§ 8. Quienes excusan a Louis-Ferdinand Céline, a Heidegger y a Pound de haber colaborado activamente con el nazismo y el fascismo alegando que fueron juzgados por sus opiniones políticas y no por el valor de sus obras, olvidan, en el caso de Pound, que él mismo justifica que ningún escritor debe estar al margen de la política, porque sería una irresponsabilidad de su parte y en la poética se afirma que la relación entre literatura y sujeto es inseparable de la ética y la política.
Esta excusa, en el caso de Pound, la reproduce Joaquín Bochaca en el prólogo al libro Ezra Pound. Aquí la voz de Europa. Alocuciones desde Radio Roma (Barcelona: Nuevo Arte Thor, ¿1976?: «El caso de Pound es, probablemente, el más típicamente ilustrativo de la crueldad de esta época desquiciada. De la peor de las crueldades. De la crueldad intelectual. Del odio al pensamiento; del desprecio por la Cultura. Odio y desprecio que generan el asesinato de García Lorca y el linchamiento legal de Ezra Pound. Linchamiento que se produjo, no en razón de sus escritos, [literarios, DC], sino de sus opiniones, [políticas, DC] verbalmente expresadas a través de las ondas de Radio Roma, en el transcurso de la última conflagración mundial.» (P. 9).
Puede leer: El valor poético según la teoría literaria de Ezra Pound
Claudio Quantotto, en el ensayo que sigue al prólogo, reproduce el alegato de Pound: «El artista, por tanto, no puede sustraerse al derecho-deber de intervenir en las disputas políticas. Depositario de la moral, en la forma del arte, espera controlar que la política no viole a la moral; profeta, repleto de sabiduría, debe poner en guardia al pueblo (que es su Iglesia) ante los peligros e indicar, además, el futuro posible y feliz, los paraísos terrestres al alcance de la mano y de la voluntad.» (P. 22). Menos que la moral, la poética plantea esta inseparabilidad histórica entre ética y escritura. Quantotto copia a Pound cuando se refiere a la ética de Dante: «‘Ningún filósofo fue tan consciente como él de las bases éticas necesarias a la organización estatal’ (…) La ética, por consiguiente, viene antes que la política; más aún, es la base de la política. Y el arte tiene confines ambiguos, tanto con la una como con la otra.» (P. 20).
Este autor separa ética y política, pero se reivindica al decir que esta es ‘”la base de la política”. Pero falla al decir que el arte tiene confines ambiguos, es decir, que es tanto ético como artístico. En nuestro país, los literatos ancilares del Poder y sus instancias excusan a Heidegger de haber sido coronel de la Gestapo y rector de Heildeberg, desde donde mandó a prisión o a la muerte a profesores judíos al separar ética y filosofía, un remanente ideológico de su metafísica del signo. Víctor Farías, en su libro Heidegger et le nazisme (Lagrasse: Verdier, 1987) y Henri Meschonnic, en Heidegger ou le national-essentialisme (Laurence Teper: París, 2007) estudiaron a fondo las acciones políticas de este filósofo en beneficio del nacionalsocialismo hitleriano y no las separan de la ética (Hay traducción al español de esta última obra por Hugo Savino: Heidegger o el nacional-esencialismo. Madrid: Arena, 2007). El pensamiento filosófico de Heidegger es inseparable de su práctica política, como lo son el de Pound, Céline y cualquier escritor, vivo o muerto, que coopere con regímenes totalitarios. En democracia representativa funcional esta relación entre literatura y ética también debe ser situada políticamente para saber si un escritor o artista orienta o no los sentidos de su obra en contra del Poder, sus instancias y las ideologías de su época. Es decir, partido del signo contra partido del ritmo
§ 9. Las acciones políticas de Pound al denunciar desde la radio de Mussolini al capital financiero, los usureros y los políticos por su nombre, desde Roosevelt y compañía hasta los judíos de Wall Street, sellaron el ‘destino’ político del hombre que había actualizado la literatura inglesa y norteamericana con sus críticas al romanticismo y al clasicismo victoriano y había descubierto los mejores talentos literarios estadounidenses en los años 1915-1920 (Yeats, Frost, Eliot, Joyce y Lewis). El poder político de los Estados Unidos reaccionó ante estas acciones de Pound con su encarcelamiento cuando las tropas de ese país entraron al norte de Italia. Luego Pound fue llevado a su propio país, encarcelado, torturado y expuesto en un páramo al escarnio del público, hasta que finalmente, por la presión de sus amigos Hemingway, Dos Passos, Steinbeck, Faulkner y otros, fue liberado en 1958. Libre de la prisión, volvió a Italia y al llegar declaró: «Estoy libre de un manicomio poblado por ciento ochenta millones de habitantes.» (P. 15). Para la vida y obra de Pound, consúltense las biografías sobre este personaje nacido en 1885. Falleció en 1972 en su Italia literaria.
