Nuestros antepasados de la Separación tuvieron suerte de que el trabucazo de Mella fuera en la noche del 27 de febrero, ya que por efectos del calendario, pudo haber coincidido con el día 29 por tratarse de un año bisiesto. Hubiera sido una molestia protocolar para quienes fijaban las fechas calendario de los acontecimientos históricos.
La fecha de ese histórico 27 de febrero coincidía con el inicio de la Cuaresma de ese año por lo cual la gente estaba en la calle y la vigilancia de la gendarmería haitiana estaba descuidada en sus retenes de la fortaleza del Ozama. La Puerta de La Misericordia estaba bastante retirada de la Torre del Homenaje. La ocasión fue propicia para los jóvenes complotados que procedieron con sus planes de dar inicios a la separación y preparar los documentos de la rendición y el retiro de los haitianos del país y su retorno a Occidente.
Dos semanas después del 27 vendrían los haitianos en dos fuertes contingentes por el Norte y el Sur a intentar recuperar lo que habían devuelto pacíficamente a finales de febrero. En marzo del 44 llegaron con otro aire de supremacía numérica y militar para reponerse de la humillación.
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Los haitianos con sus fuerzas divididas en dos frentes de invasión vinieron masivamente con todo un arsenal por el Norte y por el Sur para coincidir en Santo Domingo. La ruta del Sur era la más corta desde Puerto Príncipe y ya para el 19 de marzo estaban en la llanura entre los ríos Jura y el Vía en Azua para hacerle frente a tropas inexpertas dominicanas. La fuerza invasora del Norte tomó más tiempo para llegar a Santiago donde encontraron una resistencia organizada por estrategas criollos con experiencia militar en otros países.
Ya en marzo el país recién nacido estaba invadido por batallones haitianos experimentados. La alta oficialidad eran bastantes mayores, contando con el conocimiento militar de sus altos oficiales haitianos que en una tupida invasión y con aires de venganza venían con intenciones de arrasar con las villas dominicanas y sus pobladores que encontraran a su paso.
El valor del dominicano se puso de manifiesto en la candente llanura azuana donde un aplastante ejército mejor organizado fue arrollado por los dominicanos empeñados en mantener la soberanía conseguida semanas antes. Fueron horas de duros combates en donde el valor individual de los combatientes criollos se puso de manifiesto y confirmó los empeños dominicanos de no volver a ver la bandera haitiana ondeando en la fortaleza Ozama.
El día 30 de marzo de 1844 en Santiago fue la consagración del valor del combatiente dominicano que experto en el uso del machete supo hacer uso adecuado del mismo y con la ayuda de la escasa artillería disponible dirigida por personajes históricos que tenían experiencia de combate en playas extranjeras lograron frenar al poderoso ejército haitiano que abandonaron el terreno a orillas del Yaque del Norte y en retirada se marcharon para su país siendo hostigados por las guerrillas dominicanas hasta que cruzaron el río Masacre y retornar a Cabo Haitiano.
Fueron dos batallas peculiares libradas en marzo de 1844. Le hicieron ver a los avezados soldados haitianos que aquí en República Dominicana había una masa de hombres aguerridos y dispuestos a defender con su vida la independencia y soberanía lograda.