El siglo XXI comenzó con los ataques a las torres gemelas en Nueva York el 11 de septiembre 2001. El evento tomó por sorpresa al mundo y más aún a Estados Unidos. Eso fue telón de fondo para que George W. Bush declarara la guerra sin fin contra el terrorismo que produjo dos guerras: en Irak y Afganistán.
Fuera de comprar muchas armas al complejo militar-industrial, no está claro qué exactamente logró Estados Unidos con esas guerras, y a la salida de las tropas, esos países quedaron bajo el control de las mismas fuerzas locales que dominaban desde antes. Muchos muertos y destrucción sí hubo.
En el 2007-2008 se presentó la gran crisis financiera en Estados Unidos que trajo una gran recesión con la caída dramática de la bolsa de valores y la pérdida de millones de empleos, recesión que afectó otros países. Barack Obama ganó las elecciones ese año no tanto por su oratoria ni la euforia del “Sí podemos”, sino por la gran insatisfacción que generó la gran recesión.
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En medio de la crisis financiera también se gestó el movimiento “Ocupar Wall Street”, enfocado en combatir la excesiva concentración de riqueza en Estados Unidos. Hizo ruido, pero tuvo pocos resultados.
Simultáneamente llegó la “primavera árabe”. La juventud de distintos países del norte de África y el Golfo se rebelaron contra la marginalidad y opresión. La euforia del cambio fue intensa, pero se disipó país por país, donde siguen dominando los gobiernos autoritarios.
Entonces hubo unos pocos años de relativa tranquilidad ante el cansancio social.
En el 2020 llegó la pandemia que trastocó todo: la economía, la salud, las relaciones sociales, la política. En ese contexto, el Internet y las redes sociales afianzaron su poder sobre la vida de los seres humanos, la inflación alteró el estado de ánimo y el flujo migratorio hacia los países desarrollados se aceleró.
Actualmente, en los países capitalistas desarrollados hay una confrontación brutal entre la población establecida y los nuevos inmigrantes, que ha dado auge a la ultraderecha.
En Estados Unidos acaba de ganar Donald Trump con un fuerte énfasis anti-inmigrante, y en Europa crecen y aumentan su poder los partidos con raíces fascistas.
Los enfrentamientos entre Rusia, Estados Unidos y China por el control del mundo en el siglo XXI se agudizan, y se expresan en guerras localizadas (por el momento) en Ucrania y el Medio Oriente. En ambos casos la situación aparece cada día más tenebrosa.
En América Latina se afianzan los gobiernos autocráticos, llámense libertarios o de izquierda, y los pronósticos de crecimiento económico no son halagüeños. La aspiración migratoria continuará, pero Estados Unidos, Canadá y Europa están cerrando sus puertas ante el auge político de la antinmigración.
La globalización neoliberal que en las últimas cuatro décadas ha generado riqueza, también ha aumentado la desigualdad y la pobreza, incluso en los países del capitalismo desarrollado donde suenan las campanas proteccionistas lideradas por Trump. De concretarse su plan de aumentar impuestos a las importaciones, el mundo estará sometido próximamente a mayor estrés económico.