Como si fuera hecha de papel crepé, la democracia dominicana es tan ligera y maleable como cada uno de sus protagonistas, quienes la visten con el sombrero que mejor les quede.
Hoy, por ejemplo, vemos a un Leonel Fernández victimizado, sufriendo en carne propia los embates de un liderazgo que forjó en un partido que lo endiosaba y lo envileció hasta que se creyó el rey león: invencible. Olvidó, sin embargo, que los políticos son hienas que disfrutan devorando los cadáveres que otros cazan. Ahora él es, para su tristeza, la presa.
Es así como la rivalidad con su ya muy lejano estratega político, Danilo Medina, se convirtió en una lucha campal que podría llevarse de encuentro su partido. Ambos, en su afán de joderse, olvidan un detalle: la paciencia de la gente no es eterna y todos se están cansando de su guerra.
Aunque Danilo calla, al igual que Gonzalo Castillo, sus adeptos lo bombardean todo y encienden aún más el avispero: al parecer, les urge destrozar a ese león que ayer fue su Dios, su guía y mentor.
Muchos pueden decir que Leonel se lo merece. Recordarán cómo apostó a la división del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) para mantenerse en el poder o cómo reformó la Constitución jugando a ser demócrata. Pero, ¿nos pasaremos la vida en eso?
Es triste ver que sigamos con la compra/venta de votos y que pesen más los intereses y las traiciones. Aquí, al final, no ha habido un bueno que haya sido vencido: ha sido pisoteada la democracia que, de nuevo, fue tratada en estas primarias como si fuera una flor de papel.