§ 10. Algunas de las concepciones literarias de Pound están aún vigentes, como esta del plagio: «Existe una tradición según la cual, en Provenza, plagiario es quien escribía de la misma forma que otro, mientras que hoy es considerado como plagiario el que le roba a otro su tema o su idea.» (A. B. C de la lectura, p. 73). Una pedantería literaria muy en boga en nuestro país es el hablar de las obras que se piensa publicar y nunca se publican: «En guisa de excusa, diré que es una pérdida de tiempo considerable escuchar a alguien hablar de cosas que no han sido realizadas a falta de haberlas estudiado y comprendido suficientemente.» (P. 82). Otro cliché cabeza dura es el de genio literario: «Aquí interviene el concepto falaz de genio con la cabeza rota. El concepto de genio que ronda la locura ha sido cuidadosamente mantenido por el complejo de inferioridad del público. Un país que desprecia las percepciones de sus artistas degenera. Luego de algún tiempo, cesa toda actividad y apenas sobrevive.» (P. 88.). Así estamos en mi país, sobreviviendo política y culturalmente. Una de las consecuencias de este desprecio a los artistas es el predominio en nuestro país de la crítica mala: «La educación verdadera debería confiarse únicamente a los hombres que INSISTEN en el conocimiento, el resto es un asunto de pastores de ovejas (…) La analogía no prueba nada (…) Uno identifica de una vez al crítico malo porque este comienza por discutir acerca del poeta y no acerca del poema (…) No creo en el que comienza por escribir cuarenta y nueve variantes antes de plantear tres o cuatro principios.» (P.89-91). Los críticos malos, siguiendo sin saberlo a Sainte-Beuve, analizan la obra literaria a partir del conocimiento de la vida del autor. El analista de textos que realiza su trabajo a partir de la noción de autor es tan imbécil como su público: «Este procedimiento se une a la pereza nacional y al deseo de realizar el menor esfuerzo posible y ha deformado completamente los verdaderos valores (…) Se lee igualmente traducciones de Chaucer rellenadas con una especie de amalgama curiosa, la que no tiene nada que ver con el lenguaje moderno, sino que [el traductor] utiliza un vocabulario al alcance de los imbéciles.» (P. 109).
Pound vuelve a cebarse en contra de los críticos que al analizar una obra comienzan por la vida del autor: «Los alumnos a los que el profesor guía mal comienzan por intentar descubrir al autor en la obra. Nótese que entonces al autor le repugnaba particularmente firmar su poema. Igualmente, a los grandes arquitectos de la Edad Media y a los célebres talladores de piedra de entonces les repugnaba firmar su obra. Uno de los más grandes defectos de la crítica moderna consiste justamente en querer investigar ante todo al personaje del autor cuando es al objeto en sí mismo (al texto) que tal crítica debería dirigirse en primer lugar.» (P. 109). El autor de Ensayos literarios insiste de nuevo en el papel que desempeña el profesor de literatura frente a sus alumnos: «El rol del profesor no consiste en lograr admitir por la fuerza una idea. Lo mejor que puede hacer, por sí mismo o mediante su alumno, es adoptar algunas precauciones o llevar al alumno a reemplazarle.» (P. 206). Es muy importante esta observación acerca de lo que debe hacerle la escritura a una lengua: «La escritura poética de una lengua pasa siempre a través de una o varias lenguas distintas.» (Ibíd.). ¿O discursos distintos?
§ 11. Contrariamente a la opinión general que absolutiza el valor de la obra de Walt Whitman, Pound la reduce a un número mínimo de poemas: «Acerca de un estudio que hice hace una docena de años, he conservado la impresión que no había más que unos treinta poemas de páginas buenas en la obra de Whitman; actualmente no estoy en disposición de encontrarlos. Los errores de Whitman son superficiales, aportan una idea muy buena de su época, él escribió una historia moral como Montaigne había escrito la historia de su tiempo. Se puede aprender la historia del siglo XIX americano en Whitman mucho mejor que cualquiera de esos escritores que desconfían siempre de la percepción o que se contentan con reproducir las expresiones literarias que les convienen.» (P. 230). Esta idea de una “historia moral” es problemática, porque si, a juicio de Pound, Hojas de hierba es una historia moral”, es decir una ideología, ¿entonces cuál es la diferencia entre un historiador y un poeta?
Por otro lado, Pound distingue las causas de la mala literatura y lo óptimo en esta materia: «Si un hombre posee el sentido del relato y puede aplicar su inteligencia sin ocuparse de constreñimientos externos o de sus propios límites, reencontrará temprano o tarde su lector; y ningún abuso doctrinal o profesional tendrá el menor efecto en el estatuto social del autor (…) El dominio técnico no puede ser alcanzado sin un mínimo de terquedad. La causa principal de la mala literatura es de orden económico. La mayoría de los escritores buscan el dinero. O bien, tienen absoluta necesidad de él. Esos escritores pueden ser curados mediante aplicaciones de billetes de banco (…) El escritor que dispone de un solo tema o de un tema muy restringido puede lograr la base de una obra maestra durable a condición de que no intente inflarla o falsificarla (…) Lo óptimo en literatura no está en rodearse de una exclusividad de modo que esta funcione contra cualquier clase de ser o de talento humano.» (P. 232-233).
Por último, reproduzco la teoría de Pound sobre el ritmo como alternancia de un tiempo fuerte y uno débil (idea caduca del ritmo identificado con la música): «El ritmo es una forma recortada en el TIEMPO, de igual modo que un dibujo es un ESPACIO determinado. Una melodía es un ritmo donde cada altura de elemento ha sido fijada por el compositor.» Por supuesto que la música tiene su ritmo específico, pero este no tiene nada que ver con el ritmo de la escritura, el cual es la organización del movimiento del habla en la escritura. Estas citas son para probar que las más grandes cabezas bien amuebladas del planeta reproducen todas las ideas caducas de los manuales y enciclopedias donde se define el concepto de ritmo.
Para Platón y los textos más antiguos (presocráticos), la palabra ritmo era sinónimo de forma. Pound, quien condena la analogía, porque no prueba nada, comete el error de comparar un mal dibujante con un mal poeta: «El mal dibujante crea un dibujo malo porque no siente las relaciones de espacio y es incapaz de dominarlas. El mal poeta crea la poesía mala porque no percibe las relaciones de espacio y es incapaz de dominarlas.» (P. 238-239).
Llego al final del itinerario de los conceptos teóricos más históricos producidos por Ezra Pound en su libro A. B. C. de la lectura, traducido por Denis Roche, muchos de los cuales tienen aún vigencia. He criticado los que su teoría del signo produjo como conceptos caducos.