UCMM, 1973). Al parecer los dos ataques de Incháustegui Cabral a los sorprendidos se quedaron en los Cuadernos Dominicanos de Cultura: el primero, “En pos del secreto de la malaventura del Romance” (1. IX. 1943: 85-91); y, el segundo, “Nacionalismo y literatura en (6. II. 1944). Y todos imprecaban contra Marianito Lebrón Saviñón y Aída Cartagena Portalatín. Lo único que igualó a los sorprendidos y el resto de los poetas del país fue el Álbum simbólico (Ciudad Trujillo: Librería Dominicana, 1957) donde casi todos los le cantaron a la gloria del Generalísimo Trujillo y su familia, velis nolis.
§ 12. En este contexto de conflictos y enemistades, le publiqué a Mieses Burgos el poema “Meditación en torno al lenguaje” en la revista Bloque (5. III-V. 1974: 25-28). Se produjo entonces la primera reacción de Fernández Spencer cuando le pregunté su opinión sobre dicho poema. Me respondió: “Franklin está acabado. No tiene nada qué decir”. Pero pensé para mi coleto: -Si Franklin está acabado, mucho más lo está Fernández Spencer, pues solo hay que leer su poema “Los testigos”, incluido en Diario del mundo (pp. 51-57). Se trata de una diatriba ideológica contra el comunismo soviético de Lenin y Stalin.
§ 13. El abismo se volvió más hondo cuando Fernández Spencer, a su regreso al país, se convirtió en un agitador trujillista. Luego apoyó en 1963 desde Prensa Libre el golpe de Estado contra Bosch. Lo que le distanció de sus jóvenes discípulos Marcio Veloz Maggiolo y Carlos Esteban Deive. En 1965 apoyó a la Junta Militar de San Isidro y la intervención militar estadounidense y fue vocero de la Radio San Isidro. Terminó amargado cuando se firmó el Acta Institucional que dio paso al gobierno provisional de Héctor García Godoy, como lo testimonia su poema ideológico “País de tristeza”, fechado el 4 de septiembre de 1965 (Diario del mundo, pp. 123-125), escrito un día antes de terminar la guerra patria y pasó a apoyar a Balaguer durante sus doce años de gobierno autoritario y fue premiado con altos cargos. Fuera ya Balaguer del poder, Fernández Spencer terminó, entre 1979 y 1986, apoyado por Víctor Villegas y su revista Yelidá. Es la época de su vida camaleónica de alabanzas a Juan Bosch y la revolución sandinista, aunque fuera una pose oportunista. Bosch le envió a Nicaragua. Pero cuando Balaguer recuperó el poder en 1986 el poeta volvió triunfante luego de una sequía de ocho años que le sirvieron para reciclarse y cortejar a escritores noveles y políticos opositores. Su muerte en 1995 le impidió disfrutar el Pacto Patriótico. (CONTINUARÁ